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El doctor Centeno<br />

el padre sol, de noche esta o la otra res del inmenso rebaño de estrellas, ora una clarísima, fulmínea,<br />

ora las que vacilantes hormiguean entre la muchedumbre infinita. Se las ve atravesar, impacientes y<br />

como perseguidas, el campo del objetivo, dándonos a entender con su aparente carrera la marcha que<br />

llevamos nosotros por los insondables derroteros del vacío. El cristal está dividido en cuarteles por<br />

hilos de araña cogidos en los árboles para este fin, y que tienen, ¡quién lo diría!, aplicación tan sabia<br />

y útil. ¡Venturosos animalejos las arañas que, sin saberlo, son tejedoras de las cuerdas, casi invisibles<br />

de puro tenues, con que se toma la medida a las porciones billonarias del firmamento!<br />

El péndulo sidéreo, colocado a la derecha, parece la imagen de la discreción y de la mesura. Su<br />

pulsación suave, el juego de sus manecillas, que tan calladas van marcando los segundos y minutos,<br />

embelesan al que lo mira. Se le ve como si fuera una persona, un ser vivo y de madre nacido, con<br />

facciones de números y entrañas de animado metal, palpitantes y en ejercicio como nuestras entrañas.<br />

Por el mismo estilo que el péndulo, el barómetro registrador parece también un personaje, sólo que<br />

el primero es de lo más serio y reposado que se puede imaginar, mientras el segundo, organismo<br />

admirable que sabe redactar sus impresiones sobre la pesadez atmosférica, tiene no sé qué de festivo y<br />

pueril. Es un geniezuelo, un antropoide, cuyo origen no sabe el profano si atribuir a la invención de la<br />

leyenda o a los cálculos del mecánico; es prodigioso cuerpecillo, juguete que parece que tiene alma, y<br />

hace ruidos graciosos y extraños cual si cantara a media voz misteriosas endechas. Hace toda la gracia<br />

un escape que juega con la palanca; siguen a esto ruedas silenciosas y graves, y en el término del<br />

mecanismo tiene el endiablado instrumento su pedacito de lápiz, con el cual escribe sobre un cilindro<br />

de papel... Cuando hay tempestad es cuando tiene que ver. Entonces, agitado el mercurio, que es su<br />

sangre, actúa sobre todos sus miembros, y se le ve febril, echando sobre el papel unas rúbricas que<br />

son fehaciente expresión del variable peso de la atmósfera.<br />

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