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Mi familia y otros animales (PDF) - Trebol-A

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—¿Con un hombre? Ah... eh... sí, lo sabía —dijo Mamá, mintiendo descaradamente.<br />

Spiro se ajustó los pantalones sobre la panza y se inclinó hacia ella.<br />

—¿Pero sabías que es un turcos? —preguntó con espeluznante ferocidad.<br />

—¿Un turco? —dijo Mamá haciéndose la distraída—. No, no sabía que fuera turco. ¿Qué hay de<br />

malo en ello?<br />

Spiro la miró horrorizado.<br />

—Carambas, señoras Durrells, ¿que qué hay de malos? Es un turcos. A esos hijos de perras no se<br />

les puedes confiar una jovencita. Le cortará el cuello, seguros. Créames, señoras Durrells, es un<br />

peligros que la señorita Margo ande por ahí nadandos con él.<br />

—Está bien, Spiro —le tranquilizó Mamá—, yo hablaré con Margo.<br />

—Es que pensé que debía usted saberlos, eso es todos. Pero no se preocupes... si hiciera algos a la<br />

señorita Margo, yo le darés a ese canallas —le aseguró Spiro seriamente.<br />

Conforme a la información recibida, Mamá mencionó el asunto a Margo, con algo menos de<br />

truculencia, y sugirió que invitara al joven a tomar el té. Encantada, Margo partió en su busca,<br />

mientras Mamá preparaba apresuradamente una tarta y magdalenas, y nos ordenaba a los demás<br />

mostrar la mayor cortesía. Llegado el turco resultó ser un joven alto, con el pelo meticulosamente<br />

ondulado y una sonrisa fulgurante que lograba transmitir un mínimo de humor y un máximo de<br />

condescendencia. Tenía el empaque zalamero y pagado de sí mismo de un gato en celo. Apretó<br />

contra sus labios la mano de Mamá como quien concede un gran honor, y distribuyó la amplitud de<br />

su sonrisa entre los restantes. Mamá, sintiendo que el ambiente se cargaba de hostilidad, acudió<br />

desesperadamente a la brecha.<br />

—Es un placer tenerle entre nos<strong>otros</strong>... muchas veces hemos... pero nunca tiene uno tiempo para<br />

nada... se pasan los días volando... Margo nos ha hablado tanto de usted... tenga una magdalena —<br />

dijo sin aliento, mientras con sonrisa irresistible le ofrecía un trozo de tarta.<br />

—Muy amable —murmuró el turco, dejándonos con ciertas dudas sobre si se refería a Mamá o a<br />

sí mismo. Hubo una pausa.<br />

—Está aquí de vacaciones —anunció Margo de repente, como si se tratara de algo realmente<br />

extraordinario.<br />

—¿De veras? —dijo Larry con perversidad—. ¿De vacaciones? ¡Es asombroso!<br />

—Yo estuve una vez de vacaciones —articuló indistintamente Leslie a través de un bocado de<br />

tarta—; lo recuerdo muy bien.<br />

Mamá tamborileó con nerviosismo sobre la porcelana y les lanzó una mirada furibunda.<br />

—¿Azúcar? —preguntó con vehemencia—. ¿Toma usted el té con azúcar?<br />

—Sí, gracias.<br />

Hubo otro breve silencio, durante el cual todos nos dedicamos a contemplar cómo Mamá servía el<br />

té y se exprimía la mollera buscando desesperadamente un tema de conversación. Por fin el turco se<br />

volvió a Larry.<br />

—Tengo entendido que usted escribe —dijo, con absoluta falta de interés.<br />

A Larry le centelleó la mirada. Advirtiendo la señal de peligro, Mamá le atajó antes de que<br />

pudiera replicar.<br />

—Sí, sí —sonrió—, se pasa la vida escribiendo, día tras día. Siempre está aporreando la máquina.<br />

—Yo estoy seguro de que podría escribir magníficamente, si quisiera —comentó el turco.<br />

—¿De veras? —dijo Mamá—. Claro, es un don de Dios, supongo; como tantas otras cosas.

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