es bello fuera de mí. O lo bueno no es de ningún modo creado parael hombre, o si lo es, entonces se reve<strong>la</strong> en ello al hombre <strong>la</strong>santidad y bondad de <strong>la</strong> esencia humana. Lo que es absolutamentecontrario a mi naturaleza, lo que no está unido conmigo por ningún<strong>la</strong>zo común, no es tampoco para mi pensable y para mi receptible.Lo santo es so<strong>la</strong>mente un objeto para mi en cuanto está enoposición a mi personalidad, pero en unidad con mi esencia. Losanto es el reproche de mi pecaminosidad: en él me veo yo comopecador; pero precisamente en ello yo me reprocho, reconozco loque no soy y cómo debo ser y por eso mismo puedo ser conformea mi determinación. En efecto, el deber sin poder es una quimeraridícu<strong>la</strong>, que no afecta a nuestra alma. Pero al reconocer lo buenocomo determinación mía y como mi ley, lo reconozco consciente oinconscientemente como mi propia esencia. Otro ser que por sunaturaleza sea distinto del mío, no me interesa. Sólo puedo percibirel pecado si lo siento como una contradicción de mí mismo, de mipersonalidad, de mi esencia. Como contradicción de un ser divinoque no sea yo mismo, el sentimiento del pecado es inexplicable ysin sentido.La diferencia entre el augustinismo y el pe<strong>la</strong>gianismo,consiste sólo en que aquél expresa en manera de <strong>la</strong> religión, lo queéste dice en <strong>la</strong> manera del racionalismo. Ambas determinacionesenseñan lo mismo, ambas adjudican al hombre lo bueno -pero elpe<strong>la</strong>gianismo en forma directa racional y moral, el augustinismo encambio indirectamente, en modo místico, es decir, religioso- lo.Porque lo que éste atribuye al Dios del hombre, se adjudica enrealidad al hombre mismo: lo que el hombre dice de Dios, lo diceen realidad de sí mismo. El augustinismo sólo sería una verdad yuna verdad opuesta al pe<strong>la</strong>gianismo, si el hombre tuviese por Diosal diablo, y si, con <strong>la</strong> conciencia de que es el diablo, lo venerasecomo su ser supremo. Pero mientras que el hombre venere un Serbueno como Dios, contemp<strong>la</strong> él en Dios su propio ser bueno.Así como pasa con <strong>la</strong> doctrina de <strong>la</strong> degeneración del serhumano, así pasa también con <strong>la</strong> doctrina idéntica con aquél<strong>la</strong>, deque el hombre no puede hacer nada bueno, es decir, que no puedehacer en realidad nada de sí mismo y con sus propios esfuerzos.La negación de <strong>la</strong> fuerza y actividad humana, sólo sería verdad siel hombre negara también en Dios <strong>la</strong> actividad moral diciendo,como el nihilista oriental o panteísta: el Ser Divino es un ser quecarece absolutamente de <strong>la</strong> voluntad de <strong>la</strong> actividad, es indiferentey no sabe nada de <strong>la</strong> diferencia entre el bien y el mal. Pero quien16determina a Dios como un Ser activo y esto como un sermoralmente crítico y activo, como un ser que ama el bien y lo obray premia que castiga, rechaza y condena el mal: quien determina aDios en tal forma, sólo aparentemente niega <strong>la</strong> actividad humana;en realidad <strong>la</strong> convierte en actividad suprema y realísima. Quienhace actuar a Dios en forma humana, dec<strong>la</strong>ra <strong>la</strong> actividad humanacomo una actividad divina, pues dice: un Dios que no fuera activo,ni moral ni humanamente, no es Dios y, en consecuencia, hacedepender el concepto de <strong>la</strong> deidad del concepto de <strong>la</strong> actividadhumana pues una actividad más alta no <strong>la</strong> conoce.El hombre -éste es el secreto de <strong>la</strong> religión- objetiva!! su sery, en consecuencia, se convierte en el objeto de estaobjetivización, transformado en un sujeto y, respectivamente, enuna persona; él se piensa que es un objeto, pero objeto de otroobjeto, de otro ser. El hombre es un objeto de Dios. Que el hombresea bueno o malo, no es indiferente para Dios, no; él tiene uninterés íntimo y fuerte en que sea bueno; el quiere que sea bueno,que sea bienaventurado -pues sin bondad no hay ningunabienaventuranza-. El hombre religioso rechaza por lo tanto <strong>la</strong>nulidad de <strong>la</strong> actividad humana haciendo de sus intenciones yacciones un objeto de Dios y convirtiendo al hombre en unafinalidad de Dios -pues lo que es objeto en el espíritu, es fin en <strong>la</strong>acción- y haciendo de <strong>la</strong> actividad divina un medio de <strong>la</strong> salvaciónhumana. Dios es activo a fin de que el hombre sea bueno y feliz.De este modo el hombre, aparentemente humil<strong>la</strong>do al extremo, esen realidad elevado al extremo.-Y así el hombre en y por medio deDios, sólo se tiene a sí mismo como última finalidad. Por cierto elhombre tiene por objeto a Dios; pero Dios no tiene otro objeto que<strong>la</strong> salvación moral y eterna del hombre, luego el hombre sólo setiene por fin a sí mismo. La actividad divina no difiere de <strong>la</strong>actividad humana.En efecto, ¿cómo podría <strong>la</strong> actividad divina actuar sobre míobjeto y hasta en mí mismo, si el<strong>la</strong> fuese una actividadcompletamente diferente de mí mismo? ¿Cómo podría tener unafinalidad humana, <strong>la</strong> finalidad de enmendar y beatificar el hombre,si el<strong>la</strong> no fuera humana? ¿Acaso no determina el fin a <strong>la</strong> acción?Cuando el hombre pone por finalidad su perfección moral,entonces toma resoluciones y propósitos divinos; pero cuando Diostiene por finalidad <strong>la</strong> salvación del hombre, entonces tiene fineshumanos y ejecuta acciones humanas que corresponden aaquellos fines. De este modo el objeto del hombre en Dios es su
