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Territorio, descentralización y desarrollo 101<br />
cuenta la necesidad de planificación en ninguna escala territorial (Consejo Provincial<br />
de Cotopaxi, 2001: 24).<br />
El discurso autonómico emergió nuevamente una vez que Rafael Correa<br />
asume la presidencia de la República con un programa de gobierno antineoliberal,<br />
que busca fortalecer al Estado, frente al desmantelamiento que sufrió por las<br />
políticas del Consenso de Washington. Emerge entonces la pregunta: ¿la recuperación<br />
y fortalecimiento del Estado implican un régimen centralista? ¿Es posible<br />
fortalecer el Estado y a la vez fortalecer la democracia y las capacidades de las<br />
poblaciones locales de decidir sobre sus territorios sin la injerencia del Estado<br />
central? ¿Es posible un Estado fuerte con capacidades reguladoras, planificadoras,<br />
y a la vez descentralizado? ¿El carácter policéntrico de un Estado lo fortalece<br />
o lo debilita?<br />
El alcalde de Guayaquil, Jaime Nebot, principal líder político de una derecha<br />
ecuatoriana bastante debilitada en los últimos años, retomó el discurso autonómico<br />
como la principal bandera de lucha contra el régimen de Correa y colocó<br />
la dicotomía entre centralismo y autonomía en el centro del discurso político.<br />
La disputa por la autonomía ya les había dado buenos resultados a las fuerzas<br />
opositoras en Bolivia que lograron desestabilizar el gobierno de Evo Morales.<br />
El planteamiento por las autonomías pasó a ser la bandera de la oposición y de<br />
alguna manera permitió ocultar el debate de fondo que alude al rol del Estado<br />
en el desarrollo, tema en el que existen diferencias sustanciales entre el pensamiento<br />
socialcristiano y el pensamiento del actual gobierno. El tipo de descentralización<br />
y autonomías dentro de un proceso de reforma del Estado está íntimamente<br />
ligado al modo de desarrollo, es decir, a los roles y relaciones que se les<br />
atribuye al Estado, a la sociedad, al mercado y a la naturaleza.<br />
De este breve recuento histórico se desprende el hecho de que el tema del<br />
centralismo y descentralización ha estado presente durante toda la historia republicana<br />
del Ecuador, en una doble tensión: por un lado la necesidad de consolidar<br />
el Estado nacional, y por otro, la emergencia de los poderes locales que reclaman<br />
para sí atribuciones, recursos y competencias que les permitan perfilar su propio<br />
destino. «La descentralización, situada en el ojo de la tormenta, condensa no solo<br />
las heterogeneidades —lo cual sería en general positivo— sino las cargas de un<br />
pasado de unidad nacional irresuelto» (Barrera, 1998: 44).<br />
Desde la misma creación del Ecuador como República independiente, no se<br />
avizora la construcción de un proyecto de país, son las élites regionales y locales<br />
que entran en las disputas de sentido sin una propuesta de conjunto, lo que<br />
abre el espacio para la fragmentación, cuya expresión más radical ha sido la propuesta<br />
autonómica, presente también en varios momentos de nuestra historia<br />
republicana. Es importante señalar que la descentralización requiere de políticas<br />
a largo plazo, que en el Ecuador no han existido. Por el contrario, la historia nos da<br />
cuenta de una serie de vaivenes entre posiciones centralistas y descentralizadoras<br />
que no contribuyen a perfilar un proyecto de país y menos aún a la articulación<br />
entre el modelo de desarrollo y la estructura del Estado para llevarlo adelante.<br />
En este contexto es pertinente plantearse el sentido del centralismo y de la<br />
descentralización articulado a un modo de desarrollo y a una propuesta de país.<br />
En el siguiente acápite, esbozaremos las distintas tendencias presentes actualmente<br />
en el debate en torno al tema, pues es nuestra preocupación indagar cómo<br />
y en qué medida la descentralización o el centralismo contribuyen a la generación<br />
de procesos de cambio social basados en la equidad.