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El doctor Centeno<br />

Rigel , San Luis Gonzaga... La Cabellera de Berenice tomaría el nombre de la Magdalena; las<br />

Pléyades serían las once mil Vírgenes; la Espiga o Alpha de la Virgen , Santa Teresa de Jesús, y<br />

Antarés , la Verónica... Sirius , la mayor maravilla del cielo, tendría la representación de la Madre<br />

de Dios más propiamente que la Polar. Al hacer las denominaciones, se tendrían además presentes<br />

los días en que la Iglesia celebra las festividades de los santos, de modo que el paso del sol por cada<br />

región zodiacal determinara las fiestas de los Apóstoles, y así no se diría sol en Piscis , sino sol en<br />

San Pedro ... En cuanto a los cometas...<br />

«¡Ja, ja, ja!».<br />

Estas carcajadas eran de Alejandro Miquis, a quien Ruiz explicaba sus nomenclaturas una mañana,<br />

que debió de ser la del domingo 19 de Setiembre de aquel año.<br />

-No te rías... Esto es muy serio. Tengo todo preparado para escribir una Memoria. Sin ir más lejos,<br />

el Almanaque sería entonces una verdad, y apurando la cosa, no se necesitarían ya altares ni iglesias.<br />

¿Qué mejor imagen de un bienaventurado que esas magníficas luces nocturnas que nos embelesan y<br />

anonadan? ¿Qué mejor catedral que la aparente bóveda del cielo? Los hombres adorarían a la entidad<br />

San José, San Juan en la imagen luminosa de este o del otro astro, y como la celebración de la<br />

festividad por la Iglesia coincidiría con un fenómeno astronómico, he aquí establecida simbólicamente<br />

una armonía hermosísima entre la religión y las matemáticas...<br />

«¡Ja, ja, ja!» -Miquis mordía el ala de su sombrero: tan dichoso era con lo que oía.<br />

Cienfuegos dijo así:<br />

«Querido Ruiz, no te metas en poner motes... Deja que conserven por allá arriba los bonitos nombres<br />

paganos de Casiopea, Ofiucus, Júpiter... Como las beatas sepan la jugada que les preparas poniendo<br />

el nombre de cualquier santo a una señora que se ha llamado Venus, te van a sacar los ojos...».<br />

Esto lo hablaban en la sala aquella cuyo techo y muros están hendidos, formando una línea en la<br />

dirección ideal del meridiano. Esta hendidura tiene puertas que se abren con cuerdas semejantes a<br />

las que mueven las velas de un buque, y se descubre así la parte del cielo que se desea observar. El<br />

telescopio, montado en una especie de cureña aérea, tiene aspecto de cañón. Le sostienen postes de<br />

granito; sólo gira en un plano vertical, y hay un sin fin de ruedas y palancas de dorado bronce para<br />

mover el gran tubo y colocarle en el ángulo que exige la observación. Montado sobre carriles, un gran<br />

sillón sirve para que el astrónomo se tienda en posición cómoda, y pueda, aplicando el ojo al catalejo,<br />

escudriñar cómodamente el espacio y ver todo transeúntes del meridiano, sea chico, sea grande; de día<br />

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