precisamente de tal calidad que yo, al tener uno de ellos, tengotodos los demás, dado que no hay ninguna diferencia verdaderaentre ellos. Por eso, si en los predicados actuales no tengo losfuturos, entonces, en el Dios futuro tampoco tengo al actual, sinoque son dos seres diferentes. Pero esta diferencia contradicejustamente a <strong>la</strong> singu<strong>la</strong>ridad, a <strong>la</strong> unidad a <strong>la</strong> simplicidad de Dios.¿Por qué este predicado es un predicado de Dios? Porque es denaturaleza divina, es decir, porque no expresa ningún límite,ninguna diferencia. ¿Por qué lo son otros predicados? Porque, pormás que son diferentes en sí mismos, todos coinciden en queexpresan también perfección sin límite. Por eso puedo imaginarmeinnumerables predicados de Dios, porque ellos todos coinciden conel abstracto concepto de Dios, debiendo tener común aquello quecada uno de los predicados convierte en un atributo o predicadodivino. Así lo es en Spinoza. Él hab<strong>la</strong> de innumerables atributos de<strong>la</strong> sustancia divina; pero fuera del pensamiento y de <strong>la</strong> extensión,no nombra a ninguno. ¿Por qué? Porque es completamenteindiferente conocerlos y hasta son indiferentes en sí mismos ysuperfluos porque con todos estos innumerables predicados diríasiempre lo mismo, lo que digo con aquellos dos, o sea: elpensamiento y <strong>la</strong> extensión. ¿Por qué es el pensamiento unatributo de <strong>la</strong> sustancia? Porque según Spinoza se concibe en símisma, porque es algo indivisible, perfecto e infinito. ¿Y por qué loes <strong>la</strong> extensión y <strong>la</strong> materia? Porque el<strong>la</strong>, en re<strong>la</strong>ción a sí misma,expresa <strong>la</strong> mismo. Luego <strong>la</strong> substancia puede tener una cantidadindeterminada de predicados, porque no es <strong>la</strong> determinación o sea<strong>la</strong> diferencia lo que convierte los predicados en atributos de <strong>la</strong>sustancia, sino que es <strong>la</strong> no diferencia, <strong>la</strong> igualdad. O más bien: <strong>la</strong>sustancia sólo por eso tiene innumerables predicados porque el<strong>la</strong> -justamente- de por sí no tiene ningún predicado, es decir, ningúnpredicado determinado. Lo Uno indeterminado del pensamiento secomplementa por <strong>la</strong> indeterminada multiplicidad de <strong>la</strong> fantasía.Dado que el predicado no es Multum, es Multa. En verdad, lospredicados positivos son el pensamiento y <strong>la</strong> extensión. Con estosdos predicados se ha dicho infinitamente más que con losinnumerables predicados oscuros; porque se ha dicho algodeterminado; con ellos yo sé ahora algo. Pero <strong>la</strong> sustancia es a <strong>la</strong>vez demasiado indiferente y demasiado desapasionada como paraque el<strong>la</strong> pudiera entusiasmarse por algo y definirse. Para no seralgo, es más bien nada.Ahora bien; si es un hecho que lo que es el sujeto o <strong>la</strong>esencia, se encuentra exclusivamente en <strong>la</strong>s determinaciones del14éste, es decir, que el predicado es el verdadero sujeto, entonces seha demostrado, asimismo, que si los predicados divinos sondeterminaciones del ser humano, también el sujeto de éstos es unser humano. Empero, los predicados divinos son por un <strong>la</strong>dogenerales y por el otro personales. Los generales son lospredicados metafísicos; pero éstos sólo sirven para que <strong>la</strong> religióntenga el primer punto de contacto o sea el fundamento; noconstituyen <strong>la</strong>s determinaciones características de <strong>la</strong> religión. Sóloson los predicados personales los que fundamentan <strong>la</strong> esencia de<strong>la</strong> religión y en el<strong>la</strong> <strong>la</strong> esencia divina es el objeto de <strong>la</strong> religión; talespredicados son por ejemplo que Dios es una persona, que es ellegis<strong>la</strong>dor moral, el padre de los hombres, el santo, el justo, elbondadoso, el misericordioso. Pero de éstas y de otrasdeterminaciones se ve al mismo tiempo, por lo menos se verá en