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El doctor Centeno<br />

Mientras más la leía el infeliz, mayor era su desasosiego. Estaba el pobre como fuera de sí, con<br />

grandísima zozobra en su alma. Pero mucho más se alteró cuando, al fijarse en la fecha de la carta,<br />

vio que claramente decía: «8 de Noviembre de 1883 »... Se le erizaba el cabello mirando estos<br />

guarismos. Tanta impresión le hicieron que sus nervios se desataron en vibración loca, y empezando<br />

por dar vueltas en la habitación, luego salió disparado al pasillo.<br />

Julián ¡cosa extraña y rara vez acontecida!, ladraba tras él... Pero ¡cómo ladraba el bueno de<br />

Capadocia! Era en él el canino lenguaje un aullar lastimero que más tenía de exhortación de amigo que<br />

de amenazas de guardián. Asustado del ruido salió D. Basilio, y con cariño puso la mano en el hombro<br />

del eautepistológrafos , y le dijo: «¿Qué le pasa al buen amigo? El tiempo Sur es malo, ¿eh?».<br />

Pero Delgado se metió en su cuarto otra vez, sin responder nada al de la Caña, lo que sorprendió<br />

mucho a este, por ser D. Jesús la misma cortesía. Bernardina salió también, y entre los dos hicieron<br />

callar a Julián.<br />

«Este maldito tiempo Sur -repetía D. Basilio, acompañando a la Bernardina hasta el comedor y<br />

sentándose a su lado».<br />

-Esta noche le da fuerte, ¿dice usted que es el viento? Hasta Julián se encalabrina... -observó la moza;<br />

y D. Basilio, recreándose en contemplar los torneados brazos de ella, repetía:<br />

-Este maldito viento Sur, no sé lo que tiene. También a mí me pone la cabeza...<br />

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