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El doctor Centeno<br />

Felipe recobró sus facultades instantáneamente. Entraron como de golpe y con tumultuosa sorpresa,<br />

cual guerreros que acometen airados el puesto de que les expulsó la perfidia. De todo lo que entró en<br />

el cerebro del hijo de Socartes, lo primero y lo que más ruido hizo, fue la vergüenza... Esta era tan<br />

fuerte y le dominaba tanto, que no sabía si apresurar o detener su vuelta a la casa. ¿Qué le diría D.<br />

Alejandro? ¿Qué diría él para disculparse?<br />

Llegó al fin temblando. Se horrorizaba al pensar que le iba a encontrar muerto. Si muerto no,<br />

de seguro le hallaría muy enojado. Seguramente habría carecido de alimento, de asistencia, de<br />

compañía... Y lo peor de todo era que al volver a la casa después de doce horas de ausencia no llevaba<br />

ni un real, ni siquiera un par de cuartos. Ganas le daban a Felipe de estrellarse la cabeza contra la<br />

pared de la escalera... Bribón mayor que él no había nacido de madre ¿Qué cara pondría su amo al<br />

verle, qué le diría?<br />

Entró por el pasillo adelante más muerto que vivo: y cuando se acercaba a la puerta, dábanle ganas<br />

de retroceder y volverse a la calle. Cirila lo abrió y le dijo: «Me gustan las horas de venir». 15 Vio<br />

Felipe luz en el cuarto de su amo, y oyó una voz que le parecía ser el propio órgano parlante de D.<br />

José Ido. Esto como que le dio ciertos ánimos, y empujando la puerta...<br />

Grandísimo consuelo recibió al ver que su amo estaba conversando tranquila y animadamente con<br />

el calígrafo. Hablaban de política, y D. José decía con soberana perspicacia: «Lo que es Narváez, Sr.<br />

D. Alejandro, lo que es Narváez...».<br />

Apartó su atención Miquis de aquella importante declaración para increpar a su criado:<br />

«Perdido, ¿ya estás aquí? Más valía que no hubieras vuelto más».<br />

Centeno no supo qué responder. En medio de la vergüenza y pena que sentía, observaba, que su amo<br />

no estaba colérico. Decía aquellas cosas riendo.<br />

«A ver, cuenta... ¿dónde has estado? ¿Qué has hecho en tanto tiempo?».<br />

-Vaya... pues con el permiso de usted... -indicó D. José, dispuesto a retirarse-. Ya tiene el señor<br />

compañía...<br />

15 [«vevir» en el original (N. del E.)]<br />

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