vida mejor, Dios no es ni justo ni bueno. De este modo, <strong>la</strong> justicia ybondad de Dios se hacen depender de <strong>la</strong> inmortalidad de losindividuos; pero sin justicia y sin bondad, Dios no es Dios; <strong>la</strong>divinidad y <strong>la</strong> existencia de Dios, se hace, por lo tanto, depender de<strong>la</strong> existencia de los individuos. Si no soy inmortal no creo en ningúnDios; quien niega <strong>la</strong> inmortalidad, niega a Dios. Pero esto no lopuedo creer de ninguna manera: y tan cierto como hay un Dios, tancierta es mi eterna felicidad. Precisamente Dios es <strong>la</strong> certeza de mibeatitud. El interés que hay en <strong>la</strong> existencia de Dios, es el mismointerés que hay en que yo sea eterno. Dios es mi existenciatomada en préstamo, mi existencia cierta: él es <strong>la</strong> subjetividad delos sujetos, <strong>la</strong> personalidad de <strong>la</strong>s personas. ¿Cómo, entonces, nocorrespondería a <strong>la</strong>s personas lo que corresponde a <strong>la</strong>personalidad? En Dios convierto mi futuro en un presente o másbien el verbo en un sustantivo. ¿Cómo podría separarse el uno delotro? Dios es <strong>la</strong> existencia correspondiente a mis deseos ysentimientos: él es el Dios justo y bondadoso que cumple misdeseos. La naturaleza, este mundo, es una existencia quecontradice a mis deseos y mis sentimientos. Aquí nada es comodebe ser -este mundo pasa- pero Dios es el Ser, que es comodebe ser. Dios cumple mis deseos, esta frase es sólo <strong>la</strong>personificación popu<strong>la</strong>r de <strong>la</strong> otra: Dios es el que cumple misdeseos, es decir, es <strong>la</strong> realidad y el cumplimiento de mis anhelos.Pero el cielo es precisamente aquel<strong>la</strong> existencia que corresponde amis deseos y mis anhelos. Luego, no hay ninguna diferencia entreDios y el cielo. Dios es <strong>la</strong> fuerza mediante <strong>la</strong> cual el hombre realizasu eterna felicidad. Dios es <strong>la</strong> personalidad absoluta en <strong>la</strong> cualtodas <strong>la</strong>s diferentes personas tienen <strong>la</strong> certidumbre de su eternafelicidad e inmortalidad; Dios es <strong>la</strong> certeza suprema y última delhombre, de <strong>la</strong> absoluta verdad de su esencia.La doctrina de <strong>la</strong> inmortalidad es <strong>la</strong> doctrina final de <strong>la</strong>religión, es su testamento en que manifiesta su último deseo. Poreso aquí enuncia c<strong>la</strong>ramente lo que en otras oportunidades cal<strong>la</strong>.Cuando se trata en otros casos de <strong>la</strong> existencia de otro ser, se trataaquí c<strong>la</strong>ramente sólo de <strong>la</strong> propia existencia; cuando, además, elhombre en <strong>la</strong> religión hace depender su existencia de <strong>la</strong> existenciade Dios, aquí hace depender <strong>la</strong> existencia de Dios de su propiaexistencia; lo que para él es, en otros tiempos, una verdad primariae inmediata, le es por lo tanto aquí una verdad derivada ysecundaria si yo no soy eterno, Dios no es Dios; cuando no hayninguna inmortalidad no hay Dios. Y a esta conclusión ha llegadoya el apóstol, diciendo: "si nosotros no resucitamos, Cristo tampoco76ha resucitado, y todo es nada. Comamos y bebamos entonces".Por cierto, se puede evitar el momento aparente y realmenteescandaloso que hay en los argumentos popu<strong>la</strong>res, al evitar <strong>la</strong>forma final: pero sólo haciendo de <strong>la</strong> inmortalidad una verdadanalítica, de manera que precisamente el concepto de Dios, comode una personalidad o subjetividad absoluta, es de por sí elconcepto de <strong>la</strong> inmortalidad. Dios es <strong>la</strong> garantía de mi futuraexistencia, porque ya es <strong>la</strong> certidumbre y <strong>la</strong> verdad de mi existenciaactual, mi salvación, mi cielo, y mi protección contra <strong>la</strong>s fuerzas delmundo exterior; luego, no necesito ya expresamente deducir <strong>la</strong>inmortalidad o recalcada como una verdad especial; si tengo aDios, tengo inmortalidad. Éste era el caso de los místicos cristianosmás profundos; para ellos estaba el concepto de <strong>la</strong> inmortalidad enel concepto de