especialmente de su causa una cuestión de <strong>la</strong> conciencia, delinterés, del instinto de felicidad; porque su objeto mismo es un serespecial, personal, que requiere el reconocimiento, y que de estereconocimiento hace depender <strong>la</strong> felicidad.La fe da al hombre un sentimiento especial de honor y deegoísmo. El creyente se encuentra distinguido ante todos losdemás hombres y elevado sobre el hombre natural, se conocecomo una persona de distinción, en posesión de derechosespeciales; los creyentes son aristócratas, los incrédulos plebeyos.Dios es esta diferencia personificada, esa preferencia de loscreyentes ante los incrédulos. Pero como <strong>la</strong> fe representa el propioser como otro, el creyente coloca su honor no directamente en símismo, sino en esta otra persona. La conciencia de su preferenciaes <strong>la</strong> conciencia de esta persona, el sentimiento de sí mismo lotiene en esta otra personalidad. Así como el servidor se siente a símismo en <strong>la</strong> dignidad de su amo, y cree ser más que un hombrelibre e independiente, siendo de un rango menor que su amo, asítambién procede el creyente.Él desmiente todos los méritos propios para dejarexclusivamente a su amo el honor del mérito; pero sólo porqueeste mérito finalmente le aprovecha a él, porque en el honor de suseñor satisface su propia sensación de honor. La fe es altiva. Perose distingue de <strong>la</strong> altivez natural por el hecho de que transfiere elsentimiento de su preferencia, o sea su orgullo, a otra persona quelo ha distinguido a él; a otra persona que es, en realidad, su propioser oculto, su instinto de felicidad personificada y satisfecha;porque esta personalidad no tiene otras determinaciones que <strong>la</strong>sque tiene el benefactor, el redentor, el salvador; luego sondeterminaciones en que el creyente sólo se refiere a sí mismo, a supropia salvación eterna. En una pa<strong>la</strong>bra, tenemos aquí el principiocaracterístico de <strong>la</strong> religión en el sentido de que el<strong>la</strong> transforma e<strong>la</strong>ctivo natural en pasivo. El pagano se eleva, el cristiano se sienteelevado. El cristiano transforma en un objeto del sentimiento y de <strong>la</strong>sensibilidad lo que es para el pagano un objeto de <strong>la</strong> actividadpropia. La humildad del creyente, es una altivez invertida, peroaltivez que no tiene <strong>la</strong> apariencia, o sea <strong>la</strong>s característicasexteriores de <strong>la</strong> altivez. El cristiano se siente distinguido; pero estadistinción no es el resultado de su actividad, sino un producto de <strong>la</strong>gracia; él ha sido distinguido, pero no tiene mérito de ello. Engeneral, no hace de sí mismo un fin de su propia actividad, sino unfin, un objeto de Dios.108La fe es esencialmente una fe determinada. Dios es sólo enesta determinación el Dios verdadero. Este Dios es Cristo, elverdadero y único profeta, el Hijo Unigénito de Dios. Y estasdeterminaciones <strong>la</strong>s debes creer, a no ser que quieras perder <strong>la</strong>beatitud. La fe es imperativa. Es, por lo tanto, necesaria, yconstituye <strong>la</strong> esencia de <strong>la</strong> fe, que es fijada como dogma. El dogmasólo expresa lo que <strong>la</strong> fe quería decir en un principio, o, por lomenos, pensaba. El hecho de que, una vez que el dogmafundamental ha sido establecido, se siguen de allí cuestionesespeciales, que entonces, nuevamente, deben ser decididas enforma dogmática. Que de allí resulte una multitud molesta dedogmas, es por cierto una fatalidad, pero no anu<strong>la</strong> <strong>la</strong> necesidad deque <strong>la</strong> fe sea fijada en dogmas, a fin de que cada uno sepa,determinadamente, lo que debe creer y cómo debe conquistar sufelicidad. Lo que hoy día se rechaza hasta desde el punto de vistadel cristianismo creyente como una aberración, como unmalentendido, lo que se <strong>la</strong>menta como una exageración, es nadamás que el resultado de <strong>la</strong> esencia intrínseca de <strong>la</strong> fe. La fe es,según su naturaleza, limitada y encadenada, porque trátase en <strong>la</strong>fe tanto de <strong>la</strong> propia felicidad como del honor de Dios mismo. Pero,así como nos preocupamos de dar el honor debido a una personade rango superior, así procede también <strong>la</strong> fe. El apóstol Pablo noresponde a otra cosa sino a <strong>la</strong> gloria, el honor, el mérito de Cristo.La determinación dogmática, exclusiva y escrupulosa, es unacaracterística de <strong>la</strong> esencia de <strong>la</strong> fe. Por cierto <strong>la</strong> fe es liberal en <strong>la</strong>scomidas y en otras cosas indiferentes para el<strong>la</strong>, pero de ningunamanera con respecto a los objetos de <strong>la</strong> fe. Quien no está a favorde Cristo está en contra de Cristo; lo que no es cristiano, esanticristiano. ¿Pero qué es lo cristiano? Esta cuestión debe serexactamente determinada, no puede ser dejada al arbitrio de cadauno. Si el contenido de <strong>la</strong> fe se encuentra hasta en libros, quetienen su origen en diferentes autores, si se encuentra estecontenido en forma casual, y en expresiones contradictorias,entonces <strong>la</strong> limitación y determinación dogmáticas son unanecesidad exterior. Sólo al dogma de <strong>la</strong> Iglesia debe el cristianismosu conservación.Sólo es <strong>la</strong> falta de carácter, es <strong>la</strong> creyente no creencia de lostiempos modernos, lo que se esconde detrás de <strong>la</strong> Biblia,oponiendo <strong>la</strong>s sentencias bíblicas a <strong>la</strong>s determinacionesdogmáticas para librarse, mediante <strong>la</strong> arbitrariedad de <strong>la</strong> exégesisde <strong>la</strong>s barreras de <strong>la</strong> dogmática. Pero <strong>la</strong> fe ya ha desaparecido, se
ha vuelto indiferente, cuando <strong>la</strong>s determinaciones de <strong>la</strong> fe sonsentidas como barreras. Es so<strong>la</strong>mente <strong>la</strong> indiferencia religiosa bajo<strong>la</strong> apariencia de <strong>la</strong> religiosidad, que convierte <strong>la</strong> Biblia, que-segúnsu naturaleza y su origen es indeterminada, en una medidaexclusiva de <strong>la</strong> fe, y que, bajo el pretexto de creer so<strong>la</strong>mente loesencial, no cree nada; lo que merece el nombre de <strong>la</strong> fe, porejemplo, poniendo, en lugar del Hijo de Dios determinado de <strong>la</strong>Iglesia, <strong>la</strong> determinación vaga de un hombre sin pecado, el cual,como ningún otro, podría atribuirse el nombre del Hijo de Dios, enuna pa<strong>la</strong>bra, de un hombre al cual uno no se atreve a l<strong>la</strong>marle nihombre ni Dios. En efecto, que esto es so<strong>la</strong>mente el indiferentismoreligioso, que se esconde detrás de <strong>la</strong> Biblia, se ve por el hecho deque se consideran <strong>la</strong>s cosas de <strong>la</strong> Biblia, que contradicen al actualpunto de vista de <strong>la</strong> cultura, como no obligatorias, y hasta se <strong>la</strong>sniega, y hasta se dec<strong>la</strong>ran no cristianas acciones que soncristianas y que necesariamente constituyen una consecuencia de<strong>la</strong> fe, como, por ejemplo, <strong>la</strong> separación que debe haber entre losfieles y los infieles.La Iglesia ha condenado con entera razón a <strong>la</strong>s sectas y a losinfieles en general; porque esta condenación está basada en <strong>la</strong>esencia de <strong>la</strong> fe. La fe aparece, por lo pronto sólo como unaseparación inofensiva entre los fieles y los infieles; pero estaseparación es sumamente crítica. Los fieles tienen Dios en sufavor, los infieles lo tienen en su contra y en esto reside el motivode <strong>la</strong> exigencia de abandonar el estado de <strong>la</strong> infidelidad. Lo quetiene a Dios en su contra es una nada, es condenado; porque loque tiene a Dios en su contra está también a su vez en contra deDios. La fe es sinónimo de bueno; <strong>la</strong> no creencia de malo. La felimita y atribuye todo a <strong>la</strong> disposición. Para <strong>la</strong> fe los infieles son nocreyentes por ser malos, son enemigos de Cristo. La fe asimi<strong>la</strong>, porlo tanto, so<strong>la</strong>mente a los creyentes; en cambio, condena a