propia actividad. Pero precisamente porque considera <strong>la</strong> propiaactividad sólo como una actividad objetivada diferente de él mismoy como algo bueno, recibe necesariamente también el impulso node sí mismo sino de aquel objeto. Él contemp<strong>la</strong> su propia esenciafuera de sí y esta esencia como algo bueno; se comprende por lotanto por sí mismo, es sólo una tautología que el impulso hacIa obueno le viene de aquel<strong>la</strong> parte donde ha colocado lo bueno.Dios es <strong>la</strong> esencia más íntima del hombre, <strong>la</strong> más subjetiva ymás exclusiva, luego no puede actuar por sí misma, es decir, todolo bueno viene de Dios. Cuanto más subjetivo más humano esDios, tanto más el hombre se despoja de su subjetividad, de suhumanidad, porque Dios en sí y por sí es su mismidad enajenadapero que, sin embargo, a <strong>la</strong> vez atrae todo hacia sí. Así como <strong>la</strong>actividad arterial lleva <strong>la</strong> sangre hacia todos los <strong>la</strong>dos del cuerpo y<strong>la</strong> actividad de <strong>la</strong>s venas <strong>la</strong> conduce nuevamente al corazón, asícomo <strong>la</strong> vida en general consiste en una continua sístole y diástole,así también <strong>la</strong> religión. En <strong>la</strong> sístole religiosa el hombre se despojade su propia esencia, se rechaza y condena a sí mismo; en <strong>la</strong>diástole religiosa, nuevamente recibe al ser rechazado en sucorazón. So<strong>la</strong>mente Dios es el Ser que actúa y obra por sí mismo,éste es el acto de <strong>la</strong> fuerza religiosa de repulsión; Dios es el serque obra en mí, conmigo, por mí, y para mí, es el principio de misalvación, de mis buenas intenciones y acciones y, por lo tanto, mipropio principio de ser bueno, este es el acto de <strong>la</strong> fuerza religiosade atracción. El desarrollo, arriba indicado, de <strong>la</strong> religión, consiste,si se lo considera más de cerca, en que el hombre quita a Dioscada vez más para apropiárselo a sí mismo. Al principio el hombreobjetiva todo sin diferencia alguna. Esto se ve especialmente en <strong>la</strong>fe reve<strong>la</strong>da. Lo que en un tiempo posterior o lo que para un puebloculto enseña <strong>la</strong> naturaleza o <strong>la</strong> razón, esto en un tiempo anterior opara un pueblo menos culto lo ha enseñado Dios. Los hebreosrepresentaban a todos los instintos por más naturales que fueran,hasta el instinto de <strong>la</strong> limpieza, como un mandamiento positivodivino. Por ese ejemplo vemos en seguida que Dios es tanto másbajo y tanto más humano, cuanto más el hombre se quita a símismo. La humildad y <strong>la</strong> abnegación del hombre no pueden ir máslejos que cuando éste deniega <strong>la</strong> fuerza y <strong>la</strong> facultad de observarpor sí solo y por instinto propio los mandamientos del decorovulgar. En cambio, <strong>la</strong> religión cristiana hizo una diferencia de losimpulsos y afectos del hombre según su cualidad, según sucontenido. Sólo convirtió los afectos buenos y <strong>la</strong>s buenasintenciones, los buenos pensamientos en reve<strong>la</strong>ciones y en17afectos, es decir, en intenciones, afectos y pensamientos de Dios;pues lo que Dios reve<strong>la</strong> es una determinación de Dios mismo;cuando el corazón se llena <strong>la</strong> boca hab<strong>la</strong>, y como el efecto, así es<strong>la</strong> causa, como <strong>la</strong> reve<strong>la</strong>ción, así es el ser que se reve<strong>la</strong>. Dios, quesólo se reve<strong>la</strong> en buenas intenciones, es un Dios cuya propiedadesencial sólo es <strong>la</strong> bondad moral. La religión cristiana hizo unadiferencia entre <strong>la</strong> limpieza moral intrínseca y <strong>la</strong> limpieza corporalextrínseca. La religión hebrea identificaba ambas; <strong>la</strong> religióncristiana es, en oposición a <strong>la</strong> hebrea, <strong>la</strong> religión de <strong>la</strong> crítica ylibertad. El hebreo no osaba nada a no ser si Dios lo habíamandado; él mismo carecía de <strong>la</strong> voluntad hasta en <strong>la</strong>s cosas másextrínsecas; el poder de <strong>la</strong> religión se extendía hasta <strong>la</strong>s comidas.La religión cristiana, en cambio, independiza al hombre en todasestas cosas extrínsecas, lo que quiere decir que el<strong>la</strong> puso en elhombre lo que el hebreo puso fuera de sí en Dios. Israel es <strong>la</strong>representación más perfecta de este positivismo; para el hebreo elcristiano Esprit Fort, un librepensador. Así cambian <strong>la</strong>s cosas. Loque ayer todavía era religión, hoy ya no lo es; lo que hoy pasa porser ateísmo, será mañana religión.
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