y <strong>la</strong>s cumple; y <strong>la</strong> fe se refiere a <strong>la</strong>s promesas, y los deseos que yahan sido cumplidos que son hechos históricos.El mi<strong>la</strong>gro es un objeto esencial del cristianismo, es uncontenido esencial de <strong>la</strong> fe. Pero ¿qué es el mi<strong>la</strong>gro? Es un deseosobrenatural realizado y nada más. El apóstol Pablo explica <strong>la</strong>esencia de <strong>la</strong> fe cristiana en el ejemplo de Abraham. Abraham nopodía esperar ninguna posteridad por vía natural. Sin embargo,Jehová se <strong>la</strong> prometió por una gracia especial. Y Abraham creía,pese a <strong>la</strong> naturaleza. Por eso también esa fe le ha sido acreditadacomo un mérito, como un acto de justicia; pues se precisa muchaimaginación, creer algo que está, por cierto, en oposición a nuestraexperiencia, por lo menos a una experiencia razonable y legal.Pero ¿cuál era el objeto de esa promesa divina? Posteridad: elobjeto del deseo humano. ¿Y en qué creía Abraham cuando creíaen Jehová? En un ser que lo puede todo, que puede cumplir todoslos deseos humanos. "¿Acaso es algo imposible a Dios?".¿Pero para qué retrocedemos hasta Abraham? Losargumentos más decisivos los tenemos mucho más cerca denosotros. El mi<strong>la</strong>gro da de comer a los hambrientos, cura a losciegos de nacimiento, a los sordos, cojos, etcétera, salva depeligros de vida, revive hasta a los muertos a pedido de susparientes. Luego el mi<strong>la</strong>gro satisface deseos humanos; perodeseos que, a <strong>la</strong> vez, son deseos que exceden lo natural, que sonsobrenaturales aunque no siempre se refieran a <strong>la</strong> misma persona,como el deseo de revivir a los muertos, pero piden una ayudami<strong>la</strong>grosa en cuanto recurren a <strong>la</strong> fuerza mi<strong>la</strong>grosa. Pero lomi<strong>la</strong>groso se diferencia del modo de satisfacer por vía natural yracional a los deseos y a <strong>la</strong>s necesidades humanas, por cuantosatisface los deseos del hombre de un modo que sería el ideal paratodo el mundo. El deseo no se limita a ninguna barrera, a ningunaley, a ningún tiempo; quiere ser cumplido sin demora einstantáneamente. Y tan rápido como el deseo es también elmi<strong>la</strong>gro. La fuerza mi<strong>la</strong>grosa obra instantáneamente, de un golpe,sin ninguna c<strong>la</strong>se de impedimentos, realizando así los deseoshumanos. No hay ningún mi<strong>la</strong>gro en que personas enfermas securen; pero que sean curadas inmediatamente por un solodictamen, éste es precisamente el misterio del mi<strong>la</strong>gro. Luego, noes el producto o el objeto -si <strong>la</strong> fuerza mi<strong>la</strong>grosa, algoabsolutamente nuevo, jamás visto, jamás imaginado, capaz derealizar cosas que ni siquiera pueden concebirse, constituyera unaactividad efectiva y esencialmente distinta y a <strong>la</strong> vez objetiva- sino58sólo es el modo y <strong>la</strong> manera por <strong>la</strong> cual <strong>la</strong> acción mi<strong>la</strong>grosa sediferencia de <strong>la</strong> acción de <strong>la</strong> naturaleza y de <strong>la</strong> inteligencia.Únicamente una acción que según su esencia y según sucontenido es natural y sensible, siendo so<strong>la</strong>mente según su modoo su forma sobrenatural o supersensible, esa acción es sólofantasía o imaginación. Por eso <strong>la</strong> fuerza del mi<strong>la</strong>gro no es otracosa que <strong>la</strong> fuerza de <strong>la</strong> imaginación.La acción mi<strong>la</strong>grosa es una fuerza teleológica. El anhelo derecuperar al Lázaro perdido, el deseo de sus parientes de tenerlonuevamente, era el motivo de <strong>la</strong> resurrección mi<strong>la</strong>grosa; el hechomismo, <strong>la</strong> satisfacción de ese deseo, era el fin. Por cierto, aquelmi<strong>la</strong>gro se hizo en honor de Dios, a fin de que el Hijo sea honradopor él, pero <strong>la</strong>s hermanas de Lázaro, que enviaron a Jesús a fin deque viniera diciéndole: "Mira a quien tú amas, está enfermo" y <strong>la</strong>slágrimas que Jesús derramó, demuestran que el mi<strong>la</strong>gro tenía unorigen y un fin humano. Su sentido es: un poder que hasta lograresucitar a un muerto, puede cumplir cualquier deseo humano. Y elhonor del Hijo consiste precisamente en que sea reconocido