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El doctor Centeno<br />

-Nada; yo llamo a la pareja, porque, francamente, aunque la cosa no merece la pena, si se mira bajo<br />

el prisma de la decencia...<br />

-Don Alejandro, usted es un acá y un allá.<br />

-Señores...<br />

-Bruto...<br />

-Paz, paz... No es para tanto...<br />

-¡Mis láminas... las tiene que pagar!<br />

-Vaya usted enhoramala...<br />

Basta... Aquella tarde, cuando ya los ánimos estaban aplacados, Virginia entró con altiva arrogancia<br />

patronil en el cuarto de Miquis. Considerando que la permanencia del manchego en la casa renovaría<br />

la escena lamentable de aquella mañana; considerando, además, que Alejandro había escrito las cartas<br />

que soliviantaron el pacífico ánimo de D. Jesús Delgado, venía en sentenciar y sentenciaba que el D.<br />

Alejandro no podía seguir más tiempo en tan ilustre casa. La notificación fue breve y expresiva:<br />

«D. Alejandro, vengo a decir que hoy mismo me hará usted el favor de marcharse con su criado,<br />

sus dramas y sus literaturas».<br />

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