Mi familia y otros animales (PDF) - Trebol-A
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continuamente su conversación para dirigir fieros visajes y blandir un garrote contra el grupo de<br />
perros jadeantes que se congregaba en el jardín de delante. De vez en cuando estallaba un altercado<br />
entre los amigos de Dodo, y toda la <strong>familia</strong> se volvía hacia ellos para vociferar «Silencio» en tono<br />
amenazador, sobresalto que hacía que los invitados más impresionables derramaran sus bebidas.<br />
Después de cada interrupción, Mamá paseaba en torno una sonrisa radiante y pugnaba por volver la<br />
charla a su normal desarrollo. Acababa de lograrlo por tercera vez cuando de nuevo se vio cortada<br />
en seco por un aullido procedente del interior de la casa. Sonó algo así como el grito que habría<br />
dado el minotauro aquejado de dolor de muelas.<br />
—¿Qué le sucede a Leslie? —preguntó Mamá.<br />
No tardaríamos en averiguarlo, porque al punto se presentó en la terraza sin otro indumento que<br />
una pequeña toalla.<br />
—¡Gerry! —rugió, rojo de ira—. ¿Dónde está ese niño?<br />
—Cálmate, querido, cálmate —dijo Mamá—. ¿Qué es lo que pasa?<br />
—Culebras —gritó Leslie, gesticulando con las manos para indicar su extrema longitud, y luego<br />
llevándoselas rápidamente a la toalla que se le estaba cayendo—, culebras, eso es lo que pasa.<br />
El efecto producido sobre los invitados fue muy interesante. Los que nos conocían seguían la<br />
escena con avidez; los no iniciados se preguntaron si Leslie no estaría un poco chiflado, y vacilaban<br />
entre hacerse los desentendidos y seguir charlando, o arrojarse sobre él antes de que atacase a<br />
alguien.<br />
—¿•De qué estás hablando, hijo?<br />
—Ese condenado niño ha llenado el maldito baño de puñeteras culebras —dijo Leslie, para dejar<br />
bien claras las cosas.<br />
—¡Qué lenguaje, querido, qué lenguaje! —dijo Mamá de manera automática, añadiendo<br />
distraídamente—. Deberías ponerte algo por encima; vas a coger un catarro.<br />
—Unos bicharracos como mangueras de grandes... ¡De milagro no me han mordido!<br />
—No te enfades, querido; soy yo quien tiene la culpa. Yo le dije que las pusiera ahí —me disculpó<br />
Mamá, y luego, pensando que los invitados se merecían una explicación, añadió—: sufrían de<br />
insolación, las pobrecitas.<br />
—¡Por favor, Mamá! —exclamó Larry—, ¡eso ya es pasarse!<br />
—Querido, tú no empieces —dijo Mamá con firmeza—; es Leslie quien se ha bañado con las<br />
culebras.<br />
—No sé por qué Larry tiene siempre que meterse en todo —comentó Margo amargamente.<br />
—¿Meterme? Yo no me estoy metiendo en nada. Pero cuando Mamá conspira con Gerry para<br />
llenar de culebras la bañera, creo que mi deber es protestar.<br />
—Oh, callaos —dijo Leslie—. Lo único que yo quiero saber es, ¿cuándo piensa quitar de ahí esas<br />
porquerías?<br />
—Creo que estás sacando las cosas de quicio —dijo Margo.<br />
—Si tenemos que llevar a cabo nuestras abluciones en un nido de hamadríadas, me veré obligado<br />
a mudarme de casa —advirtió Larry.<br />
—¿Me voy a bañar o no? —preguntó rudamente Leslie<br />
—¿Es que no puedes sacarlas tú mismo?<br />
—Sólo San Francisco de Asís viviría a gusto aquí...<br />
—¡Oh, por lo que más quieras, cállate!