losinfieles. El<strong>la</strong> es buena para con los fieles, pero ma<strong>la</strong> para con losinfieles. En <strong>la</strong> fe hay un principio malo.Es so<strong>la</strong>mente el egoísmo, <strong>la</strong> presunción de los cristianos, loque les hace ver <strong>la</strong> astil<strong>la</strong> en <strong>la</strong> fe de los pueblos no cristianos, perono ven <strong>la</strong>s vigas en su propia fe. Sólo <strong>la</strong> forma de <strong>la</strong> diferenciareligiosa de <strong>la</strong> fe es, entre los cristianos, otra que entre los demáspueblos. Son so<strong>la</strong>mente diferencias climatéricas o diferencias deltemperamento del pueblo <strong>la</strong>s que fundamentan <strong>la</strong> diversidad. Unpueblo belicoso o en general un pueblo exaltado, demostrará,naturalmente, su diferencia religiosa por acciones bélicas. Pero <strong>la</strong>109naturaleza de <strong>la</strong> fe como tal es, en todos los pueblos, <strong>la</strong> misma. Ensu esencia, <strong>la</strong> fe condena y rechaza. Toda <strong>la</strong> bendición, todo lo quees bueno, lo rec<strong>la</strong>ma para sí y para su Dios, así como el amante lohace con <strong>la</strong> amada; pero toda <strong>la</strong> maldición, todo lo malo, lo atribuyea <strong>la</strong> incredulidad. Bendito, agradable a Dios, candidato de <strong>la</strong> eternafelicidad es el creyente; pero maldito, condenado por Dios,rechazado por los hombres es el infiel; porque lo que Dios rechaza,el hombre no puede aceptar; sería esto una crítica del juicio divino.Los mahometanos matan a los infieles con fuego y espada, loscristianos con <strong>la</strong>s l<strong>la</strong>mas del infierno. Pero <strong>la</strong>s l<strong>la</strong>mas del infierno semanifiestan también ya en este mundo para iluminar <strong>la</strong> noche delmundo infiel. Así como los fieles ya aquí gozan <strong>la</strong>s alegríascelestiales, así también arden ya aquí <strong>la</strong>s l<strong>la</strong>mas del fuego eterno,por lo menos en momentos de entusiasmo religiosos. Elcristianismo no impone persecuciones de los herejes y menostodavía <strong>la</strong> conversión por <strong>la</strong>s armas. Pero en tanto <strong>la</strong> fe condena,produce necesariamente una mentalidad de <strong>la</strong> cual han surgido <strong>la</strong>spersecuciones de herejes. Amar a un hombre que no cree enCristo, sería un pecado contra Cristo, sería amar al enemigo deCristo. Lo que Dios, lo que Cristo no ama, esto no debe amartampoco el hombre; su amor sería una contradicción con <strong>la</strong>voluntad divina, luego significaría un pecado. Dios ama por cierto atodos los hombres, pero sólo cuando y porque son cristianos o porlo menos pueden serlo y quieren serio. Ser cristiano significa seramado por Dios; no ser cristiano significa ser odiado por Dios, serun objeto de <strong>la</strong> ira divina. Luego el cristiano sólo debe amar alcristiano, al otro sólo como a un posible cristiano; sólo debe amarlo que <strong>la</strong> fe santifica y bendice. La creencia es el bautismo de<strong>la</strong>mor. El amor al hombre como hombre, sólo es un amor natural. E<strong>la</strong>mor cristiano es un amor sobrenatural y santificado; pero el amorcristiano ama so<strong>la</strong>mente lo que es cristiano. La frase: "amad avuestros enemigos" se refiere sólo a los enemigos personales,pero no a los enemigos públicos. los enemigos de Dios losenemigos de <strong>la</strong> fe, los infieles. Quien ama al hombre, niega aCristo; quien no cree en Cristo, niega a su Señor y Dios: <strong>la</strong> fesupera los vínculos naturales de <strong>la</strong> humanidad, pues pone en lugarde <strong>la</strong> unidad general y natural, una unidad particu<strong>la</strong>r.No se objete que <strong>la</strong> Biblia dice: "No juzguéis a fin de que noseáis juzgados". Por lo tanto, no se objete el hecho de que <strong>la</strong> fedeje a Dios tanto el juicio como <strong>la</strong> condena. También estos ysemejantes pronunciamientos sólo valen para el derecho privadocristiano, pero no en el derecho estatal cristiano; ellos pertenecen
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