astaría para lograr el fin de <strong>la</strong> especie. Todos en conjunto tendríanen aquel ser único, que gozara <strong>la</strong> felicidad de <strong>la</strong> existencia, surepresentante satisfactorio.En efecto, <strong>la</strong> esencia del hombre es una so<strong>la</strong>; pero estaesencia es infinita; su existencia verdadera es, por ende, unavariedad infinita que se completa para manifestar <strong>la</strong> riqueza de <strong>la</strong>esencia. La unidad en <strong>la</strong> esencia es multiplicidad en <strong>la</strong> existencia.Entre yo y el otro, el otro es el representante de <strong>la</strong> especie, aunquesea uno solo, pues sustituye para mí <strong>la</strong> necesidad de muchosotros, tiene para mí un significado universal y es el diputado de <strong>la</strong>humanidad quien hab<strong>la</strong> en su nombre, a mí el solitario, por cuyarazón sólo tengo una vida humana, una vida de comunidad, auncuando estoy ligado con una so<strong>la</strong>, tiene lugar por lo tanto <strong>la</strong>diferencia esencial y cualitativa. El otro es mi tú -aunque esto valgamutuamente, mi otro yo, el hombre objetivado para mí, mi interiormanifiesto-, el ojo que se ve a sí mismo. Sólo en el otro tengo <strong>la</strong>conciencia de <strong>la</strong> humanidad; por medio de él siento que soy esehombre; en el amor hacia él me doy cuenta de que él me pertenecea mí y yo a él, que los dos no podemos existir el uno sin el otro,que sólo <strong>la</strong> comunidad hace <strong>la</strong> humanidad. Pero de <strong>la</strong> mismamanera se encuentra también una diferencia moral, colectiva ycrítica entre el yo y el tú. El otro es para mí una concienciaobjetivada: me reprocha mis faltas, aunque no me <strong>la</strong>s digaexpresamente: es mi sentimiento del pudor personificado. Laconciencia de <strong>la</strong> ley moral, del derecho, de <strong>la</strong> decencia, de <strong>la</strong>misma verdad, sólo está ligada a <strong>la</strong> conciencia del otro. Verdad esaquello en que el otro coincide conmigo, <strong>la</strong> coincidencia es <strong>la</strong>primera característica de <strong>la</strong> verdad, pero sólo porque <strong>la</strong> especie es<strong>la</strong> última medida de <strong>la</strong> verdad. Todo lo que yo pienso sólo deacuerdo a mi individualidad, no liga al otro, puede ser pensado dediferente manera, es una opinión casual y subjetiva. Pero lo quepienso de acuerdo con <strong>la</strong> medida de <strong>la</strong> especie, lo pienso sólocomo el hombre en general puede pensar siempre, y lo que enconsecuencia cada uno debe pensar, si es que quiere pensarnormal, legal y conscientemente. Verdad es aquello que coincidecon <strong>la</strong> esencia de <strong>la</strong> especie, falso lo que <strong>la</strong> contradice. Otra ley de<strong>la</strong> verdad no existe. Pero el otro hombre es, frente a mí, elrepresentante de <strong>la</strong> especie, el representante de los demás, y sujuicio puede valerme más que el juicio de una muchedumbreinnumerable. "Aunque el char<strong>la</strong>tán tenga un auditorio numerosocomo <strong>la</strong> arena del mar, <strong>la</strong> arena es arena, pero <strong>la</strong> per<strong>la</strong> es mía yesta per<strong>la</strong> eres tú, mi razonable amigo". Por eso el ap<strong>la</strong>uso de los70demás es para mí <strong>la</strong> característica de <strong>la</strong> legalidad, de <strong>la</strong>universalidad, de <strong>la</strong> verdad de mis ideas. Eso no puede desligarmede mí mismo, de modo que pueda juzgarme enteramente libre y sinintereses; pero el otro tiene un juicio imparcial, por él corrijo,completo y amplío mi propio juicio, mi propio gusto, mi propioconocimiento. En una pa<strong>la</strong>bra, hay una diferencia cualitativa ycrítica entre los hombres. Pero el cristianismo extingue estasdiferencias cualitativas; considera a todos los hombres iguales y lostoma como un mismo individuo, porque no admite ningunadiferencia entre <strong>la</strong> especie y el individuo: tiene un remedio paratodos los hombres, sin diferencia, y reconoce un mismo maloriginal en todos.Precisamente porque el cristianismo, debido a su subjetividadexagerada, no sabe nada de <strong>la</strong> especie, en <strong>la</strong> cual se encuentraexclusivamente <strong>la</strong> solución, <strong>la</strong> justificación, <strong>la</strong> reconciliación y <strong>la</strong>curación de los pecados y de los defectos del individuo, necesitabade una ayuda sobrenatural y especial que a su vez también fueseso<strong>la</strong>mente personal y subjetiva, para vencer el pecado. Si yo solofuese <strong>la</strong> especie, si fuera de mí no pudieran existir otros hombrescualitativamente diferentes, o lo que es lo mismo, si no hubieseninguna diferencia entre yo y el otro, si nosotros todos fuésemoscompletamente iguales, si mis pecados no pudieran serneutralizados y borrados por <strong>la</strong>s cualidades opuestas de otroshombres, entonces mi pecado sería una mancha que gritaría alcielo, una abominación que indignaría y que sólo podría serborrada por medios extraordinarios, sobrehumanos, mi<strong>la</strong>grosos.Pero felizmente existe una reconciliación natural. El otro es de porsí el mediador entre yo y <strong>la</strong> sagrada idea, de <strong>la</strong> especie. "El hombrees el Dios para el hombre." Mi pecado ya ha sido remitido a suslímites y rechazado por su nada, por el hecho de que es so<strong>la</strong>mentemío, pero no aún el pecado del otro.CAPÍTULO XVlIlEl significado cristiano del celibato libre y de <strong>la</strong> vida monásticaEL CONCEPTO DE <strong>LA</strong> ESPECIE Y con ello el significado de<strong>la</strong> vida conyugal había desaparecido con el cristianismo. Estehecho confirma nuevamente <strong>la</strong> tesis expresada anteriormente, deque el cristianismo no contiene en sí el principio de <strong>la</strong> cultura.Pues, donde el hombre destruye <strong>la</strong> diferencia entre <strong>la</strong> especie y el
individuo, dec<strong>la</strong>rando esta unidad por el ser supremo, igualándolo aDios, donde por lo tanto <strong>la</strong> idea de <strong>la</strong> humanidad sólo le es objetocomo idea de <strong>la</strong> divinidad, allí <strong>la</strong> necesidad de <strong>la</strong> cultura hadesaparecido; el hombre lo tiene ya todo en sí mismo, pues tienetodo en su Dios. En consecuencia, no necesita completarse porotro representante de <strong>la</strong> especie, o por <strong>la</strong> contemp<strong>la</strong>ción del mundoen general, en cuya necesidad sólo se funda el estímulo de <strong>la</strong>cultura. El hombre alcanza su fin solo, pues lo alcanza en Dios;Dios mismo es esta meta alcanzada, este fin supremo, realizado,de <strong>la</strong> humanidad; pero Dios está presente para cada individuoexclusivamente. Dios es <strong>la</strong> única necesidad de los cristianos; ellosno necesitan de <strong>la</strong> especie humana, ni del mundo; no necesitan delos demás. Pero precisamente Dios representa para mí <strong>la</strong> especie,representa al otro; más aún, en <strong>la</strong> aversión del mundo, en <strong>la</strong>separación completa de ésta, siento más que nunca <strong>la</strong> necesidadde tener a Dios y siento su presencia, siento lo que Dios es y loque debe ser para mí. C<strong>la</strong>ro está que el hombre religioso necesitatambién de <strong>la</strong> comunidad, pues <strong>la</strong> edificación común es unanecesidad; pero <strong>la</strong> necesidad del otro es de por sí siempre algosumamente subordinado. La salvación del alma es <strong>la</strong> ideafundamental y <strong>la</strong> cosa fundamental del cristianismo; pero estasalvación sólo se encuentra en Dios, sólo en <strong>la</strong> concentración conrespecto a él. La actividad para los demás es una actividad exigida,una condición de <strong>la</strong> salvación; pero el fundamento de <strong>la</strong> salvaciónes Dios, <strong>la</strong> re<strong>la</strong>ción inmediata con Dios. Y hasta <strong>la</strong> actividad paralos demás, sólo tiene un significado religioso, sólo tiene <strong>la</strong> re<strong>la</strong>cióncon Dios como fundamento y fin; es en el fondo sólo una actividadpara Dios, para glorificar su nombre y divulgar su gloria. Pero Dioses subjetividad absoluta, <strong>la</strong> subjetividad separada del mundo,extramundial, librada de <strong>la</strong> materia, de <strong>la</strong> vida conyugal y, con ello,de <strong>la</strong> diferencia