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Mi familia y otros animales (PDF) - Trebol-A

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sacar el bote de unas rocas hacia las cuales Margo, llevada de su nerviosismo, lo había dirigido en<br />

vez de alejarlo. Tomado en conjunto, fue un prólogo prometedor para el primer baño de Mamá.<br />

Desembarcados por fin en la cala, extendimos las toallas sobre la arena, dispusimos la comida,<br />

colocamos el batallón de botellas de vino a la orilla para refrescarlas, y llegó el momento supremo.<br />

En medio de muchos aplausos, Mamá se quitó la bata y se nos reveló en todo su esplendor, envuelta<br />

en el traje que le daba el aspecto, según señaló Larry, de una especie de Albert Memorial 4 oceánico.<br />

Roger estuvo muy tranquilo hasta que vio a Mamá meterse en el agua con andar lento y<br />

distinguido. Entonces se puso excitadísimo. Al parecer, creyó que el traje de baño era un monstruo<br />

marino que había envuelto a Mamá y pretendía llevársela a las profundidades. Ladrando como un<br />

loco se lanzó al rescate, agarró uno de los frunces que tan profusamente colgaban del bajo del<br />

bañador y tiró de él con todas sus fuerzas para poner a salvo a Mamá. Ella, que acababa de<br />

comentar que encontraba el agua un poco fría, se sintió de pronto arrastrada hacia atrás. Dando un<br />

chillido de pavor perdió pie y se cayó sentada en medio metro de agua, mientras Roger tiraba con<br />

tanto ahínco que logró descoser buena parte del bajo. Encantado de ver que el enemigo empezaba a<br />

desintegrarse, Roger, alentando a Mamá con sus gruñidos, emprendió la tarea de quitar de su<br />

persona el resto del malvado monstruo. Nos<strong>otros</strong> nos retorcíamos de risa en la arena; Mamá seguía<br />

boqueando y haciendo esfuerzos denodados por ponerse en pie, espantar a Roger y conservar al<br />

menos parte de su vestimenta. Desdichadamente, y debido al extraordinario grosor de la tela con<br />

que estaba hecho, el traje había cogido aire en su interior; el efecto de la mojadura fue inflarlo como<br />

un globo, y a las ya graves dificultades de Mamá vino a sumarse la de intentar controlar aquel<br />

zeppelín de pliegues y volantes. Al final fue Teodoro quien la ayudó a levantarse y apartó al perro.<br />

Tras tomarnos una copa de vino para celebrar lo que Larry describió como Andrómeda rescatada<br />

por Perseo, nos fuimos a nadar y Mamá se quedó prudentemente sentada a la orilla, mientras Roger,<br />

agazapado a poca distancia, gruñía amenazador a los frunces inflados y revueltos.<br />

Aquella noche la fosforescencia era especialmente intensa. Bastaba con pasear la mano por el<br />

agua para producir una ancha cinta verdidorada a lo largo del mar, y al zambullirse la sensación era<br />

la de arrojarse en un helado horno de luz. Cuando salimos, el agua que nos chorreaba emitía un<br />

resplandor de fuego. Nos tumbamos a comer en la playa. Al descorchar el vino al final de la cena y<br />

como a una señal convenida, unas cuantas luciérnagas aparecieron sobre los olivos a nuestra<br />

espalda, especie de obertura del espectáculo.<br />

Primero no fueron más que dos o tres puntitos verdes que flotaban blandamente entre los árboles,<br />

encendiéndose y apagándose con regularidad. Pero pronto surgieron más y más, hasta iluminar<br />

algunas partes del olivar con un extraño resplandor verdoso. Jamás habíamos visto tal cantidad de<br />

luciérnagas: enjambres enteros volaban entre los árboles, trepaban por la hierba, los matorrales y los<br />

troncos de olivo, pasaban sobre nuestras cabezas y se posaban en las toallas como ascuas verdes.<br />

Nubes de luciérnagas salieron al mar revoloteando sobre las olas, y en ese preciso instante<br />

aparecieron los delfines nadando en fila india por la bahía, cimbreándose rítmicamente, con los<br />

lomos como pintados de fósforo. En el centro de la cala se detuvieron a nadar en círculo, girando y<br />

sumergiéndose, saltando a veces en el aire para caer en medio de un estallido de luz. El cuadro de<br />

conjunto, con los insectos arriba y los delfines iluminados abajo, era extraordinario. Bajo la<br />

superficie se distinguía, incluso, el sendero de luz que dejaban los delfines al bucear zigzagueando<br />

por el fondo arenoso, y cuando saltaban en el aire despidiendo gotas de agua esmeralda, no<br />

sabíamos ya si lo que veíamos eran luciérnagas o fosforescencia. Una hora duró este festival,<br />

pasada la cual las luciérnagas volvieron a tierra y se alejaron bordeando la costa. Entonces los<br />

delfines se alinearon y pusieron rumbo al mar abierto, dejando tras de sí un sendero llameante que<br />

luego de arder un momento se fue apagando lentamente, como una rama incandescente que<br />

atravesara la bahía.

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