eltranscurso, que el<strong>la</strong>s especialmente cuando son determinacionespersonales tienen un carácter puramente humano, y que enconsecuencia el hombre en <strong>la</strong> religión expresa en <strong>la</strong> re<strong>la</strong>ción deDios <strong>la</strong> re<strong>la</strong>ción a su propio ser; porque para <strong>la</strong> religión estospredicados no son representaciones o imágenes que el hombre seforja de Dios diferente de lo que Dios es en sí mismo; sonverdades, objetos, realidades. La religión no sabe nada deantropomorfismos; los tiene pero no quiere reconocerlos comotales. La esencia de <strong>la</strong> religión consiste precisamente en queaquel<strong>la</strong>s determinaciones expresan <strong>la</strong> esencia de Dios. Sólo elentendimiento que reflexiona sobre <strong>la</strong> religión y que paradefender<strong>la</strong> <strong>la</strong> niega define aquel<strong>la</strong>s como imágenes. Pero para <strong>la</strong>religión Dios es un verdadero padre, verdadero amor ymisericordia; porque es para el<strong>la</strong> un ser real viviente y personal,por cuya razón sus determinaciones verdaderas son tambiéndeterminaciones vivientes y personales. Y precisamente <strong>la</strong>sdeterminaciones correspondientes son <strong>la</strong>s que ofenden más alentendimiento y <strong>la</strong>s que él, al reflexionar sobre <strong>la</strong> religión, niega. Lareligión es subjetivamente afecto, por eso también el<strong>la</strong> necesitaobjetivamente afecto del ser divino. Hasta <strong>la</strong> ira no es para el<strong>la</strong> unafecto indigno de Dios, con tal que esa ira no tenga por base algomalo.Es esencialmente necesario observar -y este fenómeno essumamente notable porque caracteriza <strong>la</strong> esencia más íntima de <strong>la</strong>religión- que cuanto más humana es <strong>la</strong> esencia de Dios, tanto másgrande es aparentemente <strong>la</strong> diferencia entre él y el hombre, quieredecir tanto más es negada por <strong>la</strong> reflexión sobre <strong>la</strong> religión o seapor <strong>la</strong> teología <strong>la</strong> identidad, o sea <strong>la</strong> unidad del ser humano y divino
y tanto más es rebajado lo humano tal como es objeto de <strong>la</strong>conciencia del hombre. La causa de ello es: porque lo que espositivo en <strong>la</strong> imaginación o determinación de <strong>la</strong> esencia divina, esexclusivamente humano; por eso <strong>la</strong> imaginación del hombre talcomo es -objeto de <strong>la</strong> conciencia, sólo puede ser negativa yadversa.Para enriquecer a Dios el hombre debe empobrecerse; paraque Dios sea todo, el hombre ha de ser una nada. Pero por esotampoco necesita ser algo para sí mismo porque todo lo que él seadjudica no va perdido para Dios, sino que queda conservado enél. El hombre tiene su esencia en DIOS ¿cómo podría tener<strong>la</strong> en síy para sí mismo? ¿Por qué sería necesario poder o tener dosveces <strong>la</strong> misma cosa? Lo que el hombre se quita, lo que él no tieneen sí, lo disfruta en un modo incomparablemente más alto y másamplio en Dios.Los monjes hicieron voto de castidad al Ser divino, ellosreprimieron el amor sexual en sí; pero en lugar de ello tenían en elcielo, en Dios, en <strong>la</strong> Virgen María, <strong>la</strong> imagen de <strong>la</strong> mujer -unaimagen del amor-. Podían prescindir tanto más de <strong>la</strong> mujerverdadera cuanto más una mujer ideal e imaginada era para ellosel objeto del amor verdadero. Cuánto más importancia daban a <strong>la</strong>aniqui<strong>la</strong>ción de <strong>la</strong> sensibilidad, tanto mayor significado tenía paraellos <strong>la</strong> Virgen celestial: el<strong>la</strong> ocupa para ellos el lugar de Cristo yhasta el lugar de Dios. Cuanto más se niega lo sensible, tanto mássensible es Dios, al cual se sacrifica <strong>la</strong> sensualidad. Porque lo quese sacrifica a <strong>la</strong> divinidad atribuye tiene un valor especial; Diostiene un agrado especial en ello. Lo que en el sentido del hombrees lo más sublime, lo es naturalmente