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LA ESENCIA DEL CRISTIANISMO Ludwig Feuerbach Prólogo a la ...

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La esencia de <strong>la</strong> fe no consiste en <strong>la</strong> coincidencia de <strong>la</strong> fe con<strong>la</strong> razón general, sino en su diferencia. La peculiaridad es elcondimento de <strong>la</strong> fe.Por eso su contenido mismo está ligado a un tiempo históricoy determinado, a un lugar determinado a un nombre determinado.Identificar <strong>la</strong> fe con <strong>la</strong> razón sería extinguir <strong>la</strong> diferencia entreambas. Si, por ejemplo, <strong>la</strong> creencia en el pecado de Adán no dijeraotra cosa sino que el hombre, por su naturaleza, no es como debeser, entonces atribuiría a ese hecho sólo una verdad general yracional, una verdad que conoce cada hombre y que afirma hastael salvaje con el sólo hecho de que cubre su desnudez con unapiel. Pues ¿qué otra cosa significa cubrirse sino que el individuohumano, por su naturaleza, no es así como debe ser? Por cierto, elpecado de Adán contiene esa idea general como fundamento; peroaquello que lo convierte en un objeto de fe, en una verdadreligiosa, es precisamente aquello peculiar y diferente que nocoincide con <strong>la</strong> razón universal.Debe existir siempre y necesariamente, por supuesto, unare<strong>la</strong>ción entre <strong>la</strong> reflexión y los objetos de <strong>la</strong> religión una re<strong>la</strong>ciónque, en nuestro concepto, ilumina dichos objetos pero que, en elsentido de <strong>la</strong> religión o por lo menos de <strong>la</strong> teología, los disuelve ydestruye. Por eso <strong>la</strong> presente obra aspira a demostrar que losmisterios sobrenaturales de <strong>la</strong> religión tienen por base verdadesmuy sencil<strong>la</strong>s y naturales. Para eso es imprescindible tener encuenta <strong>la</strong> diferencia esencial entre <strong>la</strong> filosofía y <strong>la</strong> religión; de locontrario, se corre el peligro de explicar <strong>la</strong> religión por el<strong>la</strong> misma.La diferencia esencial entre <strong>la</strong> religión y <strong>la</strong> filosofía <strong>la</strong> fundamenta,empero, <strong>la</strong> imagen. La religión es esencialmente. Dios mismo es unser dramático, es decir, un ser personal. Quien le quita a <strong>la</strong> religión<strong>la</strong> imagen, le quita su materia (Sache) y tiene so<strong>la</strong>mente en susmanos un caput mortuum. La imagen es, en cuanto de imagen, unacosa.En esta obra <strong>la</strong>s imágenes de <strong>la</strong> religión no serán convertidasen ideas -por lo menos no en el sentido de <strong>la</strong> filosofía especu<strong>la</strong>tivade <strong>la</strong> religión- ni serán convertidas en cosas; sino que seránconsideradas como imágenes, vale decir, que <strong>la</strong> teología serátratada no como una pragmatología mística, tal como lo hace <strong>la</strong>mitología cristiana, ni como ontología, tal como lo hace <strong>la</strong> filosofíaespecu<strong>la</strong>tiva de <strong>la</strong> religión, sino como patología psíquica.El método seguido en este libro por el autor esabsolutamente objetivo, como el método de <strong>la</strong> química analítica.Por eso, donde es necesario y posible, se cita documentosprobatorios, en parte en el mismo texto, en parte en <strong>la</strong>s notas de<strong>la</strong>péndice, para legitimar <strong>la</strong>s conclusiones obtenidas por el análisis,vale decir, para demostrar que estas conclusiones sonobjetivamente fundadas. Por lo tanto, si los resultados de estemétodo son l<strong>la</strong>mativos e ilegítimos, entonces habrá que ser tanjusto como para atribuirlo no al método sino al objeto.El hecho de que el autor haya buscado sus testimonios en e<strong>la</strong>cervo de los siglos pasados tiene su razón de ser. También elcristianismo ha tenido sus tiempos clásicos, y sólo aquelloverdaderamente grande y clásico es digno de ser pensado; lodemás pertenece al foro de lo cómico o de <strong>la</strong> sátira. Por lo tanto,para poder estimar el cristianismo como un objeto digno deconsideración el autor debió prescindir del cristianismo disoluto ysin carácter, confortable, literario, versátil, epicúreo de hoy, y hatenido que remitirse a los tiempos en que <strong>la</strong> novia de Cristo eratodavía una virgen casta e inmacu<strong>la</strong>da, que aún no habíaentretejido en <strong>la</strong> corona de espinas de su novio celeste los mirtos yrosas de <strong>la</strong> Venus pagana, para no desmayarse ante el aspecto deun Dios sufriente; tiempo en que el<strong>la</strong>, pobre por cierto, en tesorosterrestres, se sentía sin embargo sumamente rica y feliz en el gocede los secretos de un amor sobrenatural.El cristianismo de hoy no tiene más testimonios que los de susordidez y raquitismo. Si acaso aún poseyera algo, no lo tendríapor sí mismo, pues vive de <strong>la</strong> limosna del pasado. En efecto, si elcristianismo moderno hubiera sido objeto digno de una críticafilosófica, el autor se habría ahorrado <strong>la</strong> <strong>la</strong>bor de <strong>la</strong> reflexión y delestudio que le ha costado esta obra. Pues lo que en este libro serádemostrado, por decir así, a priori, o sea, el hecho de que elsecreto de <strong>la</strong> teología es <strong>la</strong> antropología, ha sido evidenciado, hacemucho, a posteriori por <strong>la</strong> historia de <strong>la</strong> teología. La historia deldogma, mejor dicho de <strong>la</strong> teología en general, es <strong>la</strong> crítica deldogma y de <strong>la</strong> teología. La teología ha sido convertida, hace yamucho, en una antropología. De esta manera <strong>la</strong> historia harealizado y convertido en un objeto de <strong>la</strong> conciencia lo que de porsí -y por ello el método de Hegel es completamente exacto ehistóricamente fundado- era <strong>la</strong> esencia de <strong>la</strong> teología.2

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