Emilio Jéquier, la construcción de un patrimonio
En el marco de las celebraciones de su 140° aniversario, el Museo Nacional de Bellas Artes, con el auspicio de LarrainVial y el patrocinio de la Corporación Patrimonio Cultural de Chile, se impulsó la edición del libro Emilio Jéquier: la construcción de un patrimonio, que rescata por primera vez la obra, la figura y el pensamiento del autor del edificio en el cual se emplaza este Museo, el Palacio de Bellas Artes, inaugurado en 1880.
En el marco de las celebraciones de su 140° aniversario, el Museo Nacional de Bellas Artes, con el auspicio de LarrainVial y el patrocinio de la Corporación Patrimonio Cultural de Chile, se impulsó la edición del libro Emilio Jéquier: la construcción de un patrimonio, que rescata por primera vez la obra, la figura y el pensamiento del autor del edificio en el cual se emplaza este Museo, el Palacio de Bellas Artes, inaugurado en 1880.
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colaborador, durante diez años, le agradece su amistad
y reconoce abiertamente su influencia1.
También se debe mencionar que aquellos años en
torno a su llegada, los últimos de la década de los
ochenta, serían cruciales para una importante obra
que se comenzaba en Santiago y que estaba a cargo
de su tío, el ingeniero Alejandro Bertrand Huillard.
Se trataba del levantamiento de las calles de Santiago,
trabajo que Bertrand realizó con un nivel de precisión
y detalle nunca antes visto y que completó con máxima
celeridad, en apenas dos años (1889 y 1890). No sabemos
a ciencia cierta si Jéquier trabajó en ese monumental
levantamiento, aunque es posible suponer que pudo
colaborar con su tío, como él mismo después colaboró
y ayudó al hijo de este, su primo, Julio Bertrand Vidal,
bastante menor que él y también arquitecto formado
en la Ecole Spéciale d’Arquitecture entre 1907 y 1911. A la
larga, este levantamiento sería fundamental para ampliar
las estrechas e irregulares calles de Santiago y, sobre todo,
para introducir el alcantarillado.
En este contexto es significativo preguntarse: ¿qué traía
de nuevo para ofrecer Jéquier a Chile y a los chilenos? Una
pregunta que no carece de interés, dada las repercusiones
que finalmente tendría su trabajo en el país.
Jéquier, aunque muy joven, pues apenas tenía
veintitrés años cuando llegó a Chile, era un profesional
de la arquitectura que, con una sólida formación,
dominaba un lenguaje ya universal y, por lo tanto, en
cualquier circunstancia era prenda de garantía. Y es que
el Chile de entonces, todavía en formación, necesitaba
de símbolos con que revestir sus instituciones y afianzar
su identidad. Algo que al parecer no cambió de un modo
significativo después de la Revolución de 1891, cuando
el país comenzaba a prepararse para conmemorar el
centenario de su Independencia. En este sentido, el
academicismo francés no tenía contrapartida alguna,
menos todavía en nuestro país.
En este contexto general, la carrera de Jéquier
en Chile se puede entender dividida en tres etapas
fundamentales de, más o menos, diez años cada
una. En primer lugar, aquella a la cual ya nos hemos
referido y de la que no sabemos mucho, que va
desde su llegada al país hasta fines del siglo XIX.
ten years, and where he expresses his gratitude for
the latter’s friendship and openly acknowledges his
influence on him.1
Also, it is necessary to consider that the years
around the time of his arrival, towards the end of the
1880s, would be crucial for an important work that
began in Santiago that was directed by his uncle, the
engineer Alejandro Bertrand Huillard. It was a survey
of Santiago’s streets, a commission that Bertrand
carried out at a level of precision and detail never
seen before, and that was completed with maximum
speed in only two years (1889 and 1890). We do not
know for sure if Jéquier worked in this monumental
endeavour, although one might imagine that he may
have collaborated with his uncle, just as he himself
later collaborated and helped his son, his cousin
Julio Bertrand Vidal, who was much younger than
him, and also trained as architect in L’École Spéciale
d’Arquitecture between 1907 and 1911. Eventually
this urban survey would be fundamental to extend
the narrow and irregular streets of Santiago and in
particular to implement the sewerage.
In this context the question arises: what
innovations was Jéquier offering to the country of
Chile and its inhabitants? A question that does not
lack interest, given the repercussions that his work
would have there.
Although very young (he was scarcely twenty-three
years old when he arrived in the country), Jéquier was
a professional architect with a solid formation who
dominated an already universal language and whose
work therefore was in any case a pledge of guarantee.
At the time Chile was still developing, so it needed
symbols with which to consolidate its institutions
and strengthen its identity. A situation that did not
apparently change considerably after the Revolution
of 1891, when the country began to prepare to
commemorate the centenary of its independence. In
this sense, French Neoclassicism did not have any
counterpart, at least in our country.
Jéquier’s career in Chile can be divided into three
fundamental periods of approximately ten years
each. First of all, the one we have already referred
1 Aunque no he encontrado la fuente de esta referencia, agradezco
al arquitecto Italo Cordano Gnecco quien me compartió una
fotocopia incompleta de la misma.
1 Although I have not found the source of this reference, I thank
architect Italo Cordano Gneco who lent me an incomplete
copy of it.
Germán Hidalgo Hermosilla
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