15.06.2013 Views

ff1e5252-82b1-11df-acc7-002185ce6064.pdf

ff1e5252-82b1-11df-acc7-002185ce6064.pdf

ff1e5252-82b1-11df-acc7-002185ce6064.pdf

SHOW MORE
SHOW LESS

You also want an ePaper? Increase the reach of your titles

YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.

El doctor Centeno<br />

Sus ideas no estaban claras, y el correr de su mente era tan veloz, que las ideas no tenían tiempo de<br />

esperar la expresión de los labios. Se desvanecían al nacer, dejando tras sí otras y otras.<br />

-¿Te parece que tomemos un coche? -preguntó a Felipe.<br />

La imaginación de este se encendió en pintorescas ilusiones al pensar que iba a andar sobre ruedas.<br />

Tomaron el vehículo en la calle de Tintoreros. Alejandro le dijo al cochero:<br />

-Por horas; las nueve están dando.<br />

Y ambos se metieron dentro. El cochero preguntó:<br />

-¿A dónde vamos?<br />

-¡Ah! -exclamó el estudiante- es verdad... A donde quieras... No, no, a la calle del Rubio.<br />

Al sentirse rodado, Felipe, que jamás se había visto en semejantes trotes, se reía como un bobo.<br />

Alejandro le miraba a él, y se reía también. Felipe iba en la bigotera, asomado a la ventanilla.<br />

Cuando pasaban junto a un farol, ambos se miraban y como que se regocijaban más, contemplando<br />

respectivamente su dicha propia, reflejada en el semblante del otro.<br />

-¡Cuánta tienda! -observó Miquis, y empezó a cantar a gritos.<br />

Alentado por el ejemplo soltó también Felipe la voz infantil. Cantaba lo único que sabía, el himno<br />

de Garibaldi, que dice: Si somos chiquititos ... La gente, al pasar el coche, se detenía a mirarles,<br />

pasmada de aquel extraño júbilo.<br />

Los cantos de Alejandro eran en retumbante italiano de ópera: in mia mano al fin tu sei ... o cosa<br />

por el estilo.<br />

Pasaron por una casa de cambio. Miquis gritó al cochero que parase, porque se le ocurrió cambiar<br />

al punto un billete. En su delirio de acción, en su afán de realizar en breve término añejos deseos y<br />

propósitos, no quería esperar al día siguiente para pagar ciertas deudas enojosas. Cambió su billete en<br />

un momento, y Felipe, que le aguardaba en el coche, viole entrar con los bolsillos repletos de duros<br />

y pesetas. Los billetes pequeños agregábalos al paquete de los grandes.<br />

-Sigue, cochero.<br />

Eran las nueve y cuarto.<br />

135

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!