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LA ESENCIA DEL CRISTIANISMO Ludwig Feuerbach Prólogo a la ...

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objeto del sentimiento, del afecto, del entusiasmo, del éxtasis; perosólo porque el Hijo no es otra cosa que <strong>la</strong> l<strong>la</strong>ma del amor, delentusiasmo. Dios, como Hijo, es <strong>la</strong> encarnación original, <strong>la</strong>negación primitiva de Dios, <strong>la</strong> negación de Dios en sí mismo; puesel Hijo es un ser finito porque tiene su existencia ab alio de unacausa; mientras que el Padre no tiene causa, existe por sí mismo,a se, Por lo tanto, se niega en <strong>la</strong> segunda persona <strong>la</strong> determinaciónesencial de <strong>la</strong> divinidad, <strong>la</strong> determinación de <strong>la</strong> existencia por símisma. Pero Dios Padre genera al Hijo; luego resigna su divinidadrigurosamente exclusiva; se humil<strong>la</strong>, introduce un ser finito en unser que existe por sí mismo; en y por el Hijo se convierte en unhombre; por lo pronto no según <strong>la</strong> forma sino según <strong>la</strong> esencia. Poreso mismo Dios sólo como Hijo se convierte en un objeto delhombre, en un objeto del sentimiento, del corazón.El corazón sólo comprende lo que proviene del corazón. De<strong>la</strong> cualidad de <strong>la</strong> impresión subjetiva se puede deducirindefectiblemente <strong>la</strong> cualidad del objeto. La inteligencia pura y libreniega al Hijo; pero no así <strong>la</strong> inteligencia determinada por elsentimiento, por el corazón; el<strong>la</strong> encuentra en el Hijo más bien <strong>la</strong>profundidad de <strong>la</strong> divinidad, porque encuentra en él el sentimiento,el sentimiento que de por sí es algo oscuro y que por eso apareceante el hombre como un misterio. El Hijo se dirige al corazónporque el padre verdadero del Hijo Divino es el corazón humano, yel Hijo mismo no es otra cosa que el corazón divino, o sea elcorazón humano objetivado como un Ser Divino.Un Dios en que no exista <strong>la</strong> esencia de <strong>la</strong> finitud, el principiode <strong>la</strong> sensibilidad, Y el sentimiento de <strong>la</strong> dependencia, tal Dios noes ningún Dios para un ser finito y sensible. Así como el hombrereligioso no puede amar a ningún Dios que no lleve en sí elprincipio del amor, así ni el hombre ni ningún ser finito en generalpuede ser objeto de un Dios que no tenga en si el principio de lofinito. Falta para tal Dios el sentido, <strong>la</strong> inteligencia Y <strong>la</strong> participaciónde lo finito. ¿Cómo puede ser Dios el padre de los hombres, comopuede amar otros seres subordinados a él si no tiene en sí un sersubordinado a él, un hijo, para, por decir así, saber por propiaexperiencia lo que significa amar a otros seres? Por <strong>la</strong> mismarazón el hombre solitario participa menos en los dramas familiaresde otro hombre que un hombre que viva él también en familia. Poreso Dios padre ama a los hombres sólo en el hijo y por el hijo. E<strong>la</strong>mor hacia los hombres es en suma derivado del amor hacia elhijo.33Por eso el Padre y el Hijo son en <strong>la</strong> Trinidad Padre e Hijo noen sentido figurado, sino en el sentido verdaderamente propio. ElPadre es el padre real con respecto al Hijo, el Hijo es un hijoverdadero con respecto al padre o más bien con respecto a Dioscomo padre. Su diferencia esencial y personal sólo consiste en queaquél es el Genitor y éste el Procreado. Si se prescinde de estadeterminación natural y sensible, se anu<strong>la</strong> su existencia y realidadpersonal. Los cristianos, me refiero naturalmente a los antiguoscristianos, que difícilmente reconocerían a los cristianos mundanos,orgullosos y paganos del mundo moderno como sus hermanos enCristo, ponían en lugar del amor y de <strong>la</strong> unidad, naturales e innatosen el hombre, sólo un amor y una unidad religiosos; ellosrechazaron <strong>la</strong> vida familiar real, los <strong>la</strong>zos estrechos del amornatural como cosas no divinas, no celestes, es decir, en realidadnu<strong>la</strong>s. En cambio tenían como sustituto en Dios un padre y un Hijoque se amaban con un amor intenso, con aquel amor que sólo esproducto de un parentesco natural. Por eso mismo el misterio de <strong>la</strong>Trinidad era para los antiguos Cristianos un objeto de <strong>la</strong>admiración, del entusiasmo y del éxtasis, porque en Dios, <strong>la</strong>satisfacción de sus deseos más naturales y humanos que ellos enrealidad negaban, era objeto de sus contemp<strong>la</strong>ciones.Por eso, para completar <strong>la</strong> divina familia con el vínculo de<strong>la</strong>mor entre el Padre y el Hijo, era completamente natural que loscristianos colocaran a una tercera persona y esta vez una personafemenina en el cielo; pues <strong>la</strong> personalidad del Espíritu Santo erademasiado vaga y precaria, era sólo una personificación poéticadel amor recíproco entre él y el Hijo, de manera que no podía serese tercer principio complementario. María, por cierto, no fuecolocada entre el Padre y el Hijo de tal manera como si el Padrehubiese creado al Hijo mediante María, ya que <strong>la</strong> unidad entre elhombre y <strong>la</strong> mujer parecía a los cristianos algo no santo algopecaminoso; pero bastaba que fuera colocado un ser materno al<strong>la</strong>do del Padre y del Hijo.En efecto; no se puede decir que <strong>la</strong> madre sea algo no santo,algo indigno de Dios, una vez que Dios es Padre e Hijo. Aunque elPadre no es padre en el sentido de <strong>la</strong> procreación natural, yaunque <strong>la</strong> procreación, tal como se realiza, en Dios es diferente de<strong>la</strong> procreación natural y humana, el Padre, sin embargo, es unpadre verdadero y no un así l<strong>la</strong>mado padre figurado con respectoal Hijo. Por eso <strong>la</strong> introducción tan extraña de <strong>la</strong> madre de Dios noes más extraña o paradójica que <strong>la</strong> del Hijo de Dios y no contradice

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