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Emilio Jéquier, la construcción de un patrimonio

En el marco de las celebraciones de su 140° aniversario, el Museo Nacional de Bellas Artes, con el auspicio de LarrainVial y el patrocinio de la Corporación Patrimonio Cultural de Chile, se impulsó la edición del libro Emilio Jéquier: la construcción de un patrimonio, que rescata por primera vez la obra, la figura y el pensamiento del autor del edificio en el cual se emplaza este Museo, el Palacio de Bellas Artes, inaugurado en 1880.

En el marco de las celebraciones de su 140° aniversario, el Museo Nacional de Bellas Artes, con el auspicio de LarrainVial y el patrocinio de la Corporación Patrimonio Cultural de Chile, se impulsó la edición del libro Emilio Jéquier: la construcción de un patrimonio, que rescata por primera vez la obra, la figura y el pensamiento del autor del edificio en el cual se emplaza este Museo, el Palacio de Bellas Artes, inaugurado en 1880.

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inédito, construida en 1783 por los arquitectos Jacques

Molinos y Jacques Guillaume Legrand, gracias al arte

del maestro carpintero André Jacob Roubo. Aunque

el edificio cumple con la voluntad racional de proveer

equipamiento para la ciudad, la pureza geométrica

de su plano circular se impuso en el imaginario sobre

su función principal. Inicialmente, estuvo destinado

a almacenar y vender granos, luego fue transformado

en bolsa de comercio y hoy es un museo de arte

contemporáneo, gracias a las modificaciones recientes

de Tadao Ando. Su diseño anticipó la asociación

pragmática entre la pompa palaciega clásica y las

grandes cubiertas transparentes y aéreas que se

impusieron en el siglo XIX.

Este mercado proporcionó rápidamente una referencia

que ayudó a liberar los proyectos contemporáneos de

las limitaciones de las bóvedas pesadas. Poco importa

que su primera cúpula, construida económicamente

con una armazón de madera, no haya durado más de

veinte años. Cuando Legrand la describe en 1806, la

compara con el Panteón de Roma y evoca los teatros

y anfiteatros de la Antigüedad.2 Más allá de las falsas

bóvedas –procedimiento antiguo–, la posibilidad que

se abría entonces permitía liberarse de las restricciones

dimensionales. Tres años más tarde, el joven Charles

Percier, uno de los futuros fundadores de la École des

Beaux-Arts, retomó este principio de la gran cúpula

ligera para cubrir el hemiciclo central del Palacio de las

Academias, proyecto con el que obtuvo el Grand Prix de

Rome.3 No se indica la técnica, pero nadie imaginaría al

ver sus dibujos que pudiese tratarse de una construcción

romana. Esta imitación no era en ningún caso un hecho

aislado. Al contrario, los talleres parisinos del Siglo de las

Luces, donde se dibujaban composiciones exaltadas y

sublimes, interpretaban las grandezas de la Antigüedad,

sin preocuparse por la pesadez de las bóvedas y las

cúpulas de mampostería.

Étienne-Louis Boullée –figura tutelar indiscutible de

esta tendencia, que se anticipó en muchos aspectos a

los grandes proyectos del siglo XIX– no duda tampoco

Jacques Molinos and Jacques Guillaume Legrand,

thanks to the art of the master carpenter André

Jacob Roubo. Although the building fulfills the

rational will to provide equipment for the city, the

geometric purity of its circular plan prevailed over

its main function. Initially, it was intended to store

and sell grains, then it was transformed into a stock

exchange and today it is a museum of contemporary

art thanks to recent modifications by Tadao Ando. Its

design anticipated the pragmatic association between

classical palatial pomp and the large transparent and

light coverings that dominated in the 19th century.

This market quickly provided a reference that

helped to free contemporary projects from the

limitations of heavy vaults. It matters little that its

first dome, built economically from a wooden frame,

did not last more than twenty years. When Legrand

describes it in 1806, he compares it to the Pantheon

in Rome and evokes the theatres and amphitheatres

of antiquity.2 Beyond the false vaults – an ancient

procedure – the possibility that emerged allowed

freedom from dimensional restrictions. Three years

later the young Charles Percier, one of the future

founders of the École des Beaux-Arts, took up this

principle of the great light dome to cover the central

hemicycle of the Palais des Academies, a project

for which he won the Grand Prix de Rome.3 The

technique is not indicated, but no one would imagine

when looking at his drawings that it could be a

Roman construction. This imitation was by no means

an isolated event. On the contrary, the Parisian

workshops of the Enlightenment where exalted and

sublime compositions were drawn which interpreted

the greatness of antiquity without worrying about the

heaviness of the vaults and the masonry domes.

Étienne-Louis Boullée – the undisputed tutelary

figure of this trend who anticipated in many respects

the great projects of the 19th century – did not

hesitate to play with the illusion of false structures

in several of his theoretical projects, nor in 1785 in

2 Jacques Guillaume Legrand. Plan et élévation de la Halle aux bleds

de París; par M. Le Camus de Mézières, architecte. Annales du

musée. 11-1806, pp. 17-18.

3 Prestigioso concurso a través del cual la Academia Francesa

otorgaba una beca de estudios para una residencia artística en

Roma. (Nota del traductor).

2 Jacques Guillaume Legrand. Plan et élévation de la Halle

aux bleds de Paris; par M. Le Camus de Mézières, architecte.

Annales du musée. 11-1806, p. 17-18.

3 Prestigious competition through which the French Academy

granted a scholarship for an artistic residency in Rome.

(Translator’s note).

Jean-Philippe Garric

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