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LA ESENCIA DEL CRISTIANISMO Ludwig Feuerbach Prólogo a la ...

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católicos hoy todavía para demostrar que <strong>la</strong> intolerancia de <strong>la</strong>Iglesia para con los herejes es apostólica. "Si alguien no ama aNuestro Señor Jesucristo, sea anatema". (1. Cor. 16, 22). "Quiencree en el Hijo, tiene <strong>la</strong> vida eterna. Quien no cree en el Hijo, noverá <strong>la</strong> vida eterna, sino que <strong>la</strong> ira de Dios caerá sobre él" (Juan 3,36). "Y quien escandaliza a uno de los pequeñuelos que creen enmí, sería mejor para él que le fuera colgada una piedra mo<strong>la</strong>r en sucuello y que fuera tirado al mar" (Marcos, 9,42; Mateo 18,6). "Quiencree y se hace bautizar, se salvará; pero quien no cree serácondenado" (Marcos, 16, 16). La diferencia entre <strong>la</strong> fe tal como seexpresa, ya en <strong>la</strong> Biblia, y <strong>la</strong> fe como se presenta en tiemposposteriores, es sólo equivalente a <strong>la</strong> diferencia entre <strong>la</strong> semil<strong>la</strong> y <strong>la</strong>p<strong>la</strong>nta. En <strong>la</strong> semil<strong>la</strong> no se ve tan c<strong>la</strong>ramente todo lo que en <strong>la</strong>p<strong>la</strong>nta madura salta a <strong>la</strong> vista; y sin embargo <strong>la</strong> p<strong>la</strong>nta ya seencuentra en el germen o en <strong>la</strong> semil<strong>la</strong>. Pero lo que salta a <strong>la</strong> vista,esto, naturalmente, los sofistas no quieren reconocerlo; sólo seaferran a <strong>la</strong> diferencia entre <strong>la</strong> existencia desarrol<strong>la</strong>da y nodesarrol<strong>la</strong>da; <strong>la</strong> unidad entre ambas no <strong>la</strong> reconocen.La fe pasa a ser necesariamente odio, y el odio se convierteen persecución, donde <strong>la</strong> influencia de <strong>la</strong> fe no encuentraresistencia y no fracasa frente a un poder ajeno a <strong>la</strong> fe, como ser alpoder del amor, de <strong>la</strong> humanidad, de <strong>la</strong> justicia. La fe se elevanecesariamente por encima de <strong>la</strong>s leyes morales naturales. Ladoctrina de <strong>la</strong> fe es <strong>la</strong> doctrina de los deberes para con Dios, eldeber supremo es <strong>la</strong> fe. Cuanto más alto esté Dios por encima delhombre, tanto más altos están también los deberes para con Dioscomo para con el hombre. Y necesariamente los deberes para conDios, entran en colisión con los deberes humanos. Dios noso<strong>la</strong>mente es creído y representado como el ser común, el padrede los hombres, el amor -semejante fe es <strong>la</strong> fe del amor-; tambiénes representado como un ser personal, como ser en sí. Por eso,como Dios en calidad de un ser en sí se separa de <strong>la</strong> esencia delhombre, así se separan también los deberes para con Dios de losdeberes para con los hombres, separándose en los sentimientosen igual forma <strong>la</strong> fe de <strong>la</strong> moral y del amor. Que nadie diga que <strong>la</strong>fe en Dios sea <strong>la</strong> fe en el amor, en el bien, y que, por lo tanto, <strong>la</strong> fesea una expresión de sentimientos buenos. En el concepto de <strong>la</strong>personalidad desaparecen <strong>la</strong>s determinaciones morales; seconvierten en cosa secundaria, en meros accidentes. La cosaprincipal es el sujeto, el yo divino. El amor a Dios mismo en cuantoes amor hacia un ser personal, no es moral, sino amor personal.Innumerables canciones piadosas sólo están llenas del amor hacia112el Señor; pero en este amor no se ve ni una chispa de unsentimiento o idea moral elevada.La fe es para sí misma lo más sublime, porque su objeto esuna personalidad divina. Por eso hace depender <strong>la</strong> eterna felicidadde sí misma, no del cumplimiento de deberes generales humanos.Pero lo que tiene por consecuencia <strong>la</strong> eterna felicidad, esto seconvierte, en el sentido del hombre, necesariamente en <strong>la</strong> cosaprincipal. Por eso, así como intrínsecamente <strong>la</strong> moral estásubordinada a <strong>la</strong> fe, así puede y debe allí subordinarse y hastasacrificarse a esta fe exteriormente y prácticamente. Es necesarioque haya acciones en que <strong>la</strong> fe se presente diferente y hasta enforma contradictoria con respecto a <strong>la</strong> moral, acciones quemoralmente son ma<strong>la</strong>s, pero según <strong>la</strong> fe loables, porque sólotienen por fin el interés verdadero de <strong>la</strong> fe. Toda <strong>la</strong> salvación estáen <strong>la</strong> fe; por eso todo depende de <strong>la</strong> salvación por <strong>la</strong> fe. Si <strong>la</strong> feestá en peligro, está en peligro también <strong>la</strong> eterna felicidad y elhonor de Dios. Por eso <strong>la</strong> fe tiene una posición privilegiada cuandotiene como fin el fomento de sí misma; porque es el<strong>la</strong>, en el sentidoriguroso de <strong>la</strong> pa<strong>la</strong>bra, el único bien para el hombre, así como Diosmismo es el único ser bueno; por eso el primero y más altomandamiento es <strong>la</strong> fe.Precisamente porque no hay ninguna re<strong>la</strong>ción natural eintrínseca entre <strong>la</strong> fe y los sentimientos morales (más bien <strong>la</strong>esencia de <strong>la</strong> fe requiere que el<strong>la</strong> sea indiferente para con losdeberes morales, que sacrifica el amor hacia los hombres al honorde Dios, precisamente por eso se exige que <strong>la</strong> fe tenga porconsecuencia buenas obras y que se manifieste por <strong>la</strong>s obras de<strong>la</strong>mor. La fe indiferente hacia el amor, o sea <strong>la</strong> fe sin amorcontradice a <strong>la</strong> razón, al sentimiento de <strong>la</strong> justicia en el hombre, alsentimiento moral, al cual el amor se impone directamente comouna ley y como una verdad. Por eso <strong>la</strong> fe se limita de por sí, y encontradicción con su esencia, a <strong>la</strong> moral: una fe que no semanifieste por el amor, no es una fe verdadera. Pero esta limitaciónno proviene de <strong>la</strong> misma fe. Es el poder del amor, independiente de<strong>la</strong> fe, el que les imponen estas leyes; porque <strong>la</strong> cualidad moral seconvierte en un signo de <strong>la</strong> autenticidad de <strong>la</strong> fe verdadera. Laverdad de <strong>la</strong> fe se hace depender de <strong>la</strong> verdad moral, una re<strong>la</strong>ciónque en el fondo contradice a <strong>la</strong> fe.En efecto, <strong>la</strong> fe hace dichoso al hombre; pero es ciertotambién que no le proporciona ningún sentimiento verdaderamente

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