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- II -<br />
El doctor Centeno<br />
Ruiz, taciturno y atento sólo a su deber, hizo la observación del paso del sol por el meridiano. No se<br />
verificó este acto sin cierta solemnidad como religiosa, con silencio, sosiego y aun algo de poesía, por<br />
cuya circunstancia y por ser operación diaria, decía Miquis que aquello era la misa astronómica. Cinco<br />
minutos antes del momento en que el péndulo sidéreo marcara el paso de Su Majestad, manipuló<br />
Ruiz en el telégrafo para subir la bola de la Puerta del Sol. Estuvo luego atento, callado, observando<br />
el mesurado latir del péndulo; preparó el anteojo con cristal opaco, se puso en el sillón, abrió las<br />
compuertas, miró. Una sección del globo inmenso entraba en el campo del objetivo, y su tangencia<br />
en los hilos de araña permitía determinar, por cálculo, el mediodía medio, por donde regulamos y<br />
medimos estas divisiones convencionales del tiempo, a las cuales acomodamos nuestro vivir. Luego<br />
manipuló otra vez para hacer caer la bola de la Puerta del Sol, y cerradas las compuertas y tapado el<br />
anteojo, registró los cronómetros y apuntó su observación en un cuaderno. Cienfuegos y Miquis, que<br />
habían visto esto muchas veces, permanecieron indiferentes, como los sacristanes ante los sagrados<br />
ritos. El uno leía un periódico, el otro se paseaba inquieto a lo largo de la sala.<br />
Pensar que tres españoles, dos de ellos de poca edad, pueden estar en el lugar más solemne sin sacar<br />
de este lugar motivo de alguna broma, es pensar lo imposible. A la iglesia van muchos a pasar ratos<br />
divertidos, cuanto más a una sala meridiana donde no hay más respeto que el de la ciencia, donde se<br />
entra con el sombrero puesto y aun se fumaría, si la susceptibilidad de los instrumentos lo permitiera.<br />
No había concluido Ruiz sus apuntes, cuando Miquis se echó atrás él sombrero y poniéndole la mano<br />
sobre el hombro, le dijo:<br />
-A ver tú... ¿por qué no me sacas mi horóscopo?<br />
Era el mismo demonio aquel Miquis; ¡y qué cosas se le ocurrían! Si Ruiz no fuera un si es no es<br />
guasón y maleante, se habría escandalizado de aquella proposición sacrílega. Pero como no tenía<br />
entusiasmo por la ciencia, no tenía tampoco ese respeto fanático que impone deberes de compostura<br />
en ciertos sitios. ¡Oh! Sin ir más lejos... si él hubiera nacido en Inglaterra o en Francia, habría tenido<br />
aquel y otros respetos, sí señor; porque seguramente ganaría mucho dinero con la ciencia, ¡pero aquí,<br />
en este perro país!... Como español (y gato de Madrid, por más señas), podía hacer mofa de todo.<br />
Manos a la obra. ¿Horóscopo dijiste? Bien, ¿y de qué se trataba?<br />
Cienfuegos, que sentado en una silla leía La Iberia , alzó los ojos del papel para decir:<br />
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