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Poleró entró muy alarmado, diciendo:<br />

«No conviene que la señora pase en este momento...».<br />

El doctor Centeno<br />

Ruiz entró en el cuarto. El pobre Miquis, acometido de un fuerte paroxismo, parecía que agonizaba.<br />

Felipe no se movía de su lado.<br />

«No hay nada que hacer, -observó Cienfuegos sollozando-. ¿A qué martirizarle, si no se ha de<br />

conseguir nada?».<br />

Entre tanto, Poleró y Cirila entretenían a la señora. La criada de esta, que la acompañaba, había<br />

entrado también en la cocina, mas tampoco quería sentarse...<br />

«Mucho horror tengo de esa enfermedad -volvió a decir la Godoy-, pero yo quiero verle... ¡Oh!,<br />

si asearan la casa, si lavaran esto, si limpiaran tanto polvo, y tanta mugre y tanta basura, el pobre<br />

angelito sanaría».<br />

Querían detenerla; pero salió al pasillo y acercose a la puerta de la sala. Allí se detuvo aterrada,<br />

vacilante entre el deseo de entrar y el escrúpulo o temor que sentía del contacto del enfermo. Poleró<br />

acudió junto a ella, temiendo que se desmayara... Pero no fue así. Desde la puerta miró la tiíta el<br />

lastimoso cuadro, y todo su amor no fue bastante a vencer su repugnancia. En la mano derecha tenía<br />

un finísimo pañuelo que se llevaba a los ojos para secar sus lagrimas.<br />

«Hace muchos años que no lloro -dijo a Poleró-, hace muchos años. Esto me desmenuza el corazón...<br />

y no es mi corazón de carne, es de hierro que late. Los desengaños me lo endurecieron; pero el dolor<br />

se quedó dentro...».<br />

Y en la mano izquierda tenía otro pañuelo mojado en vinagre que acercaba a la nariz...<br />

«Si no fuera por esta precaución me infestaría, ¿no es verdad, caballero?... No puedo resistir este<br />

espectáculo... ¡Pobre Alejandro, pobre niño mío, pobre ángel de mis entrañas!...».<br />

Lágrimas y vinagre se confundían en su rostro.<br />

«Retírese usted, señora» -indicó Arias.<br />

-Pase usted aquí... al salón de embajadores, -dijo Poleró, no queriendo destruir la idea de palacio que<br />

tan encajada estaba en la mente de la Godoy.<br />

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