yadorado como aquel ser que puede lo que el hombre no puede,pero que desea poder. La acción teleológica describe, como sesabe, un círculo vicioso: en su extremo vuelve al principio. Pero <strong>la</strong>acción mi<strong>la</strong>grosa difiere de <strong>la</strong> realización general de un objeto porel hecho de que lo realiza sin medios, estableciendo una unidadinmediata entre el deseo y su complemento, describiendo enconsecuencia un círculo, pero no en línea curva, sino en línearecta, luego, en <strong>la</strong> línea más corta. Un círculo en línea recta es elsímbolo matemático del mi<strong>la</strong>gro y es su imagen. Tan ridículo comosería querer construir un círculo en línea recta, tan ridículo esquerer fundamentar filosóficamente el mi<strong>la</strong>gro. El mi<strong>la</strong>gro es, para<strong>la</strong> inteligencia, sin sentido e inconcebible, tan inconcebible comoUn hierro de madera, o un círculo sin periferia. Antes de hab<strong>la</strong>rsobre <strong>la</strong> posibilidad de si puede producirse un mi<strong>la</strong>gro, hay quedemostrar <strong>la</strong> posibilidad de si el mi<strong>la</strong>gro quiere decir que loinconcebible sea concebible. Lo que proporciona al hombre <strong>la</strong>imaginación de <strong>la</strong> pensabilidad del mi<strong>la</strong>gro, es que el mi<strong>la</strong>gro esrepresentado como un hecho sensible, y que el hombre por esoengaña a su razón mediante representaciones sensibles que seinterca<strong>la</strong>n entre <strong>la</strong> contradicción. El mi<strong>la</strong>gro de <strong>la</strong> transformación deagua en vino, por ejemplo, no dice otra cosa que el agua es vino,no expresa otra cosa sino <strong>la</strong> unidad de dos predicados o sujetosabsolutamente contradictorios; pues para el que hace mi<strong>la</strong>gros nohay ninguna diferencia entre ambas sustancias: <strong>la</strong> transformación
sólo es el fenómeno sensible de esa unidad de cosas que secontradicen. Pero <strong>la</strong> transformación encubre <strong>la</strong> contradicción,porque se interca<strong>la</strong> <strong>la</strong> representación natural de <strong>la</strong> transformación.Sin embargo no se ha hecho una transformación pau<strong>la</strong>tina, natural,o por decir así, orgánica, sino <strong>la</strong> transformación absoluta,careciente de sustancias, una verdadera creación de <strong>la</strong> nada. Porel acto mi<strong>la</strong>groso, tan misterioso y tan fatal, por el acto queconvierte el mi<strong>la</strong>gro en mi<strong>la</strong>gro, de repente, ya no se diferencianagua y vino, lo que quiere decir lo mismo que hierro es madera oes hierro de madera.El acto del mi<strong>la</strong>gro -y el mi<strong>la</strong>gro sólo es un acto fugaz- es, porlo tanto, inconcebible, pues destruye el principio del pensamiento,pero tampoco es un objeto de los sentidos, un objeto de unaexperiencia real o tan sólo posible. El agua es objeto del sentido ytambién lo es el vino; yo veo ahora el agua, y luego el vino; pero elmi<strong>la</strong>gro mismo, aquello que ha convertido esta agua tanrepentinamente en vino, no es objeto de una experiencia real oposible, porque no es ningún proceso natural. El mi<strong>la</strong>gro es unobjeto de <strong>la</strong> imaginación y precisamente por eso es también tansentimental, pues <strong>la</strong> fantasía es <strong>la</strong> actividad correspondiente alsentimiento, porque destruye todas <strong>la</strong>s barreras, todas <strong>la</strong>s leyes,que hacen mal al sentimiento, objetivando así para el hombre <strong>la</strong>satisfacción inmediata, lisa y l<strong>la</strong>namente limitada de sus deseosmás subjetivos. La sentimentalidad es <strong>la</strong> propiedad esencial delmi<strong>la</strong>gro. Por cierto hace el mi<strong>la</strong>gro una impresión solemne yconmovedora en cuanto expresa una fuerza que no tiene límites, <strong>la</strong>fuerza de <strong>la</strong> fantasía. Pero esta impresión sólo existe en el actotransitorio de <strong>la</strong> realización del mi<strong>la</strong>gro, <strong>la</strong> impresión esencial quequeda, es <strong>la</strong> del sentimiento. En el momento en que se resucita alser querido muerto, los parientes y amigos que lo rodean seasustan del poder extraordinario y omnipotente que devuelve losmuertos a <strong>la</strong> vida; pero en el mismo instante -pues los efectos delpoder mi<strong>la</strong>groso son sumamente rápidos- en que resucita, en quese ha consumado el mi<strong>la</strong>gro, los parientes abrazan al resucitado ylo llevan, derramando lágrimas de alegría, para celebrar en casauna fiesta emocional. El mi<strong>la</strong>gro proviene del sentimiento y vuelvea éste. Hasta en <strong>la</strong> representación no niega su origen. Larepresentación adecuada es so<strong>la</strong>mente <strong>la</strong> que expresa el momentoemocional. ¿Quién desconocería, en <strong>la</strong> narración de Lázaroresucitado, ese mi<strong>la</strong>gro más grande de Jesús, el tono legendarioíntimo? Pero el mi<strong>la</strong>gro es precisamente sentimental porque, comohemos dicho, satisface los deseos de los hombres, sin trabajo y sin59esfuerzo. El trabajo es asentimental, es incrédulo, es racional;puesto que el hombre en el trabajo hace depender su existencia de<strong>la</strong> acción teleológica, que proviene exclusivamente del concepto deun mundo objetivado. Pero el sentimiento no se preocupa delmundo objetivado; sale de sí mismo: es feliz en sí mismo. Elelemento de <strong>la</strong> cultura, el principio nórdico de <strong>la</strong> autodesilusión seaparta del sentimiento. El espíritu clásico, el espíritu de <strong>la</strong> cultura,es el espíritu que se autolimita por leyes, y determina <strong>la</strong> fantasía yel sentimiento, por <strong>la</strong> intuición del mundo, por <strong>la</strong> necesidad, y <strong>la</strong>verdad de <strong>la</strong> naturaleza de <strong>la</strong>s cosas. En lugar del espíritu, sepuso, debido al cristianismo, <strong>la</strong> subjetividad ilimitada,desmesurada, excesiva y sobrenatural, un principio, que en suesencia íntima se opone al principio de <strong>la</strong> ciencia, de <strong>la</strong>s culturas.Con el cristianismo, el hombre perdió el sentido, <strong>la</strong> facultad deescrutar e investigar <strong>la</strong> naturaleza, el universo. Mientras existía elcristianismo verdadero, sincero, no falsificado, desconsiderado, ymientras el cristianismo era una verdad viviente y práctica, serealizaban mi<strong>la</strong>gros verdaderos y esto necesariamente, porque <strong>la</strong>fe en mi<strong>la</strong>gros muertos, históricos y pretéritos, es una fe muerta, esel primer principio de <strong>la</strong> incredulidad, o más bien, es <strong>la</strong> primera ypor eso mismo tímida manera en que se manifiesta <strong>la</strong> no creenciaen el mi<strong>la</strong>gro. Pero donde suceden mi<strong>la</strong>gros, allí se mezc<strong>la</strong>n ciertasfiguras con <strong>la</strong> nieb<strong>la</strong> de <strong>la</strong> fantasía y del sentimiento, allí el mundo,<strong>la</strong> realidad, no es verdad, allí se considera como ser verdadero yreal únicamente al ser mi<strong>la</strong>groso sentimental, es decir, subjetivo.Para el hombre sentimental, <strong>la</strong> actividad suprema es,directamente, sin que lo quiera o sepa, <strong>la</strong> facultad imaginativa quelo domina enteramente como actividad suprema de Dios y actividadcreadora. Su sentimiento le es <strong>la</strong> autoridad y verdad inmediata; yasí como para él el sentimiento es <strong>la</strong> verdad y es lo más verdaderoy <strong>la</strong> esencia suprema, no puede prescindir de su sentimiento, nopuede subordinarlo, así es también <strong>la</strong> imaginación una verdad. Lafantasía, o sea <strong>la</strong> facultad imaginativa (que aquí no debendistinguirse aunque sean diferentes) no es para él en <strong>la</strong> mismamanera un objeto como lo es para nosotros, los hombresracionalistas, que sabemos distinguir<strong>la</strong> como subjetiva en oposicióna <strong>la</strong> intuición objetiva; el<strong>la</strong> le es más bien inmediatamente unidacon el mismo, forma una unidad con su sentimiento y por seridéntica con él y su esencia, es su intuición esencial, objetivada ynecesaria. Para nosotros <strong>la</strong> fantasía es una actividad arbitraria;pero donde el hombre no ha asimi<strong>la</strong>do el principio de <strong>la</strong> cultura y de<strong>la</strong> necesidad de formarse una idea del universo en general, donde
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vale ella por sí misma como un pod