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El doctor Centeno<br />

A todo se mostraba él conforme, y más cuando ella pronunció, con tono de familiar amenaza, estas<br />

palabras:<br />

-Cuidadito con el comportamiento... Cuidadito con la manera de gastar el dinero... Mira que yo lo sé<br />

todo; mira, Alejandro, que nada se me oculta, y que sin salir nunca de este rincón, puedo enterarme<br />

de todo lo que haces. ¡Mira, Alejandro, que yo he nacido en Jueves Santo!.. Tú no seas malo... Mira<br />

que te estoy mirando siempre...<br />

Él prometió ser todo lo bueno, juicioso y arreglado que en lo humano cabe. Pues no faltaba más... Al<br />

prometerlo así, hablaba como una máquina, porque su entendimiento seguía en rebelión, arrastrado<br />

en el velocísimo giro de un vórtice de disparates. Su tía, cuando concluyó de amonestarle, se sintió<br />

tocada otra vez de aquel prurito de recorrer la habitación y apartar un insecto... Vestía la Godoy traje<br />

blanco, y el pañuelo se le había desatado Y le caía como flotante toca. Alejandro no pudo menos de<br />

representársela semejante a la imagen de la novelesca Matilde, vestida de blanquísimo hábito monjil,<br />

y los aspavientos de la buena señora eran lo más adecuado a los ademanes de la heroína cuando Malek-<br />

Adhel la roba y se la lleva en brazos, a caballo, por aquellos polvorosos desiertos.<br />

-Adiós, tía.<br />

Arrojose la señora en brazos de su sobrino y le dio un cariñoso beso... ¡Plata y verde en aquella<br />

mirada! A los ojos de Miquis, todo se trasformaba. Su tiíta parecía, por momentos, volver al prístino<br />

estado que representaba su retrato en galana y fresca miniatura; la estera amarilla y roja tomaba las<br />

sucias tintas azuladas y los garabatos de los billetes de Banco; el camello echaba bendiciones; al santo<br />

le salía una joroba, y él mismo, Alejandro...<br />

¡A la calle!<br />

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