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Foxe - El Libro de los Mártires

El misterio de la historia no es completamente sombrío, ya que es un velo que solo oculta en parte la actividad creativa y las fuerzas espirituales y la marcha de las leyes espirituales. Es una forma habitual decir que la sangre de los mártires es la semilla de la iglesia, pero lo que estamos afirmando es simplemente que los hechos individuales de decisión espiritual producen frutos sociales… Ya que los grandes cambios culturales y las revoluciones históricas que deciden el destino de las naciones o el carácter de una era es el resultado acumulativo de un número de decisiones espirituales… La fe y la perspicacia, o el rechazo y la ceguera, de los individuos. Nadie puede señalar el último acto espiritual que desnivela el equilibrio y hace que el orden externo de la sociedad asuma una nueva forma...La persecución, ineficaz para destruir y aun para conmover aquella nueva sociedad, hizo que se sintiese más ella misma, y que se formase en una corporación más compacta.

El misterio de la historia no es completamente sombrío, ya que es un velo que solo oculta en parte la actividad creativa y las fuerzas espirituales y la marcha de las leyes espirituales. Es una forma habitual decir que la sangre de los mártires es la semilla de la iglesia, pero lo que estamos afirmando es simplemente que los hechos individuales de decisión espiritual producen frutos sociales… Ya que los grandes cambios culturales y las revoluciones históricas que deciden el destino de las naciones o el carácter de una era es el resultado acumulativo de un número de decisiones espirituales… La fe y la perspicacia, o el rechazo y la ceguera, de los individuos. Nadie puede señalar el último acto espiritual que desnivela el equilibrio y hace que el orden externo de la sociedad asuma una nueva forma...La persecución, ineficaz para destruir y aun para conmover aquella nueva sociedad, hizo que se sintiese más ella misma, y que se formase en una corporación más compacta.

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<strong>El</strong> <strong>Libro</strong> <strong>de</strong> <strong>los</strong> <strong>Mártires</strong> por <strong>Foxe</strong><br />

<strong>de</strong>cidieron, reforzados <strong>de</strong> esta manera, abandonar <strong>los</strong> Alpes (don<strong>de</strong> habrían pronto perecido,<br />

porque se avecinaba el invierno), y forzar a <strong>los</strong> ejércitos <strong>de</strong>l duque a evacuar sus valles natales.<br />

<strong>El</strong> duque <strong>de</strong> Saboya estaba ya cansado <strong>de</strong> la guerra; le había costado muchas fatigas y<br />

ansieda<strong>de</strong>s, muchos hombres, y gran<strong>de</strong>s cantida<strong>de</strong>s <strong>de</strong> dinero. Había sido mucho más larga y<br />

sangrienta <strong>de</strong> lo que había esperado, asícomo también más cara <strong>de</strong> lo que se hubiera podido<br />

imaginar al principio, porque pensó que el saqueo iba a pagar <strong>los</strong> gastos <strong>de</strong> la expedición;<br />

pero en esto se equivocó, porque fueron el nuncio papal, <strong>los</strong> obispos, monjes y otros clérigos,<br />

que asistieron al ejército y alentaron la guerra, <strong>los</strong> que se quedaron con la mayor parte <strong>de</strong> las<br />

riquezas que habían sido tomadas bajo diversas pretensiones. Por esta razón, y por la muerte<br />

<strong>de</strong> la duquesa, <strong>de</strong> la que acababa <strong>de</strong> enterarse, y temiendo que <strong>los</strong> Val<strong>de</strong>nses, por <strong>los</strong> tratados<br />

que habían concertado, fueran a volverse más po<strong>de</strong>rosos que nunca, <strong>de</strong>cidió volver a Turín<br />

con su ejército, y hacer la paz con <strong>los</strong> Val<strong>de</strong>nses.<br />

Cumplió esta resolución, aunque muy en contra <strong>de</strong> la voluntad <strong>de</strong> <strong>los</strong> clérigos, que eran<br />

<strong>los</strong> mayores ganadores y <strong>los</strong> más complacidos con la venganza. Antes <strong>de</strong> po<strong>de</strong>r ser ratificados<br />

<strong>los</strong> artícu<strong>los</strong> <strong>de</strong> paz, el duque mismo murió, poco <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> volver a Turín; pero en su lecho<br />

<strong>de</strong> muerte dio estrictas instrucciones a su hijo <strong>de</strong> acabar lo que él había comenzado, y que<br />

fuera lo más favorable posible a <strong>los</strong> Val<strong>de</strong>nses.<br />

<strong>El</strong> hijo <strong>de</strong>l duque, Car<strong>los</strong> Manuel, sucedió a <strong>los</strong> dominios <strong>de</strong> Saboya, y ratificó<br />

plenamente la paz con <strong>los</strong> Val<strong>de</strong>nses, siguiendo las últimas instrucciones <strong>de</strong> su padre, aunque<br />

<strong>los</strong> clérigos hicieron todo lo que pudieron para persuadirle <strong>de</strong> lo contrario.<br />

Un Relato <strong>de</strong> las Persecuciones en Venecia<br />

Mientras que el estado <strong>de</strong> Venecia estuvo libre <strong>de</strong> inquisidores, un gran número <strong>de</strong><br />

protestantes fijaron allísu resi<strong>de</strong>ncia, y hubo muchos convertidos por causa <strong>de</strong> la pureza <strong>de</strong><br />

las doctrinas que profesaban, y <strong>de</strong> la apacibilidad <strong>de</strong> la conducta que observaban.<br />

Al ser el Papa informado <strong>de</strong>l gran auge <strong>de</strong>l protestantismo envió inquisidores a Venecia<br />

en el año 1542, para indagar en esta cuestión y pren<strong>de</strong>r a <strong>los</strong> que pudieran consi<strong>de</strong>rar personas<br />

perniciosas. Con esto comenzó una severa persecución, y muchas personas dignas fueron<br />

martirizadas por servir a Dios con pureza, escarneciendo <strong>los</strong> paramentos <strong>de</strong> la idolatría.<br />

Fueron varias las maneras en que se les quitó la vida a <strong>los</strong> protestantes; pero<br />

<strong>de</strong>scribiremos un método particular, que fue inventado por primera vez para esta ocasión; tan<br />

pronto como se pronunciaba sentencia, se le ponía al preso una ca<strong>de</strong>na <strong>de</strong> hierro que<br />

atravesaba una gran piedra atada a su cuerpo. Luego era puesto plano sobre una plancha <strong>de</strong><br />

ma<strong>de</strong>ra, cara arriba, y lo remaban entre dos barcas hasta cierta distancia mar a<strong>de</strong>ntro, cuando<br />

las dos barcas se separaban, y era hundido al fondo por el peso <strong>de</strong> la piedra.<br />

Si alguien rechazaba la jurisdicción <strong>de</strong> <strong>los</strong> inquisidores en Venecia, era enviado a Roma,<br />

don<strong>de</strong> era echado a propósito en unas mazmorras llenas <strong>de</strong> humedad, nunca llamados a juicio,<br />

con lo que morían miserablemente <strong>de</strong> inanición en la cárcel.<br />

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