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Foxe - El Libro de los Mártires

El misterio de la historia no es completamente sombrío, ya que es un velo que solo oculta en parte la actividad creativa y las fuerzas espirituales y la marcha de las leyes espirituales. Es una forma habitual decir que la sangre de los mártires es la semilla de la iglesia, pero lo que estamos afirmando es simplemente que los hechos individuales de decisión espiritual producen frutos sociales… Ya que los grandes cambios culturales y las revoluciones históricas que deciden el destino de las naciones o el carácter de una era es el resultado acumulativo de un número de decisiones espirituales… La fe y la perspicacia, o el rechazo y la ceguera, de los individuos. Nadie puede señalar el último acto espiritual que desnivela el equilibrio y hace que el orden externo de la sociedad asuma una nueva forma...La persecución, ineficaz para destruir y aun para conmover aquella nueva sociedad, hizo que se sintiese más ella misma, y que se formase en una corporación más compacta.

El misterio de la historia no es completamente sombrío, ya que es un velo que solo oculta en parte la actividad creativa y las fuerzas espirituales y la marcha de las leyes espirituales. Es una forma habitual decir que la sangre de los mártires es la semilla de la iglesia, pero lo que estamos afirmando es simplemente que los hechos individuales de decisión espiritual producen frutos sociales… Ya que los grandes cambios culturales y las revoluciones históricas que deciden el destino de las naciones o el carácter de una era es el resultado acumulativo de un número de decisiones espirituales… La fe y la perspicacia, o el rechazo y la ceguera, de los individuos. Nadie puede señalar el último acto espiritual que desnivela el equilibrio y hace que el orden externo de la sociedad asuma una nueva forma...La persecución, ineficaz para destruir y aun para conmover aquella nueva sociedad, hizo que se sintiese más ella misma, y que se formase en una corporación más compacta.

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<strong>El</strong> <strong>Libro</strong> <strong>de</strong> <strong>los</strong> <strong>Mártires</strong> por <strong>Foxe</strong><br />

Si alguno <strong>de</strong> el<strong>los</strong> parecía vacilar en su fe, no lo mataban, sino que lo enviaban a galeras,<br />

para que se convirtieran a golpes <strong>de</strong> infortunio. Los más crueles perseguidores que asistían al<br />

duque en esta ocasión eran tres: 1) Tomás Incomel, un apóstata, porque había sido criado en<br />

la religión reformada, pero renunció a su fe, abrazó <strong>los</strong> errores <strong>de</strong>l papado, y se volvió monje.<br />

Era un gran libertino, entregado a crímenes contra natura, y sórdidamente <strong>de</strong>seoso <strong>de</strong>l botín<br />

<strong>de</strong> <strong>los</strong> Val<strong>de</strong>nses. 2) Corbis, hombre <strong>de</strong> naturaleza cruel y feroz, cuya actividad era interrogar<br />

a <strong>los</strong> presos. 3) <strong>El</strong> preboste <strong>de</strong> justicia, que estaba <strong>de</strong>seoso <strong>de</strong> la ejecución <strong>de</strong> <strong>los</strong> Val<strong>de</strong>nses,<br />

porque cada ejecución significaba dinero para su bolsillo.<br />

Estas tres personas eran inmisericor<strong>de</strong>s en sumo grado; y doquiera que fueran había la<br />

seguridad <strong>de</strong> que correría la sangre inocente. Aparte <strong>de</strong> las cruelda<strong>de</strong>s ejercidas por el duque,<br />

por estas tres personas y por el ejército, en sus diferentes marchas, se cometieron muchas<br />

barbarida<strong>de</strong>s a nivel local. En Pignerol, ciudad <strong>de</strong> <strong>los</strong> valles, había un monasterio, cuyos<br />

monjes, viendo que podían dañar a <strong>los</strong> reformados con impunidad, comenzaron a saquear las<br />

casas y a <strong>de</strong>rribar las iglesias <strong>de</strong> <strong>los</strong> Val<strong>de</strong>nses. Al no encontrar ninguna oposición, se<br />

apo<strong>de</strong>raron <strong>de</strong> aquel<strong>los</strong> infelices, asesinando a <strong>los</strong> hombres, encerrando a las mujeres, y<br />

entregando <strong>los</strong> niños a ayas católico-romanas.<br />

Los habitantes católico-romanos <strong>de</strong>l valle <strong>de</strong> San Martín hicieron también todo lo que<br />

pudieron por atormentar a <strong>los</strong> vecinos Val<strong>de</strong>nses. Destruyeron sus iglesias, quemaron sus<br />

casas, se apo<strong>de</strong>raron <strong>de</strong> sus propieda<strong>de</strong>s, robaron sus ganados, <strong>de</strong>dicaron las tierras <strong>de</strong> el<strong>los</strong> a<br />

sus propios usos, echaron a sus ministros a la hoguera, y a <strong>los</strong> Val<strong>de</strong>nses hacia <strong>los</strong> bosques,<br />

don<strong>de</strong> no tenían para subsistir más que frutos silvestres, raíces, la corteza <strong>de</strong> <strong>los</strong> árboles, etc.<br />

Algunos rufianes católico-romanos, habiendo apresado a un ministro que iba a predicar,<br />

<strong>de</strong>cidieron llevarlo a un lugar conveniente y quemarlo. Al saberlo sus fieles, <strong>los</strong> hombres se<br />

armaron, se lanzaron en persecución <strong>de</strong> <strong>los</strong> rufianes, y parecieron <strong>de</strong>cididos a rescatar a su<br />

ministro. Al darse cuenta <strong>los</strong> malvados, apuñalaron al pobre hombre, y, <strong>de</strong>jándolo tendido en<br />

un charco <strong>de</strong> sangre, se retiraron precipitadamente. Los atónitos fieles hicieron todo lo posible<br />

por salvarlo, pero en vano; el arma había afectado órganos vitales, y expiró mientras lo<br />

llevaban <strong>de</strong> vuelta a casa.<br />

Teniendo <strong>los</strong> monjes <strong>de</strong> Pignerol un gran <strong>de</strong>seo <strong>de</strong> poner las manos encima <strong>de</strong> un<br />

ministro <strong>de</strong> una ciudad en <strong>los</strong> valles, llamada St. Germain, contrataron a una banda <strong>de</strong> rufianes<br />

para que lo secuestraran. Estos tipos fueron conducidos por un traidor, que había sido antes<br />

criado <strong>de</strong>l ministro, y que sabía perfectamente un camino secreto a la casa, por el que podía<br />

llevar<strong>los</strong> sin levantar la alarma <strong>de</strong>l vecindario. <strong>El</strong> guía llamó a la puerta, y, a la pregunta <strong>de</strong><br />

quién era, contestó con su propio nombre. <strong>El</strong> ministro, no esperando daño alguno <strong>de</strong> una<br />

persona a la que había cubierto <strong>de</strong> favores, abrió <strong>de</strong> inmediato la puerta. Pero al ver la banda<br />

<strong>de</strong> facinerosos, retrocedió, y huyó hacia una puerta trasera. Pero todos se lanzaron a<strong>de</strong>ntro, y<br />

lo apresaron. Tras haber asesinado a toda su familia, lo hicieron ir hacia Pignerol, pinchándole<br />

durante todo el camino con picas, lanzas, espadas, etc. Fue guardado durante mucho tiempo<br />

en la cárcel, y luego enca<strong>de</strong>nado a la estaca para ser quemado; entonces se or<strong>de</strong>nó a dos<br />

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