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El doctor Centeno<br />

familia, los Herreras de Almagro, y tenía tíos y primos en el Toboso. Él le correspondía; eran públicos<br />

y honestos sus amores; parecía natural que la solución y término de esto fuera el matrimonio... mas<br />

no sucedió así. De la noche a la mañana, con pasmo y hablilla de todo el pueblo, Herrera se casó, no<br />

con doña Isabel, sino con su hermana.<br />

Guardó la ofendida las apariencias de la conformidad, y ni en su rostro ni en su lenguaje revelaba<br />

el dolor de la tremenda herida, que sólo cicatrizaron los años, muchos años, y un sosiego y régimen<br />

de vida muy reparadores. Las dos hermanas se querían entrañablemente lo mismo antes que después<br />

del repentino e inexplicable cambalache. Piedad tuvo una niña, y murió al año de casada; murió, ¡ay!,<br />

según se dice, de ignorada y misteriosa pesadumbre; de una tristeza que le entró de súbito y la fue<br />

secando, secando, hasta que, no teniendo más que los huesos y el alma, esta se partió sin dolor, porque<br />

nada había ya en aquel cuerpo que pudiera doler. Poco tiempo después del fallecimiento de su mujer,<br />

Herrera se fue para América, en donde hizo dos cosas igualmente desatinadas: se volvió a casar y<br />

se murió de la fiebre.<br />

A la niña que nació de Herrera y de Piedad Godoy, pusiéronla también Piedad, por ser este nombre<br />

el de la patrona de aquellas tierras, y tan común allí, que no hay familia donde no haya un par de<br />

Piedades. Criola con extremado mimo doña Isabel, que se consagró a ella, haciendo voto de soltería<br />

eterna. No se consideraba tía sino madre verdadera, por exaltación de su espíritu y maniobra sutilísima<br />

de su entendimiento. Consumada idealista, y empapando sin cesar su espíritu en la memoria de su<br />

hermana, había logrado realizar el fenómeno psicológico de la transubstanciación. En sus soledades<br />

y abstracciones había llegado a decir casi sin pensarlo:<br />

-Yo soy Piedad... yo soy mi hermana...<br />

Y otra vez se le escaparon estas palabras:<br />

-La que se murió fue Isabelita.<br />

La Piedad pequeña creció al lado de su tía y otros parientes. La mimaron mucho y la querían con<br />

delirio. Todo iba bien, todo fue regocijo y paces hasta que llegó a ser mujer. Aquí viene el punto<br />

capital de esta historia retrospectiva y el motivo del singularísimo aspecto con que se nos presenta<br />

doña Isabel. La adorada, la mimada, la enaltecida sobrina-hija de esta señora, la heredera de los claros<br />

nombres de Herrera y Godoy se enamoriscó de un tal Pedro Miquis; resistió tenaz y heroicamente la<br />

oposición de su familia; se dejó depositar y se casó con él... ¡Abominación! Los Miquis habían sido<br />

criados de los Godoyes.<br />

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