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sinpermiso<br />
único por varios tramos crecientes para incentivar el trabajo<br />
estacional o a tiempo parcial voluntario, mantener una imposición<br />
diferencial de las rentas del capital deslocalizable, substituir parte<br />
de la financiación necesaria mediante IRPF con otros ingresos<br />
fiscales (ambientales, sobre la riqueza, la renta de las<br />
sociedades, e incluso el IVA de manera progresiva) son<br />
alternativas factibles que permiten disipar estos recelos. Algunas<br />
de estas alternativas, como incrementar la imposición indirecta,<br />
sólo tienen sentido y son progresistas en un marco de RB que<br />
permitan compensar el incremento del coste de la vida derivado.<br />
Y por favor, que no nos acusen de que una RB desincentiva<br />
encontrar empleo: es un insulto para la mayoría de la población<br />
que, sea consecuencia de nuestra moral judeocristiana o no,<br />
valora el trabajo como una necesidad de aportación al bien<br />
común y realización personal. Lo que permite la RB es poner<br />
en valor y legitimar a los (sobre todo "las") que aportan otros<br />
tipos de trabajo, no solo los que pasan por una nómina o una<br />
factura. Ni siquiera las personas con la vida solucionada a gran<br />
escala (millonarios) son capaces de dejar de trabajar. Discrepo<br />
absolutamente en que un gasto de entre 15.000 y 35.000<br />
millones sea incompatible con un programa de estabilidad<br />
presupuestaria. Lo que deberíamos abandonar de una vez por<br />
todas es este síndrome de Estocolmo de que nuestra presión<br />
fiscal debe estar 8 puntos por debajo de la media europea (y aún<br />
más inferior si nos comparamos solo con los países con<br />
sistemas de pensiones plenamente públicos). Nadie en la UE, ni<br />
el FMI, ni el BCE, ni la OCDE nos exige que estemos en<br />
inferioridad de ingresos respecto a nuestros vecinos. Lo que nos<br />
exigen es equilibrio presupuestario y nos sugieren vías para<br />
hacerlo, sea incrementando los ingresos, sea recortando si<br />
somos incapaces de hacer lo primero. Decir que un 1,1 o 1,5%<br />
del PIB sí es asumible como mayor gasto en lugar de un 2 o 3%<br />
es admitir la derrota ante la visión neoliberal y colaborar en el<br />
objetivo de convertirnos en una sociedad low-cost.<br />
Para acabar, estos próximos días el nuevo gobierno municipal de<br />
Barcelona va a iniciar un estudio riguroso para evaluar el coste de<br />
la implementación de una renta municipal, una de sus propuestas<br />
electorales, que complemente los ingresos de las personas<br />
pobres de la ciudad hasta alcanzar el umbral de riesgo de<br />
pobreza, siguiendo el esquema clásico de una renta mínima<br />
condicionada. Y ya el gran problema empieza por saber cuántos<br />
pobres en ingresos hay o si tienen medios alternativos de<br />
subsistencia (riqueza financiera o inmobiliaria). Me duele la<br />
cabeza de pensar el entramado administrativo-burocráticofiscalizador<br />
que van a tener que crear en el ayuntamiento,<br />
dedicando recursos humanos ingentes a hacer de policías de la<br />
pobreza (a evitar el fraude de los pobres, un pobre fraude<br />
comparado con el de los ricos), y cuando el personal de servicios<br />
sociales debería estar dedicado a ayudar a las personas a salir<br />
de la exclusión, a mejorar su empleabilidad o a simplemente<br />
hacerles la vida más digna. Y me duele el alma de pensar en<br />
cuántas personas pueden no llegar a ser beneficiarias de este<br />
programa o de la estigmatización que sufrirán (directa o indirecta)<br />
y sobre todo pensar que con una RB todo sería infinitamente más<br />
fácil, más digno y creando una sociedad más justa pero también<br />
económica y ecológicamente más eficiente y sostenible.<br />
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