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sinpermiso<br />
mundiales); y (2) dado que en los próximos años lo más<br />
probable es que la tasa de rendimiento del capital (r) sea mayor<br />
que la tasa de crecimiento económico (g), la desigualdad seguirá<br />
aumentando salvo que los gobiernos adopten medidas para<br />
impedirlo. Como en la película protagonizada por Bill Murray, lo<br />
ocurrido en el pasado (la riqueza acumulada por generaciones<br />
pasadas) tiende a reproducirse una y otra vez en el presente (el<br />
ascensor social se para). ¿Qué hacer (si es que se puede hacer<br />
algo) para no quedar atrapados por la riqueza del pasado?<br />
Aunque ha recibido muchas críticas por ello, en realidad Piketty<br />
no cree que todo dependa de las tasas de crecimiento de la<br />
población y el progreso tecnológico y que las políticas públicas no<br />
pueden generar ningún cambio significativo (Piketty no es ningún<br />
determinista económico). Más bien al contrario, cree que una<br />
tributación fuertemente progresiva podría evitar una nueva Edad<br />
de Oro del capitalismo de rentistas porque lo que determina la<br />
probabilidad de que el 1% domine al 99% es el rendimiento del<br />
capital despuésde impuestos y transferencias. Es decir, la<br />
propuesta de Piketty es algo así como volver al pasado (al<br />
igualitarismo del Estado de bienestar de impuestos y<br />
transferencias de los 30 años posteriores a la II Guerra Mundial),<br />
para evitar quedar atrapados en él (para evitar que “el pasado<br />
[devore] al porvenir”). No es muy atrevido decir que Piketty ha<br />
revolucionado la economía o, al menos, la forma de entender las<br />
causas de la desigualdad en el largo plazo. Pues bien, en 1964<br />
James E. Meade publicó un librito que pasó bastante más<br />
desapercibido que el de Piketty –Amazon al margen, la verdad es<br />
que el título era bastante menos catchy-, motivado por la<br />
siguiente preocupación: “[E]n los países desarrollados altamente<br />
industrializados una parte sustancial del producto nacional<br />
corresponde a los propietarios del capital y éste está muy<br />
desigualmente distribuido. Esto es un problema” (Meade, 1964:<br />
25). Dicho de otra forma: en un mundo (que Meade llama “the<br />
Brave New Capitalist’s Paradise”: y sí, exacto, se parece mucho<br />
al “capitalismo patrimonialista” de Piketty) donde muchas tareas<br />
de producción han sido robotizadas o automatizadas –y por<br />
consiguiente hay un desempleo estructural más o menos<br />
elevado-, distribuir los ingresos salariales de una forma<br />
sustancialmente igualitaria ex post sólo puede hacerse mediante<br />
tipos impositivos “excepcionalmente progresivos”.<br />
Pero esto tiene a su vez un problema, y es que “una imposición<br />
tan progresiva de las rentas del trabajo sin duda tendrá efectos<br />
negativos sobre los incentivos al trabajo, el ahorro, la innovación<br />
y la asunción de riesgos” (Meade, 1964: 38). La solución, viene<br />
a decirnos Meade, no puede ser corregir ex post los resultados<br />
desiguales a los que da lugar la versión “Paraíso del Rentista”<br />
del capitalismo, sino (re)distribuir ex ante el valor del capital<br />
productivo. A este sistema que propone igualar ex ante la<br />
propiedad del capital Meade lo llama “Democracia de<br />
Propietarios” (exacto, como Rawls). “Supongamos”, dice Meade<br />
en la frase con la que abre el capítulo en el que desarrolla la<br />
idea de la Democracia de propietarios (Meade, 1964: cap. V, pp.<br />
40-65), “que por arte de magia […] la propiedad del capital<br />
pudiera ser distribuida igualitariamente entre todos los<br />
ciudadanos de la comunidad […] La característica principal de<br />
esta sociedad sería que el empleo se convertiría en una elección<br />
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