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LA ESENCIA DEL CRISTIANISMO Ludwig Feuerbach Prólogo a la ...

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de su individualidad. Para hombre sensible un Dios insensible seríaun Dios abstracto y negativo, es decir, una negación, porque lefalta lo que le es santo y valioso para el hombre. Dios es para elhombre el contenido de sus sensaciones e ideas más sublimes, essu registro, en el cual escribe los nombres de sus seres más carosy sagrados.Es una característica del instinto femenino recoger yconservar lo recogido, no abandonar a <strong>la</strong>s ondas del olvido, a <strong>la</strong>casualidad del recuerdo y en general a sí mismo lo que existe devalioso para uno. Un espíritu liberal se expone al peligro de unavida derrochadora y disoluta; el espíritu religioso que todo lo une,no se pierde en <strong>la</strong> vida sensual; pero en cambio está expuesto a <strong>la</strong>falta de liberalidad, al egoísmo espiritual y al lucro. Por eso mismo,el irreligioso parece para el religioso un hombre subjetivo yautoritario, altivo y frívolo, pero no porque para él no fuera santo loque lo es para aquél, sino porque aquello que el irreligioso tienesólo en su inteligencia, lo tiene el religioso también como objetoque está por encima de él y con respecto al cual se encuentra enre<strong>la</strong>ción de una subordinación formal. En una pa<strong>la</strong>bra, el religiosotiene un punto de recogimiento y un fin y porque tiene un fin tieneuna base firme. N o <strong>la</strong> voluntad como tal, no el saber vago -sólo <strong>la</strong>actividad teleológica que es <strong>la</strong> unidad de <strong>la</strong> actividad teórica ypráctica, da al hombre una base moral, un carácter. Por eso mismocada hombre debe tener un Dios, es decir, un objetivo final. Elobjetivo final es el instinto consciente y esencial de <strong>la</strong> vida, es <strong>la</strong>mirada genial, es el punto luminoso del conocimiento de sí mismo,es <strong>la</strong> unidad de <strong>la</strong> naturaleza y del espíritu en el hombre. Quientiene un fin final, tiene una ley que está por encima de él; no sólose gobierna a sí mismo, sino que es también gobernado. Quien notiene fin final no tiene ni patria ni terruño. La desgracia más grandees <strong>la</strong> falta de finalidad. Hasta quien tiene un objetivo vulgar seencuentra en mejores condiciones que aquel que no tiene ningúnfin. Éste limita; pero el límite es el maestro de <strong>la</strong> virtud. Quien tieneun fin que es en sí verdadero y esencial, tiene con ello religiónaunque no en el sentido limitado de <strong>la</strong> plebe teológica, pero sí -yesto es lo más importante- en el sentido de <strong>la</strong> razón, en el sentidode <strong>la</strong> verdad.CAPÍTULO VIIEl misterio de <strong>la</strong> Trinidad y <strong>la</strong> madre de Dios31ASÍ COMO UN DIOS SIN SENTIMIENTO, sin <strong>la</strong> capacidadde sufrir, no basta al hombre por ser éste un ser sensible y un serque sufre, así no le basta tampoco un ser que sólo tengasentimiento, un ser sin entendimiento y sin voluntad. So<strong>la</strong>mente unser que represente en sí todo el hombre, puede también satisfaceral hombre enteramente. La conciencia del hombre es por sí en sutotalidad <strong>la</strong> conciencia de <strong>la</strong> Trinidad. La Trinidad reúne <strong>la</strong>sdeterminaciones, o sea <strong>la</strong>s fuerzas que hasta ahora han sidoconsideradas separadamente y reduce <strong>la</strong> esencia general de <strong>la</strong>inteligencia, vale decir, Dios como Dios, en un ser especial, unafacultad especial.Lo que es designado por <strong>la</strong> teología como reproducción,imagen y símbolo de Trinidad lo debemos sólo concebir como <strong>la</strong>cosa misma, <strong>la</strong> esencia y el original para resolver el enigma. Lasimágenes supuestas por <strong>la</strong>s cuales se trataba de hacercomprensible a <strong>la</strong> Trinidad, eran principalmente: el espíritu, <strong>la</strong>inteligencia, <strong>la</strong> memoria, <strong>la</strong> voluntad y el amor.Dios piensa y Dios ama, pero pensando y amándose a símismo; lo pensado y lo amado es Dios mismo: La objetivación de<strong>la</strong> autoconciencia es lo primero que encontramos en <strong>la</strong> Trinidad. Laautoconciencia se impone necesariamente y por sí so<strong>la</strong> al hombrecomo algo absoluto. Existir es para él lo mismo que ser conscientede sí mismo. Ser con conciencia es para. él simplemente ser. El noexistir o el existir sin saber que se existe significa lo mismo. Laconciencia propia tiene para el hombre, en efecto, un significadoabsoluto. Un Dios que no se conoce a sí mismo, un Dios sinconciencia, no es Dios. Así como el hombre no puede pensar en sísin <strong>la</strong> conciencia, así tampoco lo puede hacer Dios. Laautoconciencia divina no es otra cosa que <strong>la</strong> conciencia de <strong>la</strong>conciencia como esencialidad absoluta o divina.Por lo demás, no se ha agotado con ello el concepto detrinidad en ninguna forma. Sería más bien absolutamente arbitrariosi redujéramos a ello el secreto de <strong>la</strong> Trinidad limitándo<strong>la</strong> de estamanera. La conciencia, <strong>la</strong> inteligencia, <strong>la</strong> voluntad y el amor, en elsignificado de seres o determinaciones abstractas, sólo pertenecena <strong>la</strong> filosofía abstracta. Pero <strong>la</strong> religión es <strong>la</strong> conciencia del hombre,de sí mismo, de su totalidad viviente, en lo que <strong>la</strong> unidad de <strong>la</strong>conciencia propia sólo existe como <strong>la</strong> unidad perfecta del yo y deltú.

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