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Emilio Jéquier, la construcción de un patrimonio

En el marco de las celebraciones de su 140° aniversario, el Museo Nacional de Bellas Artes, con el auspicio de LarrainVial y el patrocinio de la Corporación Patrimonio Cultural de Chile, se impulsó la edición del libro Emilio Jéquier: la construcción de un patrimonio, que rescata por primera vez la obra, la figura y el pensamiento del autor del edificio en el cual se emplaza este Museo, el Palacio de Bellas Artes, inaugurado en 1880.

En el marco de las celebraciones de su 140° aniversario, el Museo Nacional de Bellas Artes, con el auspicio de LarrainVial y el patrocinio de la Corporación Patrimonio Cultural de Chile, se impulsó la edición del libro Emilio Jéquier: la construcción de un patrimonio, que rescata por primera vez la obra, la figura y el pensamiento del autor del edificio en el cual se emplaza este Museo, el Palacio de Bellas Artes, inaugurado en 1880.

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en jugar con la ilusión de las falsas estructuras en varios

de sus proyectos teóricos, ni tampoco, en 1785, en su

propuesta muy concreta para una gran biblioteca real.

El corte de este proyecto muestra tanto el dispositivo

de gradas, destinado a recibir los tomos impresos –el

anfiteatro de libros–, como los potentes muros de

piedra que existían anteriormente en el antiguo palacete

donde se realizaría la obra, la falsa bóveda con un arco

de casetones y la gran cercha industrial, que permite

atravesar una enorme superficie. Al igual que Legrand y

Molinos dos años antes, completó mamposterías antiguas

y tradicionales con una nueva cubierta, que es solo una

imagen de la cubierta anterior.

Hoy conocemos la influencia de esta propuesta

en Henri Labrouste, quien tenía una imagen grabada

de este volumen suspendida sobre su escritorio,

mientras dibujaba las grandes salas de lectura de

sus bibliotecas.

Para Boullée, tanto como para Legrand y Molinos, se

trataba de cubrir un patio con armazones de madera. Pero,

desde la primera década del siglo XIX, el metal reemplazó

a la madera, tanto para reconstruir la cúpula incendiada

del Mercado de Trigo como en un gran y nuevo proyecto:

la Bolsa, también llamada Palacio Brongniart. Esta

obra –una de las más importantes entre las que se

construyeron durante el Imperio– reúne el exterior de

un templo corintio, el plano de un palacio romano y un

patio central cubierto por una estructura de hierro. En

este collage, bajo una forma aún literal, ya coexisten los

elementos de la futura síntesis del Beaux-Arts.

Cuando terminó su construcción en 1826, el hierro y

el vidrio ya se habían impuesto. Ese año, además, la moda

de las galerías estaba en pleno apogeo en París. Estos

proyectos comerciales, desdeñados por largo tiempo

por los grandes arquitectos, habían ganado finalmente

prestigio. El arquitecto François Jacques Delannoy,

laureado por el Grand Prix de Rome, diseñó la Galerie

Vivienne, que asociaba una decoración de estilo antiguo

con techos de vidrio divididos por falsos arcos de piedra,

una estructura de madera y estuco. Dos años más tarde,

Pierre Fontaine, el antiguo arquitecto de Napoleón,

construyó la Galerie d’Orléans en el Palais Royal, y en su

obra triunfó el uso del metal tanto en la estructura como

en la ornamentación. Él, que veinte años antes había

intentado oponerse a la construcción en hierro del Pont

des Arts, entre el Louvre y el Instituto de Francia –porque

ese sitio le parecía demasiado prestigioso para este

material–, ahora promovía la asociación estrecha de un

his very concrete proposal for a great royal library.

The section of this project shows both the tiered

device destined to receive the printed volumes (the

book amphitheatre) as well as the powerful stone

walls that previously existed in the old palace where

the work would be carried out, the false vault with

an arch of coffered ceiling and the large industrial

truss, which allows a huge area to be spanned. Like

Legrand and Molinos two years earlier, Boullée

completed an old and traditional masonry with a

new roof, which is only an image of an antique roof.

Today we know the influence this proposal had

on Henri Labrouste, who had an engraved picture of

this space hung over his desk while he drew the great

reading rooms of his libraries.

For Boullée, as well as for Legrand and Molinos,

it was a question of covering a patio with wooden

frames. But from the first decade of the 19th

century metal replaced wood, both to rebuild

the burned dome of the Wheat Market and in a

great new project: the Stock Exchange, also called

the Brongniart Palace. This work, one of the most

important among those built during the Empire,

brings together the exterior of a Corinthian temple,

the plan of a Roman palace and a central courtyard

covered by an iron structure. In this collage, in a still

literal form, the elements of the future synthesis of

the Beaux-Arts already coexist.

When its construction was completed in 1826, iron

and glass had already established themselves. That

same year the trend of the galleries was in full swing

in Paris. These commercial projects, long neglected

by great architects, had finally gained prestige. The

architect François Jacques Delannoy, winner of the

Grand Prix de Rome, designed the Galerie Vivienne,

which associated an antique-style decoration

with glass roofs divided by false stone arches, a

wooden structure and stucco. Two years later Pierre

Fontaine, Napoleon’s former architect, built the

Galerie d’Orléans at the Palais Royal and his work

triumphed in the use of metal in both structure and

ornamentation. Fontaine, who twenty years earlier

had tried to oppose the iron construction of the

Pont des Arts, between the Louvre and the Institute

de France, because that site seemed too prestigious

for this material now promoted the close association

of a generic academic style with modern materials.

Only the exterior Tuscan colonnade survives today.

DE PIEDRA Y HIERRO ∙ OF STONE AND IRON

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