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El doctor Centeno<br />

para ello, de echar un piropo a cualquier mujer hermosa que encontrase, ya fuera de clase humilde,<br />

ya de la más elevada.<br />

«Hombre, que te van a pegar» -le decía el Doctor.<br />

-Déjame a mí, hijí... que yo soy muy largo, -contestaba el otro-. Yo he corrido más... tú no entiendes...<br />

¡Si vieras a papá! Es un buen peje para mujeres... En casa no hay criada que dure, porque les dice cosas<br />

y les hace el amor... Mi madre se pone volada y las despide. Cuando mi padre y mi madre riñen, sale<br />

aquello de que papá quiso a la señá marquesa. Porque cuando era soltero... tú no sabes... todas las<br />

marquesas se volvían locas por papá y por su hermano, que era torero, y lo mataron en una revolución.<br />

Mi tío era un gran hombre, un peje gordo... y se echó a la calle a matar tropa por la libertad; pero le<br />

vendieron, y ese pillo de O'Donnell le mató a él... Papá tiene su retrato en la sala, pintado de tamaño<br />

de las personas, y a tantos días de tal mes, que es el universario , ¿estás, hijí?, le pone dos velas<br />

encendidas y un letrero que dice: Imitaz a este mártir .<br />

Absorto oía Felipe estas maravillosas historias, no sin reírse interiormente de la fatuidad de su<br />

amigo. En cuanto al legendario tío de Juanito, torero, miliciano y mártir de la libertad, constábale ser<br />

cierto lo del retrato de tamaño de las personas , porque lo había visto con el mencionado letrero... En<br />

estos dimes y diretes, pasaban junto al Palacio Real. Mudos contemplaron los dos un instante su mole<br />

oscura y misteriosa, tanto balcón cerrado, tanta pilastra robusta, las ingentes paredes, aquel aspecto de<br />

tallada montaña con la triple expresión de majestad, grandeza y pesadumbre. Felipe miraba aquello,<br />

en el imponente reposo de la noche, y como la primera observación que hace el espíritu humano en<br />

presencia de estos materiales símbolos del poder es siempre la observación egoísta, no desmintió él<br />

este fenómeno y dijo con toda su alma:<br />

«Juanito: ¡si esto fuera mío!...».<br />

El otro, siempre tocado de aquel escepticismo postizo, le contestó con desdén:<br />

-Pues yo... para nada lo quería... Como no me lo dieran lleno de dinero...<br />

-¡Lleno de dinero!<br />

Felipe se mareaba.<br />

-¿Pues qué crees tú? Los sótanos están todos llenos de sacos de oro y de barricas de billetes.<br />

-¿Lo has visto tú?<br />

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