La religión, por lo menos <strong>la</strong> cristiana, prescinde del mundo; asu esencia pertenece el retraimiento. El hombre religioso lleva unavida tranqui<strong>la</strong>, ajena a <strong>la</strong>s alegrías mundanas, escondido en Dios yretraído del mundo. Sólo se separa del mundo porque Dios mismoes un ser trascendental separado del mundo, o sea, hab<strong>la</strong>ndo enforma filosófica y abstracta, <strong>la</strong> no existencia del mundo. Pero Dioscomo ser trascendental no es otra cosa que <strong>la</strong> esencia del hombreapartado del mundo y retraído en sí, librado de todos los <strong>la</strong>zos yvincu<strong>la</strong>ciones que lo unen con él, cuyo ser es realizado ycontemp<strong>la</strong>do como ser objetivado, o sea como <strong>la</strong> conciencia de <strong>la</strong>fuerza de poder prescindir de todas <strong>la</strong>s demás cosas que rodean auno para vivir sólo consigo mismo. Y esta fuerza, dentro de <strong>la</strong>religión, es objetivada como un ser especial diferente del hombre.Dios como Dios y como ser simple, es el ser que simplemente ysólo existe en una soledad e independencia absoluta; pues ensoledad so<strong>la</strong>mente puede existir lo que es independiente. Poderexistir en soledad es un signo de carácter y de fuerza pensativa; <strong>la</strong>soledad es <strong>la</strong> necesidad del pensador, <strong>la</strong> comunidad es <strong>la</strong>necesidad el corazón. Pensar puede uno estando solo, amar, sóloestando con otros. Dependientes somos en el amor, pues éste es<strong>la</strong> necesidad de estar con otro ser; independientes sólo somos enun acto intelectual. La soledad es <strong>la</strong> autarquía, es bastarse a símismo.Pero de un Dios que existe en una soledad está excluida <strong>la</strong>necesidad esencial de <strong>la</strong> dualidad, del amor, de <strong>la</strong> comunidad, de<strong>la</strong> conciencia propia real y perfecta, del otro yo. Esta necesidad esentonces satisfecha por <strong>la</strong> religión que coloca en <strong>la</strong> soledadtranqui<strong>la</strong> del ser divino, otro segundo ser diferente de Dios según <strong>la</strong>personalidad, pero idéntico con él según <strong>la</strong> esencia; Dios hijo,diferente de Dios padre. Dios padre es el yo; Dios hijo el tú. El yoes <strong>la</strong> inteligencia, el tú el amor, pero el amor unido a <strong>la</strong> inteligenciay <strong>la</strong> inteligencia unida al amor forman el espíritu, forman el hombreentero.Sólo <strong>la</strong> vida en comunidad es una vida verdadera, divina ysatisfecha en sí misma; esta simple idea, esta verdad para elhombre tan natural e innata en él es el secreto del misteriosobrenatural de <strong>la</strong> Trinidad. Pero <strong>la</strong> religión expresa también estaverdad como cualquier otra, sólo en forma indirecta, es decir,errónea, haciendo también aquí de una verdad general, otraespecial y convirtiendo el sujeto verdadero en el predicado,32diciendo: Dios es una vida en comunidad, es una vida y un ser deamor y de amistad. Pues <strong>la</strong> tercera persona en <strong>la</strong> Trinidad noexpresa otra cosa que el amor recíproco entre dos personasdivinas, es <strong>la</strong> unidad del padre con el hijo, el concepto de <strong>la</strong>comunidad, que es a su vez representado también como un serespecial y personal, lo que constituye una contradicción bastantemanifiesta.El Espíritu Santo debe su existencia personal sólo a unhombre, a una pa<strong>la</strong>bra. Hasta los más antiguos padres de <strong>la</strong> Iglesiaidentificaban todavía, como se sabe, el Espíritu con el Hijo.También a su personalidad posterior y dogmática le faltaconsistencia. Es el amor con que Dios se ama a sí mismo y a loshombres y también el amor con que el hombre ama a Dios y a loshombres. Luego, es <strong>la</strong> unidad de Dios y del hombre, así como,dentro de <strong>la</strong> religión, es el objeto para el hombre, es decir, un serdotado de una existencia especial. Pero