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Emilio Jéquier, la construcción de un patrimonio

En el marco de las celebraciones de su 140° aniversario, el Museo Nacional de Bellas Artes, con el auspicio de LarrainVial y el patrocinio de la Corporación Patrimonio Cultural de Chile, se impulsó la edición del libro Emilio Jéquier: la construcción de un patrimonio, que rescata por primera vez la obra, la figura y el pensamiento del autor del edificio en el cual se emplaza este Museo, el Palacio de Bellas Artes, inaugurado en 1880.

En el marco de las celebraciones de su 140° aniversario, el Museo Nacional de Bellas Artes, con el auspicio de LarrainVial y el patrocinio de la Corporación Patrimonio Cultural de Chile, se impulsó la edición del libro Emilio Jéquier: la construcción de un patrimonio, que rescata por primera vez la obra, la figura y el pensamiento del autor del edificio en el cual se emplaza este Museo, el Palacio de Bellas Artes, inaugurado en 1880.

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Figura 18 · Comienzo de la

construcción del Palacio de Bellas

Artes, sector poniente. Centro

de Documentación Técnica

y Archivo Fotográfico de la

Dirección de Arquitectura del

Ministerio de Obras Públicas.

Figure 18 · Beginning of the

construction of the Palace of

Fine Arts, west sector. Technical

Documentation Centre and

Photographic Archive of the

Architecture Department of the

Ministry of Public Works.

una de las áreas más notables de Santiago. Sus formas,

por otra parte, han sido consideradas por la crítica como

una suerte de canto del cisne de una arquitectura que

periclita, asociada a un pasado no muy original, opuesto

a la renovación que traería el siglo XX. Dicha convicción,

unida a un conocimiento limitado y poco preciso del

edificio, ha impedido apreciar lo novedoso, no solo de

su programa y sus formas, sino también de las técnicas

vinculadas a su construcción.

La dualidad en los recursos técnicos del palacio está

muy próxima a lo que, en un plano más general se ha

señalado para la arquitectura del siglo XIX (Mignot,

1994). En la construcción de este edificio se articulan

tres principios y tres procedimientos constructivos:

los muros de albañilería de ladrillo, cuya tradición

se remonta al menos al Imperio romano pero que

a comienzos del siglo XX, habían sido objeto de

diversas adiciones técnicas; las estructuras de hierro,

principalmente evidentes en sus cubiertas de vidrio

y los elementos de hormigón, no tan evidentes, pero

tan importantes como innovadores, probablemente

incorporados durante el proceso de construcción.

Los arquitectos formados en la academia durante el

siglo XIX prestaban una atención preponderante a las

formas, aunque poseían un evidente oficio técnico.

Habitualmente ponían dicho oficio al servicio de

las formas, a fin de hacerlas viables y factibles. No

debe olvidarse que Jéquier obtuvo buena parte de su

formación de la École Spéciale d’Architecture que, en

contraposición a la École des Beaux-Arts, de la que

participaría más tarde, ponía un énfasis mayor en los

aspectos programáticos y constructivos. Es de suponer,

por lo tanto, que fuese bastante consciente de los

desafíos técnicos del edificio y del modo de resolverlos.

La obra gruesa del Palacio de Bellas Artes está

construida en albañilería de ladrillo que, en Chile, se

había venido perfeccionando durante la segunda mitad

del siglo XIX. El grosor de los muros, dispuestos sobre

fundaciones de piedra, era considerable. Debe tenerse

en cuenta que se construía sobre un terreno que había

sido lecho de río, empleado como basural y donde se

localizaban «ranchos», como entonces se denominaba

remarkable areas of Santiago. Its forms, on the other

hand, have been considered by critics as a kind of swan

song of a declining architecture, associated with an

unoriginal past opposed to the renewal that the twentieth

century brought. This conviction, along a limited and

imprecise knowledge of the building, has prevented the

appreciation of the originality, not only of its program

and its forms but also of the techniques used in its

construction.

The duality in the technical resources of the palace

is very close to what, on a more general level, has

been indicated for the architecture of the 19th century

(Mignot, 1994). In the construction of this building,

three principles and three constructive procedures

are combined: the brick walls, a tradition which dates

back at least to the Roman Empire but which at the

beginning of the 20th century had undergone various

technical additions; the iron structures, mainly in its glass

roofs and the concrete elements, not so obvious, but as

important as they are innovative, probably incorporated

during the construction process. The architects trained in

the academy during the 19th century paid a predominant

attention to forms even though they possessed an

obvious technical skill. Usually they put this craft at the

service of forms in order to make them feasible. It should

not be forgotten that Jéquier obtained a good part of

his training at the École Spéciale d’Architecture which, in

contrast to the École des Beaux-Arts, that he would later

attended, placed a greater emphasis on programmatic

and constructive aspects. Therefore he was presumably

aware of the building’s technical challenges and knew

how to solve them.

The structural work of the Palace of Fine Arts

consisted of brick masonry, which in Chile had been

perfected during the second half of the 19th century. The

thickness of the walls, laid out on stone foundations, was

considerable. It should be taken into account that it was

built on land that had been a riverbed, used as a landfill

and where “ranchos,” as informal dwellings were then

called, were located. (Fig.18). The size of the building

was significant so the country’s frequent earthquakes

must have been considered (Fig. 19 and 20). The 1906

EL PALACIO DE BELLAS ARTES ∙ THE PALACE OF FINE ARTS

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