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Mi familia y otros animales (PDF) - Trebol-A

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ocío, radiante al primer sol de la mañana, llena de vida bulliciosa. «Sean felices.» ¿Qué otra cosa<br />

se podía ser en una estación así?<br />

Conversación.<br />

A penas, ya instalados, empezábamos a disfrutar de la isla, cuando Larry, llevado de su<br />

generosidad característica, escribió a todos sus amigos invitándoles a reunirse con nos<strong>otros</strong>.<br />

Aparentemente, no se había parado a pensar que en la villa sólo cabíamos los de la <strong>familia</strong>.<br />

—He invitado a un par de personas a pasar aquí unos días —le dijo a Mamá una mañana, como<br />

quien no quiere la cosa.<br />

—Buena idea, querido —respondió Mamá sin pensar.<br />

—Se me ocurrió que nos vendría bien un poco de compañía inteligente y estimulante por estas<br />

tierras. No es cosa de atocinarse.<br />

—Espero que no sean demasiado intelectuales, querido —dijo Mamá.<br />

—Por Dios, Mamá, por supuesto que no: es gente normal, absolutamente encantadora. No sé de<br />

dónde has sacado la fobia de que todo el mundo sea intelectual.<br />

—No me gustan los intelectuales —dijo Mamá quejumbrosa—. Yo no soy una intelectual, y no sé<br />

hablar de poesía y cosas de ésas. Pero siempre se creen que sí, que simplemente por ser tu madre<br />

puedo pasarme las horas muertas discutiendo de literatura con ellos. Y siempre me vienen con<br />

preguntas necias cuando más liada estoy con la comida.<br />

—Yo no te pido que discutas de arte con ellos —dijo Larry displicente—, pero creo que podrías<br />

hacer un pequeño esfuerzo por disimular tu escalofriante gusto literario. Yo aquí llenando la casa de<br />

buenos libros, y se encuentra uno tu mesilla de noche atiborrada hasta los topes de libros de cocina,<br />

de jardinería y de las más abominables novelas policíacas. No comprendo dónde consigues todo<br />

eso.<br />

—Son unas novelas policíacas buenísimas —dijo Mamá a la defensiva—. Me las presta Teodoro.<br />

Larry dio un corto suspiro de exasperación y cogió otra vez su libro.<br />

—No se te olvide avisar en la «Pensión Suisse» qué día llegan —apuntó Mamá.<br />

—¿Para qué? —preguntó Larry, sorprendido.<br />

—Pues para que les reserven habitaciones —dijo Mamá, no menos sorprendida.<br />

—Pero yo les he invitado a estar aquí —señaló Larry.<br />

—¡Larry! ¡No es posible! Tú eres un insensato. ¿Cómo van a estar aquí?<br />

—No veo que haya que armar tanto escándalo —dijo Larry con frialdad.<br />

—¿Pero dónde van a dormir? —dijo Mamá, consternada—. Si casi no hay sitio para nos<strong>otros</strong>.<br />

—Tonterías, Mamá; hay montañas de sitio si nos organizamos como es debido. Pones a Margo y<br />

Les a dormir en la terraza, ya tienes dos alcobas; tú y Gerry podéis pasar al cuarto de estar, y eso<br />

deja libres vuestros cuartos.<br />

—No seas absurdo, hijo. No podemos acampar por en medio como los gitanos. Aparte de que aún<br />

refresca por la noche, y no creo que Margo y Les deban dormir al sereno. En esta villa no hay sitio<br />

para invitar a nadie. Tendrás que escribir a esa gente y decirles que no vengan.<br />

—Imposible —dijo Larry—: están en camino.<br />

—¡Larry, verdaderamente eres lo más insoportable que conozco! ¿Por qué no se te ha ocurrido

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