para nosotros esa unidadexiste ya en el Padre y más aún en el Hijo. Por lo tanto nonecesitamos hacer del Espíritu Santo un objeto especial de nuestroanálisis. Sólo falta observar que en cuanto el Espíritu Santorepresenta el <strong>la</strong>do subjetivo, él es propiamente hab<strong>la</strong>ndo, <strong>la</strong>representación del sentimiento religioso de<strong>la</strong>nte de sí mismo, <strong>la</strong>representación del afecto religioso y del entusiasmo religioso, o loque es lo mismo, <strong>la</strong> personificación y <strong>la</strong> objetivación de <strong>la</strong> religióndentro de <strong>la</strong> religión. Por eso el Espíritu Santo es una criatura quegime, es el anhelo de <strong>la</strong> criatura hacia Dios.Ahora bien; el hecho de que en el fondo no hay más que dospersonas -pues <strong>la</strong> tercera representa, como ya se ha dicho, sólo a<strong>la</strong>mor- se debe a <strong>la</strong> circunstancia de que para el concepto rigurosodel amor, bastan dos. Dos es el principio y con ello mismo elsustituto de <strong>la</strong> pluralidad. Si hubiese varias personas, <strong>la</strong> fuerza de<strong>la</strong>mor sería disminuida; el corazón no es una fuerza especial, elcorazón es el hombre que ama y en cuanto ama. Por eso, <strong>la</strong>segunda persona es <strong>la</strong> reafirmación del corazón humano como delprincipio de <strong>la</strong> dualidad, de <strong>la</strong> vida común, del calor; el padre es <strong>la</strong>luz, aunque <strong>la</strong> luz principalmente era un predicado del Hijo, porqueen él el hombre es iluminado por <strong>la</strong> divinidad, <strong>la</strong> comprende. Pero,sin embargo, podemos atribuir al Padre, por ser el representantede <strong>la</strong> divinidad como tal, del ser impasible de <strong>la</strong> inteligencia, <strong>la</strong> luzcomo ser sobrenatural, y al Hijo el calor como ser natural. Dios,como Hijo, da calor al hombre; por lo tanto, Dios como objeto delojo del hombre, de <strong>la</strong> superficialidad indiferente, se convierte en un
objeto del sentimiento, del afecto, del entusiasmo, del éxtasis; perosólo porque el Hijo no es otra cosa que <strong>la</strong> l<strong>la</strong>ma del amor, delentusiasmo. Dios, como Hijo, es <strong>la</strong> encarnación original, <strong>la</strong>negación primitiva de Dios, <strong>la</strong> negación de Dios en sí mismo; puesel Hijo es un ser finito porque tiene su existencia ab alio de unacausa; mientras que el Padre no tiene causa, existe por sí mismo,a se, Por lo tanto, se niega en <strong>la</strong> segunda persona <strong>la</strong> determinaciónesencial de <strong>la</strong> divinidad, <strong>la</strong> determinación de <strong>la</strong> existencia por símisma. Pero Dios Padre genera al Hijo; luego resigna su divinidadrigurosamente exclusiva; se humil<strong>la</strong>, introduce un ser finito en unser que existe por sí mismo; en y por el Hijo se convierte en unhombre; por lo pronto no según <strong>la</strong> forma sino según <strong>la</strong> esencia. Poreso mismo Dios sólo como Hijo se convierte en un objeto delhombre, en un objeto del sentimiento, del corazón.El corazón sólo comprende lo que proviene del corazón. De<strong>la</strong> cualidad de <strong>la</strong> impresión subjetiva se puede deducirindefectiblemente <strong>la</strong> cualidad del objeto. La inteligencia pura y libreniega al Hijo; pero no así <strong>la</strong> inteligencia determinada por elsentimiento, por el corazón; el<strong>la</strong> encuentra en el Hijo más bien <strong>la</strong>profundidad de <strong>la</strong> divinidad, porque encuentra en él el sentimiento,el sentimiento que de por sí es algo oscuro y que por eso apareceante el hombre como un misterio. El Hijo se dirige al corazónporque el padre verdadero del Hijo Divino es el corazón humano, yel Hijo mismo no es otra cosa que el corazón divino, o sea elcorazón humano objetivado como un Ser Divino.Un Dios en que no exista <strong>la</strong> esencia de <strong>la</strong> finitud, el principiode <strong>la</strong> sensibilidad, Y el sentimiento de <strong>la</strong> dependencia, tal Dios noes ningún Dios para un ser finito y sensible. Así como el hombrereligioso no puede amar a ningún Dios que no lleve en sí elprincipio del amor, así ni el hombre ni ningún ser finito en generalpuede ser objeto de un Dios que no tenga en si el principio de lofinito. Falta para tal Dios el sentido, <strong>la</strong> inteligencia Y <strong>la</strong> participaciónde lo finito. ¿Cómo puede ser Dios el padre de los hombres, comopuede amar otros seres subordinados a él si no tiene en sí un sersubordinado a él, un hijo, para, por decir así, saber por propiaexperiencia lo que significa amar a otros seres? Por <strong>la</strong> mismarazón el hombre solitario participa menos en los dramas familiaresde otro hombre que un hombre que viva él también en familia. Poreso Dios padre ama a los hombres sólo en el hijo y por el hijo. E<strong>la</strong>mor hacia los hombres es en suma derivado del amor hacia elhijo.33Por eso el Padre y el Hijo son en <strong>la</strong> Trinidad Padre e Hijo noen sentido figurado, sino en el sentido verdaderamente propio. ElPadre es el padre real con respecto al Hijo, el Hijo es un hijoverdadero con respecto al padre o más bien con respecto a Dioscomo padre. Su diferencia esencial y personal sólo consiste en queaquél es el Genitor y éste el Procreado. Si se prescinde de estadeterminación natural y sensible, se anu<strong>la</strong> su existencia y realidadpersonal. Los cristianos, me refiero naturalmente a los antiguoscristianos, que difícilmente reconocerían a los cristianos mundanos,orgullosos y paganos del mundo moderno como sus hermanos enCristo, ponían en lugar del amor y de <strong>la</strong> unidad, naturales e innatosen el hombre, sólo un amor y una unidad religiosos; ellosrechazaron <strong>la</strong> vida familiar real, los <strong>la</strong>zos estrechos del amornatural como cosas no divinas, no celestes, es decir, en realidadnu<strong>la</strong>s. En cambio tenían como sustituto en Dios un padre y un Hijoque se amaban con un amor intenso, con aquel amor que sólo esproducto de un parentesco natural. Por eso mismo el misterio de <strong>la</strong>Trinidad era para los antiguos Cristianos un objeto de <strong>la</strong>admiración, del entusiasmo y del éxtasis, porque en Dios, <strong>la</strong>satisfacción de sus deseos más naturales y humanos que ellos enrealidad negaban, era objeto de sus contemp<strong>la</strong>ciones.Por eso, para completar <strong>la</strong> divina familia con el vínculo de<strong>la</strong>mor entre el Padre y el Hijo, era completamente natural que loscristianos colocaran a una tercera persona y esta vez una personafemenina en el cielo; pues <strong>la</strong> personalidad del Espíritu Santo erademasiado vaga y precaria, era sólo una personificación poéticadel amor recíproco entre él y el Hijo, de manera que no podía serese tercer principio complementario. María, por cierto, no fuecolocada entre el Padre y el Hijo de tal manera como si el Padrehubiese creado al Hijo mediante María, ya que <strong>la</strong> unidad entre elhombre y <strong>la</strong> mujer parecía a los cristianos algo no santo algopecaminoso; pero bastaba que fuera colocado un ser materno al<strong>la</strong>do del Padre y del Hijo.En efecto; no se puede decir que <strong>la</strong> madre sea algo no santo,algo indigno de Dios, una vez que Dios es Padre e Hijo. Aunque elPadre no es padre en el sentido de <strong>la</strong> procreación natural, yaunque <strong>la</strong> procreación, tal como se realiza, en Dios es diferente de<strong>la</strong> procreación natural y humana, el Padre, sin embargo, es unpadre verdadero y no un así l<strong>la</strong>mado padre figurado con respectoal Hijo. Por eso <strong>la</strong> introducción tan extraña de <strong>la</strong> madre de Dios noes más extraña o paradójica que <strong>la</strong> del Hijo de Dios y no contradice
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