Mi familia y otros animales (PDF) - Trebol-A
Mi familia y otros animales (PDF) - Trebol-A
Mi familia y otros animales (PDF) - Trebol-A
You also want an ePaper? Increase the reach of your titles
YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.
hondo y con regularidad esta fragancia me habría ido embalsamando, y un buen día mis fieles<br />
dríadas se encontrarían con que había desaparecido, dejando solamente el aroma. ¿Alguien me<br />
quiere pasar uno de esos higos tan apetitosos?<br />
—Yo leí una vez un libro muy interesante sobre el embalsamamiento —dijo Teodoro con<br />
entusiasmo—. Parece ser que en Egipto preparaban los cuerpos con una minuciosidad realmente<br />
extraordinaria. El procedimiento de... eh... extraer el cerebro por la nariz me pareció de lo más<br />
ingenioso.<br />
—Lo sacaban por los agujeros de la nariz tirando con una especie de ganchos, ¿no? —preguntó<br />
Larry.<br />
—Larry, querido, que estamos comiendo. Después de comer nos acogimos a la sombra del<br />
cercano olivar y nos quedamos amodorrados por el calor, entre el canto agudo y sedante de las<br />
cigarras. De vez en cuando uno de nos<strong>otros</strong> se levantaba, iba hasta el mar y chapoteaba un momento<br />
en la orilla para después, ya fresco, reanudar la siesta. Eran las cuatro cuando Spiro, que hasta<br />
entonces yacía inerte y despatarrado soltando ronquidos, recobró la conciencia con un rebuzno y<br />
bajó a la playa a reencender la hoguera para el té. Los demás nos fuimos desperezando poco a poco<br />
y reuniéndonos junto a la tetera humeante. <strong>Mi</strong>entras estábamos allí acurrucados taza en mano,<br />
parpadeando y bostezando medio dormidos aún, apareció entre los lirios un petirrojo y se vino hacia<br />
nos<strong>otros</strong> dando saltitos, con la mirada brillante y reluciente el buche. A unos tres metros de distancia<br />
se detuvo a contemplarnos con ojo crítico. Decidiendo que nos hacía falta algo de distracción, saltó<br />
al punto en que un par de lirios formaban un bonito arco, se colocó debajo con gesto teatral, infló el<br />
pecho y ejecutó un canto fluido y ondulante. Al acabar, inclinó de pronto la cabeza en una especie<br />
de reverencia grotescamente rebuscada y luego salió volando entre los lirios, asustado por nuestro<br />
estallido de risa.<br />
—Qué simpáticos son los petirrojos —dijo Mamá—. En Inglaterra había uno que se pasaba horas<br />
enteras haciéndome compañía mientras yo arreglaba el jardín. Me encanta ver cómo inflan el buche.<br />
—Ese se inclinaba exactamente como si estuviera haciendo una reverencia —dijo Teodoro—.<br />
Estaba pensando que cuando... eh... ha inflado el buche tenía todo el aspecto de una... hum... una<br />
cantante de ópera bien rellenita.<br />
—Sí, cantando algo leve y etéreo... Strauss, diría yo —asintió Larry.<br />
—A propósito de ópera —dijo Teodoro con la mirada encendida—, ¿les he contado alguna vez lo<br />
de la última ópera que vimos en Corfú?<br />
Respondimos que no, no nos lo había contado, y nos instalamos para escucharle cómodamente,<br />
casi tan divertidos con los gestos con que Teodoro relataba la historia como por la historia misma.<br />
—Era... hum... una de esas compañías de ópera ambulantes, ya saben. Creo que venía de Atenas, o<br />
quizá fuese de Italia. Bueno, el caso es que la primera ópera del programa iba a ser Tosca. La<br />
cantante que hacía el papel protagonista estaba excepcionalmente... eh... desarrollada, como suele<br />
suceder. Bien, pues, como saben, en la última escena de la obra la protagonista se suicida<br />
arrojándose desde las almenas de una fortaleza, o, mejor dicho, de un castillo. En la primera<br />
representación la protagonista subió a los muros del castillo, cantó su última aria y seguidamente<br />
se... eh... se arrojó contra las peñas de debajo. Por desdicha, parece ser que a los tramoyistas se les<br />
había olvidado poner algo para recibirla al pie del muro. El resultado fue que el estrépito de su caída<br />
y sus consiguientes... eh... alaridos de dolor desvirtuaron bastante la impresión de que era un<br />
cadáver destrozado en el fondo del abismo. El cantante que en ese momento se lamentaba de su<br />
muerte tuvo que cantar con mucho... eh... con mucho ímpetu para ahogar los gritos de ella. El<br />
incidente, como es lógico, le sentó bastante mal a la protagonista, por lo que a la noche siguiente los<br />
tramoyistas no escatimaron esfuerzos por proporcionarle una caída agradable. Ella aún estaba algo<br />
contusionada, pero logró tenerse en pie durante toda la ópera hasta llegar a la... eh... escena final.<br />
Entonces subió otra vez a las almenas, cantó su última aria y se arrojó a una muerte segura. Lo malo<br />
fue que los tramoyistas, que en la primera ocasión hicieron que la caída fuese demasiado dura,