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LA ESENCIA DEL CRISTIANISMO Ludwig Feuerbach Prólogo a la ...

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moral, no de <strong>la</strong> naturaleza, sino exclusivamente de <strong>la</strong> voluntad, esuna perfección de <strong>la</strong> voluntad, es <strong>la</strong> voluntad perfecta. Pero nopuedo concebir <strong>la</strong> voluntad perfecta. <strong>la</strong> voluntad que es idénticacon <strong>la</strong> ley, que es <strong>la</strong> misma ley, sin concebida a <strong>la</strong> vez como objetode <strong>la</strong> voluntad, vale decir, como deber para mí. En una pa<strong>la</strong>bra: <strong>la</strong>idea del ser moralmente perfecto, no es de ninguna manera sólouna idea teórica y apacible, sino que a <strong>la</strong> vez es práctica, puesincita a <strong>la</strong> acción y a <strong>la</strong> imitación y me pone en tensión ycontradicción conmigo mismo. Pues al decirme cómo debo ser, medice a <strong>la</strong> vez sin ninguna c<strong>la</strong>se de adu<strong>la</strong>ción lo que no soy y estadiscrepancia es en <strong>la</strong> religión tanto más penosa y tanto más terriblepor cuanto opone al hombre su propio ser, como si fuera otro yademás como si fuera un ser personal, como un ser que odia ymaldice a los pecadores excluyéndolos de su gracia y de <strong>la</strong> fuentede toda salvación y felicidad.¿Y de qué modo se salva el hombre de esta discrepancia queexiste entre él y el ser perfecto, de <strong>la</strong> pena de <strong>la</strong> conciencia de suspecados, del sufrimiento proveniente de <strong>la</strong> sensación de sunihilidad? ¿Cómo le quita al pecado su aguijón mortífero? Sóloconvirtiendo el corazón y el amor en <strong>la</strong> conciencia del poder y de <strong>la</strong>verdad, considerando el Ser Divino no ya como una ley, como unser moral, o un ser intelectual, sino más bien como un ser amante ycordial y que subjetivamente sea también humano.La inteligencia sólo juzga según el rigor de <strong>la</strong> ley; el corazón,en cambio, se acomoda, es benigno, benévolo, considerado,humano. A <strong>la</strong> ley, que sólo representa <strong>la</strong> perfección moral, nadiepuede satisfacer<strong>la</strong>; pero por eso mismo no basta <strong>la</strong> ley para elhombre, para el corazón. La ley condena; pero el corazón seapiada del pecador. La ley sólo me afirma como ser abstracto, elcorazón como ser real. El corazón me da <strong>la</strong> conciencia de que yosoy hombre, <strong>la</strong> ley sólo me hace ver que soy un pecador, que nosoy nada. La ley somete al hombre bajo su dominio, el amor lohace libre.El amor es el vínculo, el principio de mediación entre el serperfecto y el imperfecto, entre el ser pecaminoso y el puro, entre logeneral y lo individual, entre <strong>la</strong> ley y el corazón, entre lo divino y lohumano. El amor es Dios mismo y fuera del amor no hay Dios. E<strong>la</strong>mor hace del hombre un Dios y convierte a Dios en un hombre. E<strong>la</strong>mor fortifica lo débil y debilita lo fuerte, humil<strong>la</strong> lo altivo y eleva lohumilde, idealiza <strong>la</strong> materia y materializa al espíritu. El amor es <strong>la</strong>24unidad verdadera entre el Dios y el hombre, entre el espíritu y <strong>la</strong>naturaleza. En el amor, <strong>la</strong> naturaleza ordinaria se vuelve espíritu yel espíritu noble se vuelve naturaleza. Amor, visto desde el espíritu,significa superar el espíritu; visto desde <strong>la</strong> materia significa superar<strong>la</strong> materia. El amor es materialismo; un amor inmaterial carece desentido. En el afán del amor hacia un objeto remoto, afirma elidealista abstracto, contra su voluntad, <strong>la</strong> realidad de <strong>la</strong>sensibilidad. Pero al mismo tiempo el amor es el idealismo de <strong>la</strong>naturaleza; el amor es espíritu. Sólo el amor convierte al ruiseñoren un cantor: sólo el amor adorna los órganos de reproducción de<strong>la</strong> p<strong>la</strong>nta con un cáliz. Pero ¡cuántos mi<strong>la</strong>gros produce el amor ennuestra vida diaria! Lo que separa <strong>la</strong> fe, <strong>la</strong> confusión, <strong>la</strong> locura, loune el amor. Lo que los antiguos místicos decían de Diosexpresando que sería el ser más sublime y, sin embargo, másordinario, esto vale en realidad del amor y no de un amor soñado eimaginario sino del amor real, del amor que consta de carne y desangre.Efectivamente, sólo del amor que consta de carne y desangre, pues sólo este amor puede perdonar los pecadoscometidos por carne y sangre. Un ser exclusivamente moral nopuede perdonar lo que es contra <strong>la</strong> ley de <strong>la</strong> moralidad. Lo queniega a <strong>la</strong> ley, es negado por <strong>la</strong> ley. El juez moral que no dejapenetrar sangre humana en su sentencia, condena sinconsideraciones e inexorablemente al pecador. Por lo tanto, si seconsidera a Dios como un ser que perdona pecados, no se lecontemp<strong>la</strong> por cierto como un ser inmoral, pero tampoco como unser humano. La supresión del pecado significa <strong>la</strong> supresión de <strong>la</strong>justicia abstracta moral -y <strong>la</strong> afirmación del amor, de <strong>la</strong>misericordia, de <strong>la</strong> sentimentalidad-. Los seres abstractos no sonlos seres sensibles, misericordiosos. La misericordia es <strong>la</strong> justiciade <strong>la</strong> sensibilidad. Por eso Dios perdona los pecados de loshombres no como Dios abstracto, intelectual, sino como Diossensible hecho carne. Dios, como hombre, no peca; pero reconocey hasta se carga de los sufrimientos, de <strong>la</strong>s necesidades, de <strong>la</strong>sangustias, de <strong>la</strong> sensibilidad. La sangre de Cristo nos limpia antelos ojos de Dios de nuestros pecados y es so<strong>la</strong>mente su sangrehumana <strong>la</strong> que hace a Dios misericordioso y apaga su ira, es decir,que nuestros pecados nos son perdonados no porque no somosseres abstractos, sino porque somos seres de carne y de sangre.CAPÍTULO V

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