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LA ESENCIA DEL CRISTIANISMO Ludwig Feuerbach Prólogo a la ...

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La religión separa <strong>la</strong> esencia del hombre de el hombre. Laactividad, <strong>la</strong> gracia de Dios es <strong>la</strong> actividad propia perodesinteresada del hombre, es una voluntad libre, objetivada.Pero <strong>la</strong> inconsecuencia más grande, si se quiere tomar <strong>la</strong>experiencia, es que los hombres, por el bautismo no sonsantificados ni transformados, como un argumento contra <strong>la</strong> fe enun efecto sobrenatural del bautismo, como lo han hecho teólogosortodoxos racionalistas: porque también los mi<strong>la</strong>gros, también <strong>la</strong>fuerza objetiva de <strong>la</strong> oración, así como todas <strong>la</strong>s verdadessobrenaturales de <strong>la</strong> religión, contradicen a <strong>la</strong> experiencia. Quieninvoca a <strong>la</strong> experiencia, que renuncie a <strong>la</strong> fe. Donde <strong>la</strong> experienciaes una instancia, allí <strong>la</strong> fe religiosa y el sentido religioso handesaparecido. El incrédulo niega <strong>la</strong> fuerza objetiva de <strong>la</strong> oraciónsólo porque contradice a <strong>la</strong> experiencia; el ateo va más allátodavía, pues niega hasta <strong>la</strong> existencia de Dios porque no <strong>la</strong>encuentra en <strong>la</strong> experiencia. La experiencia interior no es para élningún argumento en contra: porque lo que en ti mismoexperimentas de <strong>la</strong> existencia de otro ser, sólo demuestra, que algoes en ti lo que no eres tú, lo que obra sobre ti en formaindependiente de tu voluntad y de tu conciencia personales, sinque sepas qué es aquel algo misterioso. Pero <strong>la</strong> fe es más fuerteque <strong>la</strong> experiencia. Los casos que <strong>la</strong> contradicen no molestan a loscreyentes en sus creencias; <strong>la</strong> fe es gozosa en sí misma; sólo tieneojos para sí misma, está cerrada para todas <strong>la</strong>s demás cosas fuerade el<strong>la</strong>.Por cierto <strong>la</strong> religión exige, también desde el punto de vistade su materialismo místico, siempre a <strong>la</strong> vez el momento de <strong>la</strong>subjetividad, de <strong>la</strong> espiritualidad; así también en los sacramentos,pero precisamente en ello manifiéstase <strong>la</strong> contradicción consigomisma. Y esta contradicción resalta especialmente en elsacramento de <strong>la</strong> comunión; porque el bautismo aprovecha a losniños, aunque también en él se exige como condición de sueficacia, el momento espiritual. Pero de una manera rara se hacolocado este momento en <strong>la</strong> fe de otras personas, en <strong>la</strong> fe de lospadres o de sus representantes o de <strong>la</strong> Iglesia en general. El objetodel sacramento de <strong>la</strong> comunión es, pues, el cuerpo de Cristo, uncuerpo verdadero; pero le faltan los predicados necesarios de <strong>la</strong>realidad fáctica. Tenemos aquí nuevamente en un ejemplo c<strong>la</strong>ro loque hemos encontrado siempre en <strong>la</strong> esencia de <strong>la</strong> religión. Elobjeto o sujeto de <strong>la</strong> sintaxis religiosa, es siempre un sujeto opredicado realmente humano o natural; pero <strong>la</strong> determinación104precisa, el predicado esencial de este predicado, es negado. Elsujeto es sensible, pero el predicado no sensible, es decir,contradice al sujeto. Distingo a un cuerpo real de un cuerpoimaginado sólo por el hecho de que aquel ejerce sobre mí efectoscorporales, efectos involuntarios. Por eso, si el pan fuera el cuerporeal de Dios, debería producir su consumo directamente efectossagrados en mí inmediatos e involuntarios, no sería necesariohacer preparaciones especiales, aportar un ánimo santo. Si yocomo una manzana, <strong>la</strong> manzana me da por sí so<strong>la</strong> el gusto de <strong>la</strong>manzana. No necesito más que a lo sumo un estómago sano, parasentir <strong>la</strong> manzana como manzana. Los católicos piden por parte delcuerpo sólo el ayuno como condición para tomar <strong>la</strong> comunión.Esto basta. Con mis <strong>la</strong>bios toco el cuerpo de Cristo, lo rompocon mis dientes, y mediante mi esófago lo llevo al estómago;asimi<strong>la</strong> al cuerpo no espiritualmente sino corporalmente. ¿Por quéentonces sus efectos no deben ser corporales? ¿Por qué esecuerpo que es a <strong>la</strong> vez corporal pero también de una esenciacelestial y sobrenatural, no debe producir en mí efectos corporales,y sin embargo, a <strong>la</strong> vez sobrenaturales y santos? Sólo mi espíritu,mi fe, transforma el cuerpo de Cristo en un cuerpo sagrado paramí, transformando el pan seco en una sustancia pneumáticamenteanimal, ¿para qué necesita entonces una cosa exterior? Pues eneste caso soy yo mismo quien produce el efecto del cuerpo sobremí, O sea su realidad; soy afectado por mí mismo. ¿Dónde quedanentonces <strong>la</strong> fuerza y <strong>la</strong> verdad objetivas? Quien indignamenteparticipa en <strong>la</strong> comunicación, no tiene otra cosa sino el consumomaterial del pan y el vino. Quien no trae nada, no lleva nada. Ladiferencia esencial entre este pan y un pan común y natural,descansa, por eso sólo, en <strong>la</strong> diferencia que hay entre el espíritudel que va a <strong>la</strong> mesa del Señor y el espíritu del que va a otra mesacualquiera. "El que come o bebe indignamente, come y bebe parasu propia condenación, porque no distingue el cuerpo del Señor"8.Pero este espíritu sólo depende del significado que yo dé a estepan. Si tiene para mí el significado de que no es pan, sino elcuerpo de Cristo, entonces tampoco tiene el efecto de un panvulgar. En el significado yace el efecto; yo no como para saciarme;como so<strong>la</strong>mente una pequeña cantidad. Luego, con respecto a <strong>la</strong>cantidad, que juega un papel esencial en todo otro consumomaterial, se anu<strong>la</strong> exteriormente el significado de un pan común.Pero este significado sólo existe en <strong>la</strong> fantasía; según lossentidos el vino queda vino, y el pan queda pan. Los escolásticos

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