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sinpermiso<br />
dispensar sus favores. Pero junto a la desaparición del pleno<br />
empleo, cual horizonte de política posible, aparece otra<br />
explosiva novedad. Por paradójico que pueda parecer, hoy el<br />
arco de edad de la vida laboral se va restringiendo visiblemente.<br />
Se entra cada vez más tarde en el mundo del trabajo. A menudo<br />
los jóvenes se ven empujados a continuar los estudios porque<br />
no encuentran trabajo y siguen siendo un gravamen para los<br />
ingresos familiares. Al mismo tiempo, se sale del trabajo mucho<br />
antes de tiempo. Es verdad que la reforma Fornero y las demás<br />
reformas de las pensiones tienden a alargar la permanencia en<br />
el trabajo, pero los empresarios tienen otra visión.<br />
Este encogimiento de la edad laboral tiene en Italia al menos<br />
dos graves resultados. Los jóvenes (al menos la mayoría más<br />
afortunada) buscan protección en el cascarón de la familia,<br />
entumeciendo aspiraciones y perspectivas. Los que no la tienen<br />
o no se contentan, se vuelven hacia el welfare criminal. ¿Es por<br />
tanto deseable que sea el Estado el que proporcione un ingreso,<br />
arruinando la ética capitalista del trabajo, o preferimos — como<br />
cada vez más en el caso del resto, la escuela, la sanidad, los<br />
transportes — dejarlo en manos del mercado?<br />
Un mercado criminal, naturalmente, entre los más eficientes de<br />
la Península [italiana]. Estamos perdiendo las mejores<br />
inteligencias de la presente generación, que escapan a los<br />
grandes centros de Europa y de los EE. UU. Mientras el primer<br />
ministro [Renzi] y su gobierno engañan a los italianos con las<br />
monsergas de la llamada “buena escuela”.<br />
Igual que es trágica la situación de los ancianos que pierden el<br />
trabajo y no disponen todavía de una pensión. Estas figuras, que<br />
la reforma Fornero ha logrado magnificar, haciéndolas víctimas<br />
sacrificiales de una reforma inspirada por el pánico y una cultura<br />
productivista, no tienen ninguna familia en la que apoyarse. Esa<br />
familia en general deben regirla con sus magros ingresos.<br />
La RB sacaría de la desesperación a muchas personas que<br />
tienen a la espalda décadas de fatigas y un futuro de<br />
incertidumbre. Aumentaría la demanda, de la cual la economía<br />
italiana tiene evidente necesidad. Constituiría la vía para reducir<br />
las desigualdades sociales, ofrecería a muchos de nuestros<br />
jóvenes un punto de partida para emprender, estudiar, continuar<br />
investigaciones en marcha. Una RB podría crear ese margen de<br />
seguridad capaz de empujar a tantos de nuestros chicos a hacer<br />
voluntariado: voluntariado de asistencia a personas, de cuidado<br />
del ornato urbano, de defensa del medio ambiente y del paisaje,<br />
de ayuda a los niños y a los chicos que abandonan la escuela.<br />
Todo depende del clima que se respire en el país, si es de<br />
lealtad entre gobernantes y gobernados, de exaltación y defensa<br />
del bien común. Todo depende de la creatividad de la política,<br />
que debe salir de la rutina sobre el empleo que le aflige, y debe<br />
saber suscitar las energías latentes de nuestra sociedad, a la<br />
espera de un mensaje de verdad y de perspectiva.<br />
Fuente: Il Manifesto, 11 de mayo de 2015<br />
Traducción: Lucas Antón<br />
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