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sinpermiso<br />
Aunque existen casi tantas formas de republicanismo como de<br />
liberalismo, aquí sólo diré que el neorrepublicanismo en el<br />
seno del cual ha tenido lugar buena parte de la discusión<br />
contemporánea sobre la RB no es exactamente el que puso<br />
de moda Zapatero: o sea, el de Pettit. El debate normativo<br />
sobre la RB se juega en el campo de un neorrepublicanismo<br />
que comparte con el de Pettit dos cosas: (1) construir una<br />
teoría no sólo de la libertad, sino también del Gobierno (que<br />
es lo que distingue al republicanismo del libertarismo<br />
neonozickeano, que es una teoría sólo de la libertad porque<br />
en ella apenas hay espacio para el Estado); y (2) una<br />
concepción de la libertad como no dominación, de acuerdo<br />
con la que Jessi vive sin depender de Piluca sólo en la medida<br />
en que Piluca no pueda interferir en los planes de vida de<br />
Jessi (que es lo que distingue al republicanismo del<br />
liberalismo à la Berlin, para el que el ideal de máxima libertad<br />
vendría a ser el Tom Hanks de Náufrago, abrazado a un balón<br />
y medio loco pero máximamente libre en cuanto que<br />
mínimamente interferido por los demás).<br />
Bien, supongamos que hemos respondido a la primera<br />
pregunta y que ya tenemos más o menos claro qué<br />
diferencias hay entre el libertarismo igualitario y el<br />
neorrepublicanismo. Pero, ¿qué distingue al<br />
neorrepublicanismo desde el que se ha venido defendiendo la<br />
RB del republicanismo de la Escuela de Cambridge y el Club<br />
Siglo XXI? ¿Por qué es, seguramente, una buena noticia que<br />
el debate sobre la RB haya tenido lugar fundamentalmente en<br />
el seno del primero y no del segundo (digo fundamentalmente<br />
porque Pettit ha defendido explícitamente la RB)?<br />
Dicho muy apretadamente, la principal diferencia entre<br />
ambos republicanismos es el énfasis que pone este<br />
neorrepublicanismo-después-de-Pettit (o neorrepublicanismo<br />
2.0) en los vínculos entre democracia (deliberativa), recursos<br />
materiales y propiedad. Para el neorrepublicanismo 2.0, que<br />
de forma quizá algo paradójica reclama un mayor engarce<br />
con el republicanismo clásico que el de la Escuela de<br />
Cambridge (o neorrepublicanismo 1.0), en un Estado<br />
republicano el bien común es algo que se decide<br />
colectivamente mediante procesos deliberativos (elemento<br />
deliberativo del republicanismo 2.0), pero donde esos<br />
ciudadanos llamados a participar en el debate público han de<br />
poseer ciertas “cualidades”, que en el republicanismo clásico<br />
se verificaban a través de la propiedad (elemento<br />
propietarista del republicanismo 2.0). En el republicanismo<br />
clásico la propiedad jugaba dos roles: por un lado, se hacía<br />
equivaler de alguna forma a la independencia<br />
socioeconómica, base de la autonomía de juicio necesaria<br />
para participar en el debate público; por el otro lado, en la<br />
medida en que permitía tener las necesidades más<br />
fundamentales cubiertas, era una especie de precondición<br />
para mantenerse alejado de los trabajos meramente<br />
productivos y cultivar así la virtud cívica. Esta exigencia del<br />
republicanismo clásico ha sido adoptada por el<br />
neorrepublicanismo antes y después de Pettit.<br />
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