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100 Ana María Larrea Maldonado<br />

En aquellos años, Franklin Ramírez realizó un estudio sobre siete propuestas<br />

de descentralización presentadas por diversos actores regionales, intelectuales<br />

e institucionales 35 . Allí observa la centralidad del tema presupuestario en las<br />

propuestas, la concepción del Estado como un ente administrativo y no como<br />

un organismo que gobierna, el carácter minimalista de las propuestas en cuanto<br />

a sus «contenidos, alcances y potenciales efectos», la falta de reflexión sobre el<br />

modo de desarrollo, el tipo de sociedad que se pretende construir y los objetivos<br />

de la descentralización. Las propuestas planteadas tenían «un corte económico<br />

más que político, administrativo más que territorial, y sobre todo instrumental<br />

a determinados intereses económicos y políticos de las élites locales más que a<br />

una visión de des-compresión del estado, la nación y la sociedad en su conjunto»<br />

(Barrera, Ramírez y Rodríguez, 1999: 98).<br />

En pleno auge neoliberal, las propuestas del discurso dominante veían a la<br />

descentralización como parte del proceso de reducción del tamaño del Estado a<br />

favor de los gobiernos locales. No había campo para planteamientos redistribuidores<br />

y que preconizaran la equidad territorial en el marco de una nueva concepción<br />

del Estado y asegurando adecuados niveles de articulación entre niveles<br />

de gobierno. A lo mucho, los discursos descentralizadores abogaban por romper<br />

el bicentralismo. La ola autonomista de fin de siglo es además un efecto del<br />

derrumbe del Estado, producto de las políticas de liberalización. No se puede<br />

hablar entonces de una descentralización del Estado, sino de una descentralización<br />

«en contra del Estado […] pensada desde los espacios locales y en exclusivo<br />

beneficio de aquellos» (Barrera, Ramírez y Rodríguez, 1999: 109).<br />

La descentralización de un sistema político con un Estado débil implica grandes riesgos:<br />

tendencia de secesión y autonomía, proliferación de las corrupción en todos los<br />

niveles del Estado tal como una gobernabilidad reducida en un sistema territorial<br />

multinivel (Merkel, 2008: 60).<br />

Es notoria además la falta de una propuesta desde el gobierno central frente a<br />

estos temas: «el malestar regional y las voces descentralizadoras han publicitado<br />

el tema, volverlo tópico de conversación y disputa pública, a pesar o en contra del<br />

Estado» (Barrera, Ramírez y Rodríguez, 1999: 106).<br />

Después de la ola de propuestas autonomistas y del derrocamiento del<br />

gobierno de Jamil Mahuad, el nuevo Presidente de la República, Gustavo Noboa,<br />

plantea realizar una consulta nacional, que nunca se llega a concretar, y en el año<br />

2001 presenta el Plan Nacional de Descentralización, cuyos objetivos tienen que<br />

ver «con el mejoramiento en la provisión de los servicios, un nuevo diseño institucional<br />

representativo, la reducción de costos administrativos y una cercanía<br />

entre las autoridades elegidas y los ciudadanos» (Honorable Consejo Provincial<br />

de Cotopaxi, 2001: 23).<br />

Augusto Barrera realizó algunas críticas al Plan de Descentralización propuesto<br />

por Noboa. Entre las principales, se destacan: a) la propuesta se limita a<br />

aspectos administrativos, sin tocar aspectos estructurales; b) se centra en la descentralización<br />

de lo social, sin tomar en cuenta lo económico; c) no toma en<br />

35 Las propuestas analizadas por Ramírez son: Fuerza Ecuador, Asociación de Municipalidades del<br />

Ecuador, Consorcio de Consejos Provinciales del Ecuador, Fernando Carrión, Ricardo Noboa,<br />

Franklin López Buenaño y el Comité Cívico Interinstitucional de Manabí.

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