también en el sentido de suDios. Lo que gusta en general al hombre gusta también a Dios. Loshebreos no sacrificaban a Jehová animales impuros ydespreciables, sino animales que para ellos tenían el más altovalor; los que ellos mismos comían eran también <strong>la</strong> comida deDios. Por eso donde de <strong>la</strong> negación de <strong>la</strong> sensibilidad se construyeun ser especial, un sacrificio agradable para Dios, allí se da el valormás alto precisamente a <strong>la</strong> sensibilidad y una vez renunciada es,sin quererlo, restablecida, por el hecho de que Dios se coloca enlugar del ser sensible al cual se ha renunciado. La monja sedesposa con Dios; el<strong>la</strong> tiene un novio celestial y el monje tiene unanovia celestial. Pero <strong>la</strong> Virgen celestial es un fenómeno patente deuna verdad general que se refiere a <strong>la</strong> esencia de <strong>la</strong> religión. Elhombre afirma en Dios lo que en sí mismo niegas. La religión15prescinde del hombre y del mundo; pero sólo puede prescindir de<strong>la</strong>s verdaderas o supuestas deficiencias y restricciones, o sea, delo que son los defectos del mundo: pero no de <strong>la</strong> esencia, o sea de<strong>la</strong> parte positiva del mundo, ni tampoco de <strong>la</strong> humanidad. Por eso<strong>la</strong> religión debe nuevamente ocuparse en <strong>la</strong> abstracción y negaciónde lo que prescinde o por lo menos cree prescindir. De este modo<strong>la</strong> religión, en forma inconsciente, pone todo en <strong>la</strong> idea de Dios; loque el<strong>la</strong> conscientemente niega -siempre que aquello que niegasea algo esencial, algo verdadero, algo que no puede negarse-. Deeste modo el hombre niega en <strong>la</strong> religión su razón: él por sí mismono sabe nada de Dios, sus ideas son so<strong>la</strong>mente mundanas yterrestres; sólo puede creer lo que Dios le reve<strong>la</strong>. Pero en cambio,los pensamientos de Dios son pensamientos humanos, terrestres:él tiene p<strong>la</strong>nes, al igual que un hombre se amolda a <strong>la</strong>scircunstancias y a <strong>la</strong>s fuerzas intelectuales del hombre, al igual queun maestro se adapta a <strong>la</strong> inteligencia de sus alumnos; él calcu<strong>la</strong>exactamente el efecto de sus dones y reve<strong>la</strong>ciones; él observa alhombre en todo lo que hace, sabe todo, también lo más vil, lo másdetestable y lo más humano. En una pa<strong>la</strong>bra el hombre, frente aDios, niega su saber y su pensamiento, para colocar su saber y supensamiento en Dios. El hombre renuncia a su persona y, encambio, le es Dios el Ser omnipotente, ilimitado, un Ser personal.El niega el honor humano, el yo humano, pero en cambio le esDios un ser egoísta que sólo piensa en sí mismo, que sólo buscasu propio honor, su propio provecho, su propio bienestar. Dios es <strong>la</strong>satisfacción propia del egoísmo que mira de sos<strong>la</strong>yo a todas <strong>la</strong>sdemás cosas; Dios es <strong>la</strong> satisfacción suprema del egoísmo. Lareligión niega además lo bueno como una cualidad del ser humano:pues para el<strong>la</strong> el hombre es malo, corrompido, incapaz de haceralgo bueno; pero, en cambio, Dios es exclusivamente bueno, Dioses el ser bueno. Se exige que lo bueno, en su calidad de Dios, seael objeto del hombre: pero, ¿acaso se expresa con ello que lobueno sea una determinación esencial del hombre? Si yo soyabsolutamente malo, es decir, malo por naturaleza y por esencia, siyo no soy santo, ¿cómo puede ser lo bueno y lo santo un objetopara mí ya sea que este objeto sea intrínseco o extrínseco conrespecto a mí? Si mi corazón es malo, si mi inteligencia escorrupta, ¿cómo puedo yo sentir como santo lo que es santo ypercibir como bueno lo que es bueno? ¿Cómo puedo yo percibir enun cuadro algo hermoso si mi alma es una maldad estética?Aunque yo mismo no sea pintor, aunque no tenga el talento deproducir algo hermoso de mí mismo, sin embargo tengosentimiento estético y una inteligencia estética, pues percibo lo que
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