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sinpermiso<br />
institucional de la propuesta normativa de la RB universal. En el<br />
edificio teórico de Van Parijs, los empleos son un recurso común<br />
más, como la tierra o las materias primas, y de ahí que las rentas<br />
obtenidas en el mercado laboral se hayan de repartir entre todos<br />
los ciudadanos (stakeholders), con independencia de que uno esté<br />
dispuesto a aceptar un empleo o no. La justificación de Van Parijs<br />
sólo funciona en la medida en que uno le compre su capítulo 4,<br />
que titula “Jobs as Assets”; es decir, en la medida en que uno le<br />
compre el argumento de que los empleos son como la tierra o<br />
como la estratosfera. A mí me suele costar convencer a la gente<br />
de esto. La verdad es que nunca he terminado de entender por<br />
qué quienes defendemos la idea de la RB hemos venido<br />
aceptando jugar “en el terreno” del libertarismo de izquierdas, que<br />
en lo esencial sólo distingue del libertarismo de derechas en una<br />
cosa: mientras que para estos últimos la Tierra es<br />
originalmente res nullius y por tanto susceptible de apropiación<br />
privada, para aquellos es de propiedad común y por tanto quien la<br />
explota ha de pagar un canon. Pero vale, supongamos que<br />
aceptamos jugar en su campo. Incluso aceptando que es<br />
teóricamente correcta (y como he dicho tengo mis dudas), la idea<br />
de que los empleos son un recurso natural más, como los<br />
océanos, es tan contraintuitiva que limita enormemente la<br />
viabilidad política de la propuesta. Sin salir de libertarismo de<br />
izquierdas, una fundamentación alternativa podría tomar como<br />
base la crítica que L. Murphy y T. Nagel (2002) dirigen al proyecto<br />
del libertarismo en general.<br />
Expuesto muy brevemente, el argumento de Murphy y Nagel es<br />
que analizar la legitimidad del sistema tributario por un lado y la<br />
de los sistemas de propiedad e ingresos antes de impuestos por<br />
el otro, como si fueran cosas completamente distintas, no tiene<br />
ningún sentido. Porque en ausencia de Estado no habría<br />
mercado o, dicho de otra forma, porque los mercados, para poder<br />
existir en primer lugar, necesitan del Estado y las instituciones<br />
que hacen posible la seguridad jurídica. Sin impuestos no hay<br />
Estado, y sin Estado no hay sistema de propiedad ninguno que<br />
nos garantice algo así como unos ingresos antes de impuestos.<br />
Luego toda la idea de la propiedad antes de impuestos sobre la<br />
que se fundamenta el libertarismo nozickeano es un mito. Pero<br />
volvamos a esa justificación “alternativa” de la RB desde el<br />
libertarismo de izquierdas. La idea aquí ya no es que los empleos<br />
son un recurso natural como el aire limpio y, por tanto,<br />
susceptibles de ser gravados para financiar luego un dividendo<br />
social. Lo que es un recurso común ahora es la estructura<br />
(básica) institucional en su conjunto –la regulación laboral que<br />
hace posibles los contratos de trabajo, los jueces y tribunales que<br />
aplican y hacen aplicar esa regulación, etc.-, de tal modo que una<br />
RB sería la forma de repartir igualitariamente entre todos el valor<br />
de una herencia institucional que, como el petróleo de Alaska<br />
para los residentes allí, nos pertenece a todos.<br />
Concluyo ya: me parece que la estrategia de justificación más<br />
prometedora para quienes defendemos la introducción de una RB<br />
es abandonar el estrecho marco del libertarismo y afirmar que,<br />
siendo importante, la propiedad no lo es todo. Y que la RB es una<br />
propuesta que aspira a dispersar, por emplear el lenguaje de<br />
Meade y Rawls, no sólo la propiedad del capital, sino también el<br />
poder. Pero ésta es ya otra historia, que requiere otra explicación…<br />
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