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Mi familia y otros animales (PDF) - Trebol-A

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—¿Del taxi?<br />

—Claro, la infección municipal.<br />

—Querrá usted decir inspección.<br />

—¡Pues eso es lo que he dichos, infección! —señaló Spiro indignado.<br />

Era ya anochecido cuando dejamos a Mamá en la peluquería, y Spiro me llevó al otro extremo de<br />

la población, aparcando frente a unas enormes verjas de hierro forjado. Bajó del automóvil, miró<br />

subrepticiamente a su alrededor, y después se acercó a las verjas y dio un silbido. A esa señal salió<br />

de entre los arbustos un individuo ya mayor y patilludo, y ambos conversaron un momento en voz<br />

baja. Spiro volvió al automóvil.<br />

—Demes la lata, señoritos Gerrys, y usted quédese aquí —murmuró—. No tardares.<br />

El individuo patilludo abrió las verjas, Spiro se introdujo, y los dos se fueron caminando de<br />

puntillas entre los arbustos. Media hora más tarde reapareció Spiro con la lata apretada contra su<br />

pecho hercúleo, los zapatos encharcados y las perneras del pantalón chorreando.<br />

—Aquí tienes, señoritos Gerrys —me dijo, al tiempo que me pasaba la lata. Dentro nadaban cinco<br />

peces rojos gruesos y relucientes.<br />

Entusiasmado, le di las gracias profusamente.<br />

—Está bien —dijo, poniendo en marcha el motor—; pero no le digas nada a nadies, ¿eh?<br />

Le pregunté de dónde los había cogido: ¿de quién era aquel jardín?<br />

—No le importes —gruñó—; usted téngalos escondidos, y no le digas a nadies una palabras.<br />

Pasadas unas semanas de esto acertamos a pasar Teodoro y yo por delante de las mismas verjas de<br />

hierro, y le pregunté qué era aquella finca. Me respondió que era el palacio donde se alojaba el rey<br />

de Grecia (o cualquier otro miembro de la casa real) en sus estancias en la isla. <strong>Mi</strong> admiración por<br />

Spiro no tuvo límites: allanar un palacio para llevarse los peces rojos del estanque del rey era una<br />

hazaña portentosa. El incidente sirvió además para aumentar el prestigio de los peces a mi vista y<br />

añadir un nuevo lustre a sus formas obesas al pasar descuidadamente entre los galápagos.<br />

Cuando verdaderamente empezaron a ocurrir cosas fue en la mañana de la fiesta. En primer lugar,<br />

Mamá descubrió que Dodo había elegido nada menos que aquel día para ponerse en celo. Con el fin<br />

de que Mamá pudiese guisar ininterrumpidamente hubo que apostar en la puerta de atrás a una de<br />

las campesinas armada de una escoba para repeler a los pretendientes, pero a pesar de esta<br />

precaución había momentos ocasionales de pánico cada vez que uno de los Romeos más osados<br />

lograba introducirse en la cocina por el camino de la entrada principal.<br />

Después del desayuno corrí a visitar a mis peces y descubrí con horror que dos de ellos habían<br />

sido matados y parcialmente devorados. La alegría de haberlos conseguido me había hecho olvidar<br />

que tanto los galápagos como las culebras de agua gustaban de zamparse un pez gordito de vez en<br />

cuando. Me vi, pues, obligado a trasladar a los reptiles a unas latas de petróleo hasta que pensase<br />

cómo solucionar el problema. Cuando acabé de limpiar y poner comida a Alecko y las Gurracas<br />

seguía sin ocurrírseme la manera de tener juntos a peces y reptiles, y se acercaba la hora del<br />

almuerzo. La llegada de los primeros invitados era inminente. Lleno de tristeza, me encaminé a mi<br />

primoroso estanque, y cuál no sería mi espanto al ver que alguien había corrido la lata de las<br />

culebras a pleno sol. Flotaban en la superficie del agua tan congestionadas y quietas, que en el<br />

primer momento las creí muertas; era obvio que sólo un tratamiento de urgencia las salvaría, y<br />

agarrando la lata entré corriendo en casa. Mamá estaba en la cocina, agobiada y distraída,<br />

intentando dividir su atención entre la comida y los admiradores de Dodo.<br />

Le expliqué la situación desesperada de las culebras, y afirmé que lo único que podría salvarlas<br />

era una inmersión fría y prolongada en el baño. ¿Podía dejarlas en la bañera durante una hora?

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