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LA ESENCIA DEL CRISTIANISMO Ludwig Feuerbach Prólogo a la ...

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enefactor invisible; verle cara a cara es el deseo más ardiente de<strong>la</strong>mor. Ver es un acto divino, <strong>la</strong> felicidad reside en el sólo aspectodel ser querido. La mirada es <strong>la</strong> certeza del amor. Y <strong>la</strong> encarnaciónno tiene otro objeto ni otro significado u otro fin que dar <strong>la</strong> certezaindudable del amor de Dios hacia el hombre. El amor queda, pero<strong>la</strong> encarnación sobre <strong>la</strong> Tierra pasa; <strong>la</strong> apariencia era limitada conrespecto al tiempo y al lugar, sólo pocos <strong>la</strong> percibieron; pero <strong>la</strong>esencia de <strong>la</strong> aparición es eterna y general. Todavía debemoscreer en <strong>la</strong> aparición y no por el<strong>la</strong>, sino por su esencia: pues sólonos ha quedado el aspecto del amor.La demostración más c<strong>la</strong>ra y más irrefutable de que elhombre en <strong>la</strong> religión se considera a sí mismo como objeto divino ycomo fin divino, que en <strong>la</strong> religión sólo expresa <strong>la</strong> re<strong>la</strong>ción a supropio ser o sea a sí mismo, es el amor de Dios hacia el hombre,que constituye el fundamento y el centro de <strong>la</strong> religión. Dios sedespoja de su divinidad por amor hacia el hombre. En esto reside<strong>la</strong> expresión más sublime de <strong>la</strong> encarnación: el ser supremo sehumil<strong>la</strong> por amor hacia el hombre. En Dios intuyo por lo tanto mipropia esencia; yo tengo valor para Dios; <strong>la</strong> importancia divina demi ser aquí se me reve<strong>la</strong>. ¿Cómo puede apreciarse el valor delhombre en una forma más sublime que cuando Dios, por amor alhombre, se convierte en un hombre y cuando el hombre seconvierte en el objeto final del amor divino? El amor de Dios haciael hombre es una determinación esencial del ser divino: Dios meama a mí y ama al hombre en general. En esto reside el significadoy el efecto fundamental de <strong>la</strong> religión. El amor de Dios me haceamar; el amor de Dios al hombre es <strong>la</strong> causa del amor de loshombres hacia Dios: el amor divino causa y despierta el amorhumano. "Amemos a él porque él nos ha amado primero". ¿Qué espor lo tanto lo que yo amo en Dios? Es el amor, el amor hacia elhombre. ¿Pero si yo amo y adoro al amor con que Dios ama a loshombres, no amo yo entonces al hombre, no es mi amor hacia Diosindirectamente también un amor hacia el hombre? ¿No es aquellomás íntimo lo que yo quiero, tengo yo un corazón si no quiero? N o,sólo el amor es el corazón del hombre. ¿Pero qué es el amor sinaquello que yo quiero? Luego lo que yo quiero es mi corazón, es micontenido, es mi ser.¿Por qué está el hombre de duelo, por qué pierde hasta <strong>la</strong>sganas de vivir cuando ha perdido el objeto amado, por qué?Porque con el objeto querido ha perdido su corazón, el principio de<strong>la</strong> vida, por eso si Dios quiere al hombre, es el hombre el corazón28de Dios y el bienestar del hombre su interés íntimo. Por esocuando el hombre es el objeto de Dios, ¿no es entonces el hombre,en Dios, el objeto para sí mismo? ¿No es el ser humano elcontenido del ser divino, cuando Dios es el amor, pero el contenidoesencial de este amor es el hombre? ¿No es el amor de Dios haciael hombre, ese fundamento y centro de <strong>la</strong> religión, el amor delhombre hacia sí mismo, objetivado y considerado como <strong>la</strong> verdadmás sublime y como el ser supremo del hombre? ¿No es <strong>la</strong> frase"Dios ama al hombre" un orientalismo -<strong>la</strong> religión es esencialmenteoriental- que en nuestro idioma diría: lo más sublime es el amor delhombre?La verdad que aquí ha sido reducida mediante el análisis delmisterio de <strong>la</strong> encarnación, se ha hecho presente también a <strong>la</strong>conciencia religiosa. Así dice por ejemplo, Lutero: "Quien concibeesto (es decir, <strong>la</strong> encarnación de Dios) en verdad, debería amar atodos los seres de sangre y de carne por amor hacia <strong>la</strong> sangre y <strong>la</strong>carne que está arriba, a <strong>la</strong> derecha de Dios, y no debería jamásestar enojado con ningún hombre. Por eso, <strong>la</strong> dulce humanidad deCristo, de nuestro Dios, debería llenar a todos los corazones dealegría, de manera que ningún pensamiento de ira o no amistosotuviera cabida en él. Y cada hombre debería considerar al otro congran cariño y esto por amor a nuestra carne y sangre. Por eso nosdebería llenar de gran alegría y de feliz orgullo el hecho de quenosotros hemos sido tan honrados por encima de todas <strong>la</strong>s demáscriaturas y hasta por encima de los ángeles; podemosvanagloriarnos en verdad: mi propia carne y sangre está sentada a<strong>la</strong> derecha de Dios y gobierna todo.Semejante honor no lo tiene ninguna criatura ni tampoconingún ángel.Esto debería ser como un horno en el cual se funden paraformar un solo corazón y debería encender tanto amor entrenosotros los hombres que nos amáramos los unos a los otros decorazón. Pero lo que significa para <strong>la</strong> .verdad religiosa <strong>la</strong> esenciade <strong>la</strong> fábu<strong>la</strong> y <strong>la</strong> cosa principal, es para <strong>la</strong> conciencia religiosa sólo<strong>la</strong> moral y una cosa secundaria.CAPÍTULO VIEl misterio de Dios que sufre

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