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Foxe - El Libro de los Mártires

El misterio de la historia no es completamente sombrío, ya que es un velo que solo oculta en parte la actividad creativa y las fuerzas espirituales y la marcha de las leyes espirituales. Es una forma habitual decir que la sangre de los mártires es la semilla de la iglesia, pero lo que estamos afirmando es simplemente que los hechos individuales de decisión espiritual producen frutos sociales… Ya que los grandes cambios culturales y las revoluciones históricas que deciden el destino de las naciones o el carácter de una era es el resultado acumulativo de un número de decisiones espirituales… La fe y la perspicacia, o el rechazo y la ceguera, de los individuos. Nadie puede señalar el último acto espiritual que desnivela el equilibrio y hace que el orden externo de la sociedad asuma una nueva forma...La persecución, ineficaz para destruir y aun para conmover aquella nueva sociedad, hizo que se sintiese más ella misma, y que se formase en una corporación más compacta.

El misterio de la historia no es completamente sombrío, ya que es un velo que solo oculta en parte la actividad creativa y las fuerzas espirituales y la marcha de las leyes espirituales. Es una forma habitual decir que la sangre de los mártires es la semilla de la iglesia, pero lo que estamos afirmando es simplemente que los hechos individuales de decisión espiritual producen frutos sociales… Ya que los grandes cambios culturales y las revoluciones históricas que deciden el destino de las naciones o el carácter de una era es el resultado acumulativo de un número de decisiones espirituales… La fe y la perspicacia, o el rechazo y la ceguera, de los individuos. Nadie puede señalar el último acto espiritual que desnivela el equilibrio y hace que el orden externo de la sociedad asuma una nueva forma...La persecución, ineficaz para destruir y aun para conmover aquella nueva sociedad, hizo que se sintiese más ella misma, y que se formase en una corporación más compacta.

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<strong>El</strong> <strong>Libro</strong> <strong>de</strong> <strong>los</strong> <strong>Mártires</strong> por <strong>Foxe</strong><br />

<strong>El</strong> comandante francés envió recado al arzobispo diciéndole que <strong>los</strong> presos habían huido,<br />

o que estaban tan estrechamente escondidos por sus amigos o incluso por sus propios oficiales,<br />

que le era imposible recuperar<strong>los</strong>; y que habiendo la Inquisición cometido tales atrocida<strong>de</strong>s,<br />

ahora <strong>de</strong>bía soportar su exhibición pública.<br />

Algunos pue<strong>de</strong>n sugerir que es cosa extraña que las cabezas coronadas y que <strong>los</strong><br />

eminentes nobles no trataran <strong>de</strong> aplastar el po<strong>de</strong>r <strong>de</strong> la Inquisición, y reducir la autoridad <strong>de</strong><br />

aquel<strong>los</strong> tiranos eclesiásticos, <strong>de</strong> cuyas fauces implacables no estaban seguros ni sus familias<br />

ni el<strong>los</strong> mismos.<br />

Pero, por asombroso que sea, la superstición había siempre prevalecido en este caso<br />

contra el sentido común, y la costumbre había obrado contra la razón. Des<strong>de</strong> luego, hubo un<br />

príncipe que trató <strong>de</strong> reducir la autoridad <strong>de</strong> la Inquisición, pero perdió su vida antes <strong>de</strong> ser<br />

rey, y consiguientemente antes <strong>de</strong> tener po<strong>de</strong>r para hacerlo; porque la sola sugerencia <strong>de</strong> su<br />

intención sirvió para su <strong>de</strong>strucción.<br />

Éste era el muy gentil príncipe Don Car<strong>los</strong>, hijo <strong>de</strong> Felipe II, rey <strong>de</strong> España, y nieto <strong>de</strong>l<br />

célebre emperador Car<strong>los</strong> V. Don Car<strong>los</strong> poseía todas las buenas cualida<strong>de</strong>s <strong>de</strong> su abuelo, sin<br />

ninguna <strong>de</strong> las malas <strong>de</strong> su padre, y era un príncipe <strong>de</strong> gran viveza, <strong>de</strong> gran erudición y <strong>de</strong>l<br />

carácter más gentil. Tenía el suficiente sentido común para po<strong>de</strong>r ver <strong>los</strong> errores <strong>de</strong>l papado,<br />

y aborrecía el nombre mismo <strong>de</strong> la Inquisición. Se manifestó en público en contra <strong>de</strong> esta<br />

institución, ridiculizaba la afectada piedad <strong>de</strong> <strong>los</strong> inquisidores, hizo lo que pudo por <strong>de</strong>nunciar<br />

sus atroces acciones, e incluso <strong>de</strong>claró que si jamás llegaba a la corona, que aboliría la<br />

Inquisición y exterminaría a sus agentes.<br />

Esto fue suficiente para irritar a <strong>los</strong> inquisidores contra el príncipe; <strong>de</strong>dicaron sus mentes<br />

a i<strong>de</strong>ar una venganza, y <strong>de</strong>cidieron <strong>de</strong>struirle. Los inquisidores emplearon ahora todos sus<br />

agentes y emisarios para esparcir las más arteras insinuaciones contra el príncipe, y al final<br />

suscitaron tal espíritu<strong>de</strong> <strong>de</strong>scontento entre el pueblo que el rey se vio obligado a enviar a Don<br />

Car<strong>los</strong> fuera <strong>de</strong> la corte. No contento con esto, persiguieron incluso a sus amigos, y obligaron<br />

asimismo al rey a <strong>de</strong>sterrar a Don Juan, duque <strong>de</strong> Austria, su propio hermano, y por<br />

consiguiente tío <strong>de</strong>l príncipe; junto con el príncipe <strong>de</strong> Parma, sobrino <strong>de</strong>l rey y primo <strong>de</strong>l<br />

príncipe, porque sabían bien que tanto el duque <strong>de</strong> Austria como el príncipe <strong>de</strong> Parma sentían<br />

una adhesión sincera e inviolable hacia Don Car<strong>los</strong>.<br />

Pocos años <strong>de</strong>spués, al haber mostrado el príncipe una gran lenidad y favor para con <strong>los</strong><br />

protestantes en <strong>los</strong> Países Bajos, la Inquisición protestó estri<strong>de</strong>ntemente contra él, <strong>de</strong>clarando<br />

que por cuanto aquellas personas eran herejes, que el príncipe necesariamente tenía que serlo,<br />

porque <strong>los</strong> favoreció. En resumen, alcanzaron tanta influencia sobre la mente <strong>de</strong>l rey, que<br />

estaba totalmente esclavizado bajo la superstición, que, por asombroso que parezca, sacrificó<br />

<strong>los</strong> sentimientos <strong>de</strong> la naturaleza al fanatismo y, por miedo a incurrir en la ira <strong>de</strong> la Inquisición,<br />

entregó a su único hijo, firmando él mismo su sentencia <strong>de</strong> muerte.<br />

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