15.06.2013 Views

ff1e5252-82b1-11df-acc7-002185ce6064.pdf

ff1e5252-82b1-11df-acc7-002185ce6064.pdf

ff1e5252-82b1-11df-acc7-002185ce6064.pdf

SHOW MORE
SHOW LESS

Create successful ePaper yourself

Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.

El doctor Centeno<br />

Felipe estaba tan agradecido que hubiera adorado a la voz aquella, como se adora a las imágenes<br />

puestas en los altares. El condenado a muerte no mira al Crucifijo con más esperanza, con más unción,<br />

con más gratitud que miró él a la persona que palabras tan cristianas decía.<br />

Polo, cuyo semblante expresaba inexplicable desasosiego, salió a donde él estaba y le dijo con<br />

estudiada entereza:<br />

«No hay perdón, no puede haber perdón. Vete pronto».<br />

Y se volvió adentro... Silencio. Felipe oyó un suspiro, expresión lacónica y hermosísima de un alma<br />

que se sentía impotente para hacer el bien que deseaba... Otra gran pausa... Parecía que se retiraban<br />

todos a las habitaciones interiores. Desplomábase con lenta caída el día sobre la tarde, la tarde sobre<br />

la noche, y la casa se oscurecía gradualmente.<br />

Esperó Centeno un rato. En la soledad era su pena más acerba, su contrición más grande. No tenía<br />

fuerzas para marcharse. Quería morir abrazado a aquel suelo y besando los ladrillos de la casa en que<br />

había hallado un asilo, sustento, y el pan del alma, que es la instrucción... Sintió pasos. Vio aparecer<br />

una hermosa y celestial figura, la Emperadora , la de la voz que pedía misericordia por él; y fuese o<br />

no la tal una beldad perfecta, a él, en tan crítico instante, se le representó como superior a cuanto en la<br />

tierra había visto, hermosura de mundos soñados y de regiones sobrenaturales. Por la ventana entraba<br />

la luz del crepúsculo. Sobre ella se destacaba la soberana belleza de aquella mujer, rodeada de rayos<br />

de oro, echando de su frente fulgores de estrellas. Su ropaje, que sin duda era de lo más vulgar, se<br />

le representaba a él compuesto de arreboles o centelleo de pedrerías, y teñido de tintas irisadas, todo<br />

sublime, imaginativo y propio de tan extraño y admirable caso. La Emperadora le miró sonriendo<br />

y le dijo con voz de serafines:<br />

«No quieren perdonarte... ¡Pobrecito!... ¿En dónde pasarás la noche?... Hijo, ten paciencia, y Dios<br />

te amparará».<br />

En sus manos blancas y hermosas traía manzanas, pedazos de pan, pasteles y otras cosas dulcísimas<br />

de comer.<br />

«Toma esto -le dijo-. No llores tanto. Ten paciencia. ¿Qué le vamos a hacer?... Con esto puedes<br />

remediarte esta noche».<br />

93

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!