REVISTA VIII.qxp - Eixo Atlantico
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A la política le corresponderá garantizar que las grandes conquistas llevadas<br />
a cabo por la democracia no se verán afectadas como consecuencia de este<br />
nuevo modelo de gobernanza autocoordinada. La gobernanza no debe ni<br />
puede entrañar, en modo alguno, la muerte y disolución de la política y del<br />
derecho, o lo que es lo mismo, la quiebra de las instituciones y principios<br />
democráticos, el resquebrajamiento y volatilización de los derechos y libertades<br />
fundamentales, la ausencia de garantías constitucionales, la desaparición<br />
de la ciudadanía, el fin de las ideologías, principios y doctrinas políticas, etc.,<br />
tal como algunos autores, y con cierto tono alarmante, vienen preconizando<br />
últimamente (J.-M. GUÉHENNO, 1995). No podemos resignarnos a perder<br />
esos espacios políticos donde en nombre de la justicia poder formular nuestras<br />
reivindicaciones; y donde podamos, también, exigir la rendición de cuentas,<br />
esa necesaria responsabilidad o accountability, a los actores políticos y sociales<br />
por sus actos. No podemos renunciar a nuestra condición de ciudadanos, conquistada<br />
y asumida como algo definitivo e irrenunciable en el marco del<br />
Estado liberal y democrático, y que nos hace portadores de unos derechos que<br />
en todo momento podemos hacer valer frente al poder político, ante la erosión<br />
de la institución estatal. Como señala F. MORATA (2004:28), la representatividad<br />
de las instituciones, la transparencia de sus actuaciones, su rendimiento<br />
y control son elementos fundamentales de la legitimidad del poder político, sin<br />
la cual no puede haber una gobernanza democrática.<br />
APROXIMACIÓNS Á GOBERNANZA NA EURORREXIÓN GALIZA-NORTE DE PORTUGAL<br />
Parece incuestionable, pues, que seguirá habiendo sitio para la política,<br />
que su función ni siquiera será secundaria, y que el modelo de gobernabilidad<br />
propugnado por la gobernanza se desarrollará a la sombra de la política, “lista<br />
para reaparecer en primer plano cuando se dan situaciones críticas en las que<br />
fallan los mecanismos autónomos de gobernación” (VALLÉS, 2000:417). En<br />
realidad, el desarrollo de las capacidades institucionales constituye un requisito<br />
y una condición necesaria y fundamental para garantizar una buena<br />
gobernanza. Seguimos necesitando de la política para lograr que esa traducción<br />
y tránsito de lo privado a lo público vuelva a ser posible, para contribuir<br />
a la recuperación de la utopía, a la fe en la capacidad humana de imaginar un<br />
mundo mejor, de interrogarse (“qué debemos hacer ante los problemas de la<br />
vida, ante los problemas de la supervivencia”), rechazando el actual credo neo-<br />
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