sexual. La separación del mundo, de <strong>la</strong> materia, de<strong>la</strong> vida conyugal, es, por consiguiente, <strong>la</strong> meta esencial delcristianismo!. Y este objeto se ha realizado en forma sensible en <strong>la</strong>vida monacal.Es engañarse a sí mismo el querer derivar <strong>la</strong> vida monacalso<strong>la</strong>mente del Oriente. Por lo menos, si esta deducción tiene quetener valor, hay que ser justo derivando <strong>la</strong> tendencia de <strong>la</strong>cristiandad opuesta a <strong>la</strong> vida en el c<strong>la</strong>ustro, no del cristianismo sinodel espíritu y de <strong>la</strong> naturaleza del Occidente. Pero, ¿cómo seexplica entonces el entusiasmo del Occidente por <strong>la</strong> vida monacal?Más bien debe inferirse <strong>la</strong> vida en el c<strong>la</strong>ustro directamente delcristianismo: era una consecuencia necesaria de <strong>la</strong> fe en el cielo71prometido a <strong>la</strong> humanidad por el cristianismo. Donde <strong>la</strong> vidacelestial es una verdad, allí <strong>la</strong> vida terrenal es una mentira, dondetodo es fantasía y nada realidad. El que cree en una vida eterna ycelestial, no atribuye más valor a esta vida. Más bien, el<strong>la</strong> ya haperdido su valor: pues <strong>la</strong> fe en <strong>la</strong> vida celestial, es, precisamente, <strong>la</strong>fe en <strong>la</strong> nihilidad y en <strong>la</strong> desvalorización de esta vida. No puedoimaginarme <strong>la</strong> vida del otro mundo sin anhe<strong>la</strong>rlo, y sin contemp<strong>la</strong>r,con una mirada de compasión o de desprecio esta vida miserable.La vida celestial no puede ser ningún objeto, ninguna ley de <strong>la</strong> fe,sin ser a <strong>la</strong> vez una ley moral: pues debe determinar todos misactos, si es que mi vida debe coincidir con mi fe. No debo tenerapego a <strong>la</strong>s cosas pasajeras de esta tierra. No debo, ni tampocoquiero hacerlo, porque, ¿qué son todas <strong>la</strong>s cosas de esta tierra encomparación con <strong>la</strong> gloria de <strong>la</strong> vida celestial?.La cualidad de aquel<strong>la</strong> vida depende de <strong>la</strong> cualidad moral deesta vida; pero <strong>la</strong> moralidad misma es determinada por <strong>la</strong> fe en <strong>la</strong>vida eterna.Y esta moralidad correspondiente a <strong>la</strong> vida sobrenatural, sóloes <strong>la</strong> aversión de este mundo, <strong>la</strong> negación de esta vida. Pero <strong>la</strong>prueba sensible de esta aversión espiritual, es <strong>la</strong> vida monacal..Todas <strong>la</strong>s cosas, finalmente, deben representarse exteriormente yen forma sensible. La vida monacal y en general <strong>la</strong> vida ascética es<strong>la</strong> vida celestial tal como aquí se lleva y puede llevarse. Si mi almapertenece al cielo ¿por qué y cómo puedo yo entonces con elcuerpo pertenecer a <strong>la</strong> tierra? El alma vivifica al cuerpo. Perocuando el alma está en el cielo, el cuerpo es abandonado, hamuerto, y ha muerto entonces el órgano de en<strong>la</strong>ce entre el mundoy el alma. La muerte, <strong>la</strong> separación del cuerpo, por lo menos deese cuerpo groseramente material y pecaminoso, es <strong>la</strong> entradahacia el cielo. Pero si <strong>la</strong> muerte es <strong>la</strong> condición de <strong>la</strong> beatitud y' de<strong>la</strong> perfección moral, entonces, necesariamente <strong>la</strong> mortificación y <strong>la</strong>abnegación son <strong>la</strong>s únicas leyes de <strong>la</strong> moral. La muerte moral es <strong>la</strong>anticipación necesaria de <strong>la</strong> muerte natural, es necesaria, porquesería altamente inmoral esperar <strong>la</strong> conquista del cielo en elmomento de <strong>la</strong> muerte sensitiva, dado que ésta no es ningunamuerte moral, sino natural, un acto común al hombre y al animal.Por eso <strong>la</strong> muerte debe ser elevada al grado de una muerte moral,a un acto de independencia. "Yo muero diariamente" dice e<strong>la</strong>póstol, y este lema lo usó San Antonio, el fundador de <strong>la</strong> vidamonacal, como lema de su vida.
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