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LA ESENCIA DEL CRISTIANISMO Ludwig Feuerbach Prólogo a la ...

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individuo, dec<strong>la</strong>rando esta unidad por el ser supremo, igualándolo aDios, donde por lo tanto <strong>la</strong> idea de <strong>la</strong> humanidad sólo le es objetocomo idea de <strong>la</strong> divinidad, allí <strong>la</strong> necesidad de <strong>la</strong> cultura hadesaparecido; el hombre lo tiene ya todo en sí mismo, pues tienetodo en su Dios. En consecuencia, no necesita completarse porotro representante de <strong>la</strong> especie, o por <strong>la</strong> contemp<strong>la</strong>ción del mundoen general, en cuya necesidad sólo se funda el estímulo de <strong>la</strong>cultura. El hombre alcanza su fin solo, pues lo alcanza en Dios;Dios mismo es esta meta alcanzada, este fin supremo, realizado,de <strong>la</strong> humanidad; pero Dios está presente para cada individuoexclusivamente. Dios es <strong>la</strong> única necesidad de los cristianos; ellosno necesitan de <strong>la</strong> especie humana, ni del mundo; no necesitan delos demás. Pero precisamente Dios representa para mí <strong>la</strong> especie,representa al otro; más aún, en <strong>la</strong> aversión del mundo, en <strong>la</strong>separación completa de ésta, siento más que nunca <strong>la</strong> necesidadde tener a Dios y siento su presencia, siento lo que Dios es y loque debe ser para mí. C<strong>la</strong>ro está que el hombre religioso necesitatambién de <strong>la</strong> comunidad, pues <strong>la</strong> edificación común es unanecesidad; pero <strong>la</strong> necesidad del otro es de por sí siempre algosumamente subordinado. La salvación del alma es <strong>la</strong> ideafundamental y <strong>la</strong> cosa fundamental del cristianismo; pero estasalvación sólo se encuentra en Dios, sólo en <strong>la</strong> concentración conrespecto a él. La actividad para los demás es una actividad exigida,una condición de <strong>la</strong> salvación; pero el fundamento de <strong>la</strong> salvaciónes Dios, <strong>la</strong> re<strong>la</strong>ción inmediata con Dios. Y hasta <strong>la</strong> actividad paralos demás, sólo tiene un significado religioso, sólo tiene <strong>la</strong> re<strong>la</strong>cióncon Dios como fundamento y fin; es en el fondo sólo una actividadpara Dios, para glorificar su nombre y divulgar su gloria. Pero Dioses subjetividad absoluta, <strong>la</strong> subjetividad separada del mundo,extramundial, librada de <strong>la</strong> materia, de <strong>la</strong> vida conyugal y, con ello,de <strong>la</strong> diferencia sexual. La separación del mundo, de <strong>la</strong> materia, de<strong>la</strong> vida conyugal, es, por consiguiente, <strong>la</strong> meta esencial delcristianismo!. Y este objeto se ha realizado en forma sensible en <strong>la</strong>vida monacal.Es engañarse a sí mismo el querer derivar <strong>la</strong> vida monacalso<strong>la</strong>mente del Oriente. Por lo menos, si esta deducción tiene quetener valor, hay que ser justo derivando <strong>la</strong> tendencia de <strong>la</strong>cristiandad opuesta a <strong>la</strong> vida en el c<strong>la</strong>ustro, no del cristianismo sinodel espíritu y de <strong>la</strong> naturaleza del Occidente. Pero, ¿cómo seexplica entonces el entusiasmo del Occidente por <strong>la</strong> vida monacal?Más bien debe inferirse <strong>la</strong> vida en el c<strong>la</strong>ustro directamente delcristianismo: era una consecuencia necesaria de <strong>la</strong> fe en el cielo71prometido a <strong>la</strong> humanidad por el cristianismo. Donde <strong>la</strong> vidacelestial es una verdad, allí <strong>la</strong> vida terrenal es una mentira, dondetodo es fantasía y nada realidad. El que cree en una vida eterna ycelestial, no atribuye más valor a esta vida. Más bien, el<strong>la</strong> ya haperdido su valor: pues <strong>la</strong> fe en <strong>la</strong> vida celestial, es, precisamente, <strong>la</strong>fe en <strong>la</strong> nihilidad y en <strong>la</strong> desvalorización de esta vida. No puedoimaginarme <strong>la</strong> vida del otro mundo sin anhe<strong>la</strong>rlo, y sin contemp<strong>la</strong>r,con una mirada de compasión o de desprecio esta vida miserable.La vida celestial no puede ser ningún objeto, ninguna ley de <strong>la</strong> fe,sin ser a <strong>la</strong> vez una ley moral: pues debe determinar todos misactos, si es que mi vida debe coincidir con mi fe. No debo tenerapego a <strong>la</strong>s cosas pasajeras de esta tierra. No debo, ni tampocoquiero hacerlo, porque, ¿qué son todas <strong>la</strong>s cosas de esta tierra encomparación con <strong>la</strong> gloria de <strong>la</strong> vida celestial?.La cualidad de aquel<strong>la</strong> vida depende de <strong>la</strong> cualidad moral deesta vida; pero <strong>la</strong> moralidad misma es determinada por <strong>la</strong> fe en <strong>la</strong>vida eterna.Y esta moralidad correspondiente a <strong>la</strong> vida sobrenatural, sóloes <strong>la</strong> aversión de este mundo, <strong>la</strong> negación de esta vida. Pero <strong>la</strong>prueba sensible de esta aversión espiritual, es <strong>la</strong> vida monacal..Todas <strong>la</strong>s cosas, finalmente, deben representarse exteriormente yen forma sensible. La vida monacal y en general <strong>la</strong> vida ascética es<strong>la</strong> vida celestial tal como aquí se lleva y puede llevarse. Si mi almapertenece al cielo ¿por qué y cómo puedo yo entonces con elcuerpo pertenecer a <strong>la</strong> tierra? El alma vivifica al cuerpo. Perocuando el alma está en el cielo, el cuerpo es abandonado, hamuerto, y ha muerto entonces el órgano de en<strong>la</strong>ce entre el mundoy el alma. La muerte, <strong>la</strong> separación del cuerpo, por lo menos deese cuerpo groseramente material y pecaminoso, es <strong>la</strong> entradahacia el cielo. Pero si <strong>la</strong> muerte es <strong>la</strong> condición de <strong>la</strong> beatitud y' de<strong>la</strong> perfección moral, entonces, necesariamente <strong>la</strong> mortificación y <strong>la</strong>abnegación son <strong>la</strong>s únicas leyes de <strong>la</strong> moral. La muerte moral es <strong>la</strong>anticipación necesaria de <strong>la</strong> muerte natural, es necesaria, porquesería altamente inmoral esperar <strong>la</strong> conquista del cielo en elmomento de <strong>la</strong> muerte sensitiva, dado que ésta no es ningunamuerte moral, sino natural, un acto común al hombre y al animal.Por eso <strong>la</strong> muerte debe ser elevada al grado de una muerte moral,a un acto de independencia. "Yo muero diariamente" dice e<strong>la</strong>póstol, y este lema lo usó San Antonio, el fundador de <strong>la</strong> vidamonacal, como lema de su vida.

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