Emilio Jéquier, la construcción de un patrimonio
En el marco de las celebraciones de su 140° aniversario, el Museo Nacional de Bellas Artes, con el auspicio de LarrainVial y el patrocinio de la Corporación Patrimonio Cultural de Chile, se impulsó la edición del libro Emilio Jéquier: la construcción de un patrimonio, que rescata por primera vez la obra, la figura y el pensamiento del autor del edificio en el cual se emplaza este Museo, el Palacio de Bellas Artes, inaugurado en 1880.
En el marco de las celebraciones de su 140° aniversario, el Museo Nacional de Bellas Artes, con el auspicio de LarrainVial y el patrocinio de la Corporación Patrimonio Cultural de Chile, se impulsó la edición del libro Emilio Jéquier: la construcción de un patrimonio, que rescata por primera vez la obra, la figura y el pensamiento del autor del edificio en el cual se emplaza este Museo, el Palacio de Bellas Artes, inaugurado en 1880.
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Félix Callet y Victor Baltard, el
primer pabellón de Les Halles
de París, después de 1848,
fotografía de Charles Marville,
1866. París, coll. part.
Félix Callet and Victor
Baltard, the first pavilion
of Les Halles de Paris, after
1848, photograph by Charles
Marville, 1866. Paris, coll. part.
El primero se relaciona con Les Halles de París, cuya
reconstrucción se inició en 1848 con un concurso ganado
por dos arquitectos galardonados con el Grand Prix de
Rome, representantes ejemplares del sistema de Beaux-
Arts: Félix Callet y Victor Baltard. Para la construcción
del primer pabellón, adoptaron el principio de una
estructura metálica envuelta en una fachada de piedra. El
dibujo del exterior, simple y refinado a la vez, demostraba
el entusiasmo de esta generación por los estudios
arqueológicos, que se manifestaron especialmente en los
grandes arcos «etruscos» ubicados en las entradas de las
cuatro esquinas. Ahora bien, esta unión de pragmatismo
técnico en el interior y elegancia neoclásica en los
alzados no se ajustaba a las convicciones del emperador.
Napoleón III había regresado de Londres marcado
por el recuerdo del Crystal Palace, del constructor de
invernaderos Joseph Paxton, quien deslumbró a Europa
en la Exposición Universal de 1851; además, se había
mostrado satisfecho por la ligereza del interior de la
Gare de l’Est. Las fachadas de piedra, por el contrario, le
parecían pesadas. Consiguió entonces que se cambiara el
estilo de los pabellones siguientes e incluso la demolición
de este edificio, derribado en 1866.
El segundo episodio corresponde a una obra menos
utilitaria, que fue una respuesta directa al Crystal Palace:
el Palacio de la Industria y Bellas Artes, construido
en 1853 en los Champs-Élysées para la Exposición
Universal de 1855. En este caso, la apuesta fue defender
simultáneamente la imagen del poderío industrial de
Francia y el refinamiento del «país del buen gusto»
leitmotiv de los discursos nacionalistas de la época.
El palacio tomó entonces la forma de una vasta
extensión de salas de vidrio y metal de treinta mil m2,
concebida por los ingenieros Alexis Barrault y Georges
Bridel, con una inmensa nave central acondicionada
luego como jardín de esculturas, todo revestido por
una envoltura ecléctica de Beaux-Arts dibujada por
el arquitecto Victor Viel. La celebración de la técnica
y la industria se plegaba así perfectamente al respeto
por las jerarquías. Las dos partes yuxtapuestas se
confiaron a especialistas diferentes. La fachada
principal contaba con dos niveles de ventanales en
arco: su composición, inspirada a la vez en el Palais des
Études de la École des Beaux-Arts –terminado quince
in 1848 after a competition won by two architects who
had been awarded the Grand Prix de Rome, exemplary
representatives of the Beaux-Arts system: Félix Callet
and Victor Baltard. For the construction of the
first pavilion they adopted the principle of a metal
structure wrapped in a stone façade. The exterior
design, both simple and refined, demonstrated
this generation’s enthusiasm for archaeological
studies, which manifested itself especially in the
large “Etruscan” arches located at the entrances to
the four corners. However, this union of technical
pragmatism in the interior and neoclassical elegance
in the elevations did not conform to the emperor’s
convictions. Napoleon III had returned from London
impressed by the memory of the Crystal Palace
designed by the conservatory builder Joseph Paxton,
who dazzled Europe at the 1851 Universal Exhibition.
Napoleon III had been satisfied with the lightness of
the interior of the Gare de l’Est, but the stone façades
seemed heavy to him. He then managed to change
the style of the following pavilions and even had this
building demolished in 1866.
The second episode corresponds to a less utilitarian
work which was a direct response to Crystal Palace:
the Palace of Industry and Fine Arts, built in 1853 on
the Champs-Élysées for the Universal Exhibition of
1855. In this case, the intention was to simultaneously
defend the image of France’s industrial might along
the refinement of the “country of good taste” – a
leitmotif of nationalist discourses of the time.
The palace then took the form of a vast extension
of glass and metal rooms that covered 30.000 m2
conceived by the engineers Alexis Barrault and
Georges Bridel with an enormous central hall later
transformed into a sculpture garden, all cladded in a
Beaux-Arts eclectic envelope drawn by the architect
Victor Viel. The celebration of technology and
industry was thus perfectly aligned to the respect for
hierarchies. The two juxtaposed parts were entrusted
to different specialists. The main façade had two levels
of arched windows, its composition, inspired at the
same time by the Palais des Études at the École des
Beaux-Arts (completed fifteen years earlier from the
project by Félix Duban) and by the Sainte-Geneviève
Jean-Philippe Garric
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