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LA ESENCIA DEL CRISTIANISMO Ludwig Feuerbach Prólogo a la ...

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<strong>la</strong> vida natural y <strong>la</strong> cristiana, entre <strong>la</strong> vida sensual y mundana y unavida santa y espiritual. La vida celestial, <strong>la</strong> otra vida, no es ningunaotra vida, como <strong>la</strong> que ya aquí difiere de <strong>la</strong> vida natural, pero que, a<strong>la</strong> vez, está anc<strong>la</strong>da a esa vida natural. Lo que el cristiano excluyede sí mismo, como, por ejemplo, <strong>la</strong> vida sexual, queda tambiénexcluido de <strong>la</strong> otra vida. La diferencia sólo reside en que el<strong>la</strong> quedalibre de aquello de lo cual aquí desea ser libre y de lo cual trata delibrarse mediante <strong>la</strong> voluntad, <strong>la</strong> devoción, <strong>la</strong> mortificación, por esoesta vida es para el cristiano una vida de pena y sufrimiento,porque todavía está ligado a una contradicción, a los deseos de <strong>la</strong>carne, a <strong>la</strong>s instigaciones del diablo.La creencia de los pueblos civilizados se distingue. por lotanto, de <strong>la</strong> fe de los pueblos no civilizados, por los mismosfactores por lo que se distingue <strong>la</strong> cultura de <strong>la</strong> incultura en general,es decir, por el hecho de que <strong>la</strong> creencia de los pueblos civilizadoses una creencia abstracta, una creencia de distinción, deseparación. Donde se distingue, se juzga; pero donde se juzga seforma <strong>la</strong> distinción entre lo positivo y negativo, entre lo bueno y lomalo. La creencia de los pueblos salvajes es una creencia sinjuicio. En cambio, <strong>la</strong> civilización juzga: para el hombre civilizadosólo <strong>la</strong> vida civilizada es una vida verdadera, y para el hombrecristiano lo es sólo <strong>la</strong> vida cristiana. El hombre salvaje pasa talcomo es a <strong>la</strong> vida del más allá: esa otra vida es para él sudesnudez natural. Por lo contrario, el hombre civilizado ponereparos de una vida desenfrenada después de <strong>la</strong> muerte, porqueya en esta vida es contrario a una vida desenfrenada. Por eso, <strong>la</strong>creencia en <strong>la</strong> otra vida es so<strong>la</strong>mente <strong>la</strong> creencia en esta vidaverdadera: el contenido esencial de esta vida, es también elcontenido esencial de <strong>la</strong> otra, y por eso <strong>la</strong> creencia en el más allá,no es una creencia en una vida desconocida y distinta de ésta, sinoen <strong>la</strong> verdad y <strong>la</strong> eternidad de aquel<strong>la</strong> vida, es decir, <strong>la</strong>interminabilidad de aquel<strong>la</strong> vida que ya aquí se considera como <strong>la</strong>vida verdadera.Así como Dios no es otra cosa que <strong>la</strong> esencia del hombre,limpia de lo que al individuo humano parece malo, ya sea en sussentimientos, ya sea en sus deseos, así también <strong>la</strong> vida del másallá no es otra cosa que esta vida librada de lo que aparece comoun mal, como una restricción. Tan c<strong>la</strong>ra y precisamente como elindividuo conoce el límite como límite y el mal como mal, tan c<strong>la</strong>ray precisamente es consciente de <strong>la</strong> vida del más allá, donde estasrestricciones y estos males se suprimen. La otra vida es el79sentimiento, <strong>la</strong> representación de <strong>la</strong> libertad ante aquel<strong>la</strong>srestricciones que aquí limitan <strong>la</strong> independencia y <strong>la</strong> existencia delindividuo. La marcha de <strong>la</strong> religión se distingue de <strong>la</strong> marcha de <strong>la</strong>vida del hombre natural, razonable, por el hecho de que el<strong>la</strong>convierte el camino que aquel trazó en línea recta por ser el máscorto, en un camino curvado, haciendo de él un círculo. El hombrenatural queda en su terruño porque le gusta, porque allí se sientesatisfecho; <strong>la</strong> religión, por el contrario, empezando con undescontento, con una discordia, abandona el terruño y va a <strong>la</strong>lejanía, pero sólo para sentir allí, en <strong>la</strong> lejanía <strong>la</strong> felicidad delterruño en forma tanto más viva. El hombre se separa en <strong>la</strong> religiónde sí mismo, pero sólo para volver siempre al mismo punto dedonde ha partido. El hombre se niega, pero sólo para encontrarsenuevamente y ahora en una forma glorificada. Por eso él rechazatambién esta vida, pero sólo para encontrada nuevamente en <strong>la</strong>vida del más allá. Esta vida perdida pero encontrada nuevamente yen <strong>la</strong> que <strong>la</strong> alegría del encuentro bril<strong>la</strong> en un resp<strong>la</strong>ndor muchomás intenso, es <strong>la</strong> l<strong>la</strong>mada otra vida. El hombre religioso renuncia a<strong>la</strong>s alegrías de este mundo, pero sólo para ganar en cambio <strong>la</strong>salegrías celestiales; o renuncia a el<strong>la</strong>s porque ya se encuentra, porlo menos en forma espiritual, en posesión de <strong>la</strong>s alegríascelestiales, que son <strong>la</strong>s mismas que están libradas de <strong>la</strong>slimitaciones y los contratiempos de esta vida. Por tanto, <strong>la</strong> religión,dando un rodeo, va a parar al mismo fin, el fin de <strong>la</strong> alegría, al cualel hombre natural corre en línea directa. La esencia en <strong>la</strong> imagen,es <strong>la</strong> esencia de <strong>la</strong> religión. La religión sacrifica <strong>la</strong> cosa a <strong>la</strong>imagen. La vida del más allá, es esta vida, vista en el espejo de <strong>la</strong>fantasía; es <strong>la</strong> imagen encantadora: es, en el sentido de <strong>la</strong> religión,<strong>la</strong> imagen original de esta vida: esta vida real sólo es un vagoresp<strong>la</strong>ndor de aquel<strong>la</strong> vida espiritual y figurada. La otra vida es estavida embellecida purificada de <strong>la</strong> materia tosca. El embellecimiento,<strong>la</strong> mejora, supone un reproche, un descontento. Pero este reprochees sólo superficial. No rechazo el objeto, sólo que así como es, nome gusta; rechazo sólo <strong>la</strong>s cualidades, no el objeto mismo, de locontrario insistiría en su destrucción. Una casa que no me gusta deninguna manera, <strong>la</strong> hago demoler y no embellecer. La fe en <strong>la</strong> otravida rechaza a este mundo pero no a su esencia; sólo que asícomo es no le agrada. La alegría sienta bien a los que creen en <strong>la</strong>otra vida, ¿quién no sentiría <strong>la</strong> alegría como algo verdadero, comoalgo esencial? Pero no le gusta que aquí, después de <strong>la</strong> alegría,sigan sentimientos contrarios, que <strong>la</strong> alegría aquí sea transitoria.Por eso coloca también <strong>la</strong> alegría en <strong>la</strong> otra vida, pero como unaalegría eterna, ininterrumpida y divina. El más allá es para él una

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