15.06.2013 Views

ff1e5252-82b1-11df-acc7-002185ce6064.pdf

ff1e5252-82b1-11df-acc7-002185ce6064.pdf

ff1e5252-82b1-11df-acc7-002185ce6064.pdf

SHOW MORE
SHOW LESS

Create successful ePaper yourself

Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.

El doctor Centeno<br />

una higuera con higos, un manzano con manzanas, un níspero también con fruto, un albaricoque<br />

y hasta una parra que ofrecía en sus ya pintados racimos abundante esquilmo de Octubre. Y entre<br />

estas familias mayores, las capuchinas de doradas florecillas subían por la jamba, agarrándose a unas<br />

cuerdas muy bien puestas; lo mismo hacían las campánulas, el guisante de olor y otras trepadoras.<br />

Achaparrados y asomando por entre los hierros, estaban los claveles, el sándalo, la hierbabuena, la<br />

medicinal ruda, la balsamina, el perejil de la reina, el geranio de pluma y otras especies domésticas.<br />

Colgadas a un lado y otro de los balcones había hasta media docena de jaulas chiquitas con verderones<br />

y jilgueros presos, pero tan cantantes que no cesaban ni un momento de echar sobre la calle sus<br />

deliciosos trinos.<br />

Felipe, al reconocer el número, avanzó hasta el centro del arroyo y se quedó como lelo, mirando<br />

la casa. Era para él tan misteriosa, emblemática o incomprensible como una de aquellas páginas de<br />

la Gramática o de la Aritmética, llenas de definiciones y guarismos que no había entendido nunca.<br />

Miraba y miraba, descifrando con aquel incipiente prurito de su mente investigadora... Hacía lo menos<br />

quince minutos que duraba este contemplativo examen, cuando observó que se abrían los cristales de<br />

uno de los balcones del segundo. Por entre el follaje distinguió una mano delgadísima que apretaba los<br />

higos de la higuera como para ver si estaban maduros. Luego acariciaba los racimitos de la frondosa<br />

parra... Mirando más, y cambiando de sitio, pudo distinguir una cara... Era blanca, fina y lustrosa,<br />

como las caras de las muñecas de barniz que se ven en las tiendas de juguetes, con ojos negros y vivos.<br />

En la cabeza tenía un lío amarillo, al modo de turbante... Felipe se vio mirado y examinado por los<br />

ojos de la muñeca, pero con tal fijeza, que él hubo de turbarse y no supo qué hacer. Aquella era la tía,<br />

del señor de Miquis. ¿Por qué le tenía miedo?, ¿por qué se quedaba absorto y como fascinado delante<br />

de la casa...? Es preciso entrar. Atrévete, hombre.<br />

109

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!