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El doctor Centeno<br />

revuelta colección de obras diferentes; pero había tanto libraco en francés... ¿A ver? Balzac, Scribe...<br />

¿De qué trataría aquello? Le pe...re Gori... Gori... Memo...moires , memorias de Deux jeunes ...<br />

de Diógenes querría decir... El demonio que lo entendiera. Centeno no acertaba a comprender para<br />

qué leía su amo aquellas tonterías... Don Víctor Hugo... Ruy Blas... esto sí era claro. Schiller... Don<br />

Carlos... también clarito. Seguían muchas comedias o dramas en verso castellano. Aquello era otra<br />

cosa. Leía mi doctor las primeras escenas, pero luego se cansaba, porque, a su parecer, todas decían<br />

lo mismo.<br />

Poleró, que le tenía cariño, le llamaba:<br />

«Ponte a estudiar, Felipe. No le revuelvas los papeles a tu amo. Ven a mi cuarto... Siéntate aquí, a<br />

mi lado. Coge tu libro».<br />

Y él se ponía a estudiar Analítica y Mecánica. El Doctor leía también un poco; pero aburrido muy<br />

pronto, salía y entraba para matar el fastidio.<br />

«Estate quieto. Me estás distrayendo. Mira que te pego... ¿Quién anda ahora por el pasillo?».<br />

-El señor de Zalamero.<br />

-¿Pero estaba en casa Zalamero?<br />

-Sí, señor. Ahora salía del cuarto de la patrona.<br />

Poleró rompió a reír. Endeble tabique separaba su cuarto del de Zalamero, y en él daba algunos<br />

golpes el maligno catalán diciendo:<br />

«Zalamerín, ¿estabas en casa?».<br />

No respondía el otro. Mas Poleró, saliendo al pasillo, se ponía a toser fuerte.<br />

«Ejem, ejem».<br />

Y Sánchez de Guevara respondía desde su cuarto con iguales toses. Arias aparecía también tosiendo.<br />

«Vete al comedor -decían a Felipe-, y mira a ver si está Alberique».<br />

-¿Qué ha de estar? La señora le dio dinero para que fuera al café..<br />

Cuchicheos, risas, reunión de los tres en el cuarto de Poleró, y redobles en el tabique, sin lograr que<br />

Zalamero responda. Felipe, mensajero de Cienfuegos, entra de súbito:<br />

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