Dios; Dios era para ellos un ser inmortal, Diosmismo <strong>la</strong> felicidad subjetiva, es decir, era para ellos, para suconciencia, lo que es en sí, lo que es en <strong>la</strong> esencia de <strong>la</strong> religión.Luego, está demostrado que Dios es el cielo, que ambascosas Son idénticas. Más fácil habría sido demostrar lo contrarío, osea, que el cielo es el verdadero Dios de los hombres. Así como elhombre se imagina su cielo, así se imagina su Dios; el contenidode su cielo, es el contenido de su Dios, sólo que él se figura el cieloen forma real, lo que en Dios sólo concibe en forma de unbosquejo, de un esbozo. El cielo es, por lo tanto, <strong>la</strong> c<strong>la</strong>ve de lossecretos más intrínsecos de <strong>la</strong> religión. Así como el cielo esobjetivamente <strong>la</strong> esencia abierta de <strong>la</strong> divinidad, así es también,subjetivamente, <strong>la</strong> manifestación más c<strong>la</strong>ra de los pensamientos eideas más intrínsecas de <strong>la</strong> religión. Por eso <strong>la</strong>s religiones son tandiferentes como sus cielos y hay tantos cielos diferentes como haydiferentes c<strong>la</strong>ses de hombres. Hasta los mismos cristianos seforjan una idea del cielo muy diferente.Sólo los más astutos entre ellos no dicen ni piensan nada enconcreto sobre el cielo y el más allá en general, porque dicen quees inconcebible, y que, por eso, sólo puede ser pensado según unamedida válida únicamente para este mundo. Todas <strong>la</strong>srepresentaciones, dicen, son so<strong>la</strong>mente figuras con que el hombrese representa el más allá, cuya esencia es desconocida, pero cuyaexistencia es segura. Es el mismo caso que con Dios: <strong>la</strong> existenciade Dios -afirman- es cierta, pero qué es y cómo es, es inexplicable.Quien hab<strong>la</strong> así ya se ha quitado de <strong>la</strong> cabeza el más allá: sólocree en él o porque no reflexiona en tales cosas o porque sólo le estodavía una necesidad del corazón: pero como está demasiado
lleno de cosas reales, lo aleja de sus ideas todo lo posible: niegacon su cabeza lo que afirma con su corazón: pero niega el más alláquitándole <strong>la</strong>s cualidades por <strong>la</strong>s que para el hombre pueden serun objeto real y eficaz. La cualidad no es diferente del ser; <strong>la</strong>cualidad no es otra cosa que el ser fáctico. El ser sin cualidad esuna quimera un fantasma. Sólo por <strong>la</strong> cualidad me es dado el ser; yno se da primero el ser y luego <strong>la</strong> cualidad. De ahí que <strong>la</strong> doctrinade que sea imposible conocer y determinar a Dios y tampoco almás allá, no son, en un principio, doctrinas religiosas: son más bienproductos de <strong>la</strong> irreligiosidad que, sin embargo, está todavíaapresada por <strong>la</strong> religiosidad o más bien detrás de <strong>la</strong> cual seesconde <strong>la</strong> religión y precisamente porque en un principio <strong>la</strong>existencia de Dios sólo estaba ligada con una determinada idea deDios, y <strong>la</strong> existencia del más allá sólo con una determinadarepresentación de éste. De este modo, para el cristiano es unacerteza sólo <strong>la</strong> existencia de su paraíso, del paraíso que tiene <strong>la</strong>cualidad del cristianismo; pero no el paraíso de los mahometanos oel elíseo de los griegos. La primera certeza es en todos <strong>la</strong>dos <strong>la</strong>cualidad; el ser se comprende por sí cuando <strong>la</strong> cualidad es cierta.En el Nuevo Testamento no hay ninguna c<strong>la</strong>se de argumentos ofrases generales donde se diga: Existe un Dios o existe una vidaeterna; sino que sólo se indican <strong>la</strong>s propiedades de <strong>la</strong> vidacelestial: "allí no se casarán". Esto es natural, puede uno objetar,porque se supone <strong>la</strong> existencia. Pero al decir eso ya se introduceuna distinción de reflexión en sentido religioso que en un principiono quería saber nada de tal distinción. Se supone en tal caso <strong>la</strong>existencia, pero sólo porque <strong>la</strong> cualidad ya es <strong>la</strong> existencia, pues elsentimiento religioso sólo vive en <strong>la</strong> cualidad, así como al hombrenatural sólo <strong>la</strong> existencia real, <strong>la</strong> cosa en sí, se le dan en sucualidad. Por eso en aquel<strong>la</strong> cita del Nuevo Testamento se supone<strong>la</strong> vida virginal o más bien asexual como <strong>la</strong> vida verdadera, <strong>la</strong> cual,sin embargo, se convierte necesariamente en una vida futura,porque esta vida real contradice al ideal de <strong>la</strong> vida verdadera. Pero<strong>la</strong> certidumbre de esa vida futura sólo está en <strong>la</strong> certidumbre de <strong>la</strong>cualidad de esa vida futura como de una vida verdadera, suprema,correspondiente al ideal.Donde se cree efectivamente en una vida futura, donde hayuna vida cierta, allí hay también una vida determinada,precisamente porque es cierta. Si yo no se qué y cómo seré en elfuturo, si hay una diferencia absoluta y esencial entre mi futuro y elpresente, tampoco sé qué y cómo he sido antes, y entonces sesuprime <strong>la</strong> unidad de <strong>la</strong> conciencia, se ha formado otro ser en mi77lugar, mi futura existencia es, en efecto, indistinta de <strong>la</strong> noexistencia. En cambio, si no hay ninguna diferencia esencial,entonces es también el más allá un objeto determinable ycognoscible y entonces es también verdad: yo soy el serpermanente en el cambio de <strong>la</strong>s cualidades; soy <strong>la</strong> substancia queen<strong>la</strong>za en <strong>la</strong> unidad el más acá con el más allá. ¿Cómo puede,entonces, resultarme oscuro el más allá? Al contrario: <strong>la</strong> vida deeste mundo es <strong>la</strong> vida oscura e inconcebible, que se ac<strong>la</strong>ra por <strong>la</strong>vida del más allá; aquí soy un ser complicado y enmascarado; allí<strong>la</strong> máscara se quita; allí soy el que soy en verdad. En cambio, <strong>la</strong>aseveración de que existe otra vida, una vida celestial y que seríaimposible investigar cómo y cuál es, sería sólo una invención delescepticismo religioso que se funda en una incomprensión absolutade <strong>la</strong> religión, porque es enteramente ajena a su esencia. Lo que <strong>la</strong>reflexión irreligiosamente religiosa convierte en una imagenconocida de una cosa desconocida pero cierta, es en un principio,en el sentido original y verdadero de <strong>la</strong> religión, no <strong>la</strong> imagen, sino<strong>la</strong> cosa, <strong>la</strong> esencia misma. La falta de fe, que todavía es creencia,pone <strong>la</strong> cosa en duda; pero es demasiado cobarde y carente dereflexión como para dudado directamente: sólo duda de ello encuanto duda de <strong>la</strong> imagen, o sea <strong>la</strong> representación, es decir, encuanto dec<strong>la</strong>ra <strong>la</strong> imagen sólo por una Imagen.Pero <strong>la</strong> falta de verdad y <strong>la</strong> nulidad de este escepticismo yase ha demostrado históricamente. Donde se duda de <strong>la</strong> verdad de<strong>la</strong>s imágenes de <strong>la</strong> inmortalidad, donde se duda que uno puedeexistir así como dice <strong>la</strong> fe, vale decir, sin cuerpo material fáctico, osin sexo, allí se duda también muy pronto de <strong>la</strong> existencia del másallá en general. Con <strong>la</strong> imagen, cae el objeto, porque precisamente<strong>la</strong> imagen es el objeto mismo.La creencia en el cielo, o, en general, en una vida del másallá, descansa en un juicio. Esa creencia enuncia a<strong>la</strong>banza oreproche; es de una naturaleza crítica; es una selección de floresde <strong>la</strong> flora de este mundo y esa selección de flores crítica esprecisamente el cielo. Lo que el hombre encuentra de hermoso, debello, de agradable, es para él <strong>la</strong> existencia misma, <strong>la</strong> existenciaque sólo debe existir; lo que es malo, desagradable, repugnante,es para él <strong>la</strong> existencia que no debiera existir y por eso, como sinembargo existe, es algo condenado a <strong>la</strong> no existencia. Donde <strong>la</strong>vida no se encuentra en contradicción con una sensación, con unarepresentación, una idea, y donde este sentimiento, esta idea no esabsolutamente verdadera y justificada, allí no surge